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ToggleEl miedo a cambiar de trabajo paraliza cada día a miles de empleados en todo el mundo. O, si no los paraliza, sí que interfiere de alguna manera en su bienestar psicológico y, desde luego, en su desarrollo profesional.
Por un lado están insatisfechos en su actual puesto, lo cual no les permite implicarse en él al cien por cien, pero por otro lado no acaban de ponerle solución, de modo que no se produce ningún avance en la carrera profesional. Te hablamos de este conflicto tan común en este artículo.
Miedo a cambiar de trabajo
¿Realmente todos los empleados sienten miedo a dejar su actual puesto y sustituirlo por otro? ¿Siempre que nos planteamos hacer un cambio en nuestra carrera profesional sentimos miedo? No exactamente.
De hecho, no a todo el mundo le cuesta tanto cambiar de trabajo ni lo viven como un conflicto interior grave. Hay personas muy decididas en la vida, lo que les permite procesar su decisión al ritmo que sea pero sin sentirse amenazadas por su futuro profesional fuera de su empresa actual. También las hay que, más que decididas, son impulsivas: actúan tan rápido que apenas les da tiempo a plantearse si tienen miedo a cambiar de trabajo o no.
Por supuesto, hay otras personas que, simplemente, son capaces de ejecutar las decisiones con cierta agilidad y poco “sufrimiento” aunque se trate de asuntos importantes.
¿Por qué sentimos miedo a cambiar de trabajo?
Es cierto que muchos empleados tienen dificultades con este tipo de decisiones. ¿Cómo no habría de ser así? El trabajo es algo muy serio, no es algo que se pueda dejar a la ligera -incluso aunque sea para sustituirlo por otro empleo- sin que tenga repercusiones muy notables en nuestra vida.
Al fin y al cabo, el trabajo es el dinero con el que vivimos, parte de nuestro círculo social, la actividad principal que estructura nuestro proyecto de vida… Cambiarlo significa abrirnos a un escenario nuevo que, aunque parezca favorable, está lleno de incertidumbre. También implica el estrés de cambiar de tareas, espacios, compañeros, responsabilidad, que son novedades que al principio nos pueden desgastar, dar pereza o, sencillamente, dar miedo.
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¿Qué ocurre una vez que decidimos cambiar de trabajo?
Depende. A la hora de calibrar nuestro miedo a cambiar de trabajo, no es lo mismo sustituir un empleo que tenemos por otro (decidiéndolo nosotros de manera controlada, habiendo tenido tiempo para reflexionarlo) que dejar nuestro trabajo actual sin una alternativa y empezar a buscar otro empleo. Tampoco es igual esa situación que cuando nos despiden de repente y tenemos que empezar la búsqueda de manera imprevista, claro que ahí no ha mediado nuestra decisión y ya sería materia para otro artículo.
La energía que tengamos que invertir en el proceso después de tomar la decisión de cambiar de trabajo dependerá, en primer lugar, de aquella de la que dispongamos. En segundo lugar, de las exigencias del propio proceso hasta aterrizar en un nuevo puesto.
Cuando hacemos un cambio importante en nuestra carrera profesional, por ejemplo cambiar de trabajo, a veces entramos en una trayectoria muy larga, muy exigente, con idas y venidas, periodos de silencio en los que no sabemos qué ha sido de nuestra candidatura… También hay otros factores que influyen en cómo vivimos nuestra búsqueda de un nuevo empleo o la postulación al mismo: cuánto deseamos ese puesto, cuánto lo necesitamos, cómo nos encontramos en nuestra situación actual…
Por supuesto, también influye nuestra personalidad: hay personas más relajadas o que tienen más confianza en sí mismas y en su futuro, mientras que otras son más ansiosas, impacientes o preocupadizas. Las segundas, obviamente, tienen más probabilidad de pasarlo peor en estas situaciones.
Aterrizar en un nuevo trabajo: ¿qué se siente?
La novedad siempre es relativamente estresante y eso puede generar dudas o desconfianza sobre la decisión tomada o sobre nuestra cualificación para ese puesto. Entonces se activan nuestros temores, lo que en el lenguaje de la calle solemos llamar “sentirnos inseguros”. Parece como si pensáramos: “Con razón sentía miedo a cambiar de trabajo”.
Por otro lado, si todo va bien, también hay ilusión, motivación, satisfacción (especialmente si la comparación con el anterior empleo deja a este en mal lugar). Podemos tener la sensación de sentirnos positivamente estimulados con el nuevo entorno, las nuevas responsabilidades, la gente que estamos conociendo o el nuevo estilo de vida que puede conllevar un trabajo nuevo y que nos gusta más que el que llevábamos hasta ahora.
Adaptarnos a una nueva empresa: ¿qué nos espera?
Es algo que varía en función de cada persona (es decir, de sus características psicológicas y de sus circunstancias particulares) y del nuevo puesto (principalmente el nivel de exigencia y el nivel de apoyo que se ofrece al nuevo miembro del equipo).
Por eso es tan importante cuidar el proceso de onboarding y poner a disposición del nuevo trabajador los medios necesarios para arrancar bien sus tareas e integrarse entre sus nuevos compañeros.
Todo esto requiere, necesariamente, un periodo de ajuste entre la empresa y el trabajador. Ambos tienen que poner de su parte para que los retos, que son inevitables, no sean un obstáculo para el éxito de las dos partes: para que tanto empresa como empleado acaben percibiendo que la decisión que han tomado de colaborar ha sido correcta incluso aunque no sea perfecta.
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¿Cómo puede ayudarnos la empresa a arrancar?
Un trabajador que llega al equipo lo hace tras pasar un proceso de selección que, deseablemente, le ha tenido que permitir familiarizarse con la empresa y con su futuro puesto. No obstante, sigue siendo vulnerable porque tiene que adaptarse en poco tiempo a un entorno nuevo, donde ya hay muchas dinámicas personales y corporativas muy construidas y que él debe asumir e incorporar.
La empresa, a través de su manager y compañeros más cercanos, tiene que facilitar al nuevo empleado el aterrizaje tanto en los aspectos técnicos (apoyo en la organización inicial del trabajo, supervisión eficiente, entrenamiento progresivo, formación sobre la cultura corporativa) como en los personales (facilitar espacios donde conocer a sus compañeros, empezar a forjar lazos con ellos, mostrar disponibilidad y paciencia…).
Estas líneas generales hay que traducirlas luego a cada trabajador, cada equipo y cada empresa. Se trata de que el miedo a cambiar de trabajo que podría experimentar al principio quede lo más neutralizado posible.
Lo mejor es que estos procesos, aunque en la práctica se lleven a cabo con cierta espontaneidad, estén estandarizados en sus fases, objetivos y tareas para que la espontaneidad natural no se convierta en improvisación, lo cual pondría en riesgo la incorporación correcta de la persona al equipo.
Entre el miedo y el aterrizaje: afrontamiento saludable
Tanto si tenemos miedo a cambiar de trabajo como si ya estamos adaptándonos a un nuevo empleo, es importante ser indulgentes y benevolentes con nosotros mismos. A veces los procesos de dejar nuestro actual empleo e incorporarnos a otro son fáciles y satisfactorios y otras veces, por desgracia, se van “atragantando” debido a diferentes factores que escapan a nuestro control, que no siempre son muy graves pero que nos pueden incomodar.
Hay que darse un tiempo de adaptación, recordemos que no es fácil dejar atrás un trabajo e incorporarse a otro puesto en otra empresa. Se trata de una experiencia llena de aprendizajes que necesitan su tiempo para asentarse, hacerse conscientes y mostrar su lado positivo.
La importancia de darnos tiempo
Si somos de talante más bien miedoso o dubitativo nos va a costar más y por eso debemos aprender a distinguir lo que es una dificultad normal y previsible en procesos de este tipo de lo que es un motivo real de malestar.
No debemos intentar adaptarnos de golpe y tampoco pretender que todo lo que sucede en nuestro nuevo puesto nos encante. Incluso cuando somos nosotros quienes hemos decidido sustituir nuestro trabajo por otro, hay aspectos de esta decisión que nos dan miedo o que no nos gustan. La vida no es perfecta, pero está bien confiar en nosotros, en nuestra intuición, en nuestras motivaciones, para permitir que poco a poco esta nueva etapa profesional y no profesional se vaya estructurando y vayamos dejando atrás ese inicial miedo a cambiar de trabajo.
Fomentar el bienestar emocional en las organizaciones
Dar el paso y superar nuestro miedo a cambiar de trabajo para seguir desarrollándonos a nivel profesional cuesta mucho. Una manera de amortiguar esta emoción, especialmente si nos acaba bloqueando, es tener la perspectiva de incorporarnos a una empresa a la que no da miedo unirse, sino que es capaz de acoger nuestra vulnerabilidad.
Por eso, en ifeel ponemos a tu alcance nuestro servicio global de bienestar emocional para empresas, diseñado por nuestro equipo de psicólogos expertos en bienestar laboral. Esta colaboración permite a los managers del área de Personas, Talento y Recursos Humanos recibir asesoramiento personalizado y basado en datos sobre cómo cuidar el bienestar psicológico de los equipos que tienen a su cargo.
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Esperamos que este post sobre el miedo a cambiar de trabajo te haya resultado interesante. Si quieres más información sobre nuestro programa de bienestar emocional para empresas solo tienes que solicitarla y en seguida nos pondremos en contacto con tu equipo.
¿Es normal tener miedo a cambiar de trabajo?
Por supuesto, el miedo es una emoción natural y nos ayuda a adaptarnos a situaciones desafiantes, como la de cambiar de trabajo.
¿Cuándo puede convertirse en un problema el miedo a cambiar de trabajo?
Cuando distorsiona de manera excesiva el nivel de amenaza y acaba paralizando a la persona, impidiendo su desarrollo.
¿Es posible contrarrestar el miedo a cambiar de trabajo?
Claro, reflexionando sobre nuestros verdaderos motivos para tener miedo y calibrando adecuadamente la importancia de lo que puede ocurrir si damos el paso de cambiar de trabajo.
¿Por qué tenemos miedo a cambiar de trabajo?
Porque los cambios implican incertidumbre y esto puede ser experimentado como una amenaza a nuestra seguridad, porque rompe la estabilidad en la que nos encontramos.