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Acantilado de cristal: lo que hay más allá del techo

El acantilado de cristal es un efecto que se produce, por lo general, cuando una organización atraviesa un periodo crítico y hace falta encontrar una figura que se haga cargo de la dirección o de un puesto de gran responsabilidad que la saque de ese embudo… precisamente en el momento en que más probable es que esa persona fracase. 

¿Cómo se llega al acantilado de cristal? 

El término acantilado de cristal fue acuñado por Michelle Ryan, profesora de Psicología Social y Organizacional en la Universidad de Exeter (Reino Unido), implicada en estudiar cómo el contexto y la identidad conforman las decisiones profesionales de las mujeres, en colaboración con Alex Haslam, profesor de la misma materia en la Universidad de Queensland (Australia). 

La conclusión a la que llegó la profesora Ryan fue que afirmar que las empresas lideradas por mujeres funcionan peor es una explicación simplista de las causas que llevan a una compañía a fracasar o a tener éxito. Lo que ocurre en realidad, según sus investigaciones, es que es en los momentos de crisis —cuando más difícil de manejar es la empresa y, por tanto, más probable es que fracase quien lo intenta— cuando las mujeres tienen más acceso a los puestos de poder. 

Es decir, que muchas veces no son ellas quienes llevan a la organización a los malos resultados, sino que estos ya estaban allí cuando ellas se hicieron cargo de su resolución. Además de a las mujeres, el acantilado de cristal afecta a personas no blancas, en general, además de a otras minorías. Las personas pertenecientes a estos grupos ven aumentada la probabilidad de ascender a puestos de responsabilidad (es decir, tienen la oportunidad de romper el techo de cristal que los limita habitualmente) cuando la empresa atraviesa un periodo de crisis. 

Estudios posteriores han encontrado que este fenómeno, aplicado a las mujeres en el ámbito laboral, se intensifica en aquellos países que ya presentan un alto grado de desigualdad de género. Tiene sentido: en los contextos más igualitarios el techo de cristal es menos grueso y las mujeres acceden a puestos de liderazgo tanto en periodos de crisis como en periodos de bonanza para las compañías. 

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Es decir, que una vez roto el techo de cristal, muchas personas encuentran dificultades para ejercer su liderazgo, funciones y responsabilidades que no encontrarían los líderes tradicionales (hombres blancos cis género) y que los ponen al borde de un acantilado metafórico: ver perjudicada su reputación profesional o, incluso, ser despedidas u obligadas a dimitir por no cumplir las expectativas.

Lo que se cuece en el borde del abismo

¿Qué hace que, justo cuando estamos en el borde del (siguiente) éxito, nos caigamos por el borde del acantilado del retroceso? Si damos por bueno el concepto del acantilado de cristal, quizá lo que sucede no es exactamente que nos caemos, sino que “nos caen”. Es decir, nos hacen caer, nos tiran, nos empujan o precipitan. Impiden nuestro ascenso y provocan nuestra parálisis, nuestro apartamiento, nuestra espera de la llegada de una oportunidad profesional que quizá llegará más adelante, pero no ahora, porque ahora no es el momento. No lo es para otros, se sobreentiende, pero sí lo era para nosotros o, al menos, así lo entendíamos. Detrás del techo de cristal había otro obstáculo también transparente y, por tanto, invisible.

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Nombramiento interesado de mujeres para puestos de responsabilidad

¿Cuáles son los intereses detrás del efecto del acantilado de cristal? Podrían ser tres. 

En primer lugar, que alguien haga el trabajo sucio de asumir el mando en un momento en que nadie quiere mancharse con él. En segundo lugar, que alguien haga el trabajo sucio de asumir la responsabilidad de no haber reflotado la empresa en un momento de crisis (aun cuando la crisis ya existía antes de que ella asumiera el mando). 

En tercer lugar, mucho más perverso y más sexista, reafirmar la creencia compartida —ya a priori— de que las mujeres no son dignas de confianza cuando tienen que asumir un puesto de responsabilidad, independientemente de las circunstancias por las que atraviese la empresa, por ejemplo, una crisis. O una crisis que ella no provocó. 

El acantilado de la desigualdad

El acantilado de cristal es fruto de un contexto de desigualdad de género más o menos grave en la sociedad que se ve reflejado en su ecosistema empresarial. Parte de la premisa sexista de que las mujeres o los miembros de otras minorías étnicas o de género no merecen acceder a puestos de responsabilidad cuando la empresa atraviesa un periodo de éxito o de normalidad, pero que sí pueden hacerlo en un momento crítico: al fin y al cabo, la empresa ya está mal y, si sigue mal, otros posibles directivos no serán responsables de ello. 

Por otro lado, como apuntamos al comienzo de este artículo, el acantilado de cristal es en sí mismo una consecuencia del techo de cristal: si este no existiera, las mujeres y los miembros de minorías étnicas y de género accederían de una manera más fluida a las posiciones altas de la jerarquía organizacional también en los periodos de normalidad. De este modo, llegados los momentos críticos, no serían escogidos (únicamente) con la intención de ponerlos al borde de ese “precipicio” o, al menos, no lo serían más que sus compañeros varones blancos. 

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