Actitud y aptitud no son lo mismo, pero la diferencia entre ambas va mucho más allá de una simple letra. La actitud habla de cómo hacemos las cosas, mientras que la aptitud (o aptitudes) indica las cosas que somos capaces de hacer. De este modo, actitud y aptitud, óptimamente desarrolladas, constituyen un arma muy poderosa para nuestro desempeño laboral y también para nuestra correcta integración y bienestar dentro del equipo de trabajo al que pertenecemos.
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Actitud y aptitud: características
En qué consiste la actitud
La actitud es un concepto ampliamente estudiado en psicología social. Tiene tres componentes: uno cognitivo (pensamientos, opiniones, creencias), otro emocional (placer/displacer, aprobación/disgusto) y otro conductual (los comportamientos que ejecutamos). A veces los tres son muy coherentes entre sí, generando una actitud intensa, visible y con gran carga de energía positiva o negativa. Otras veces alguno de ellos cojea un poco respecto a los otros, y la actitud entonces pierde algo de fuerza. Por ejemplo, un empleado tendrá una actitud excelente para su trabajo si, por ejemplo, está convencido del valor de lo que hace, disfruta haciéndolo y, además, traslada esas opiniones y sensaciones a su tarea concreta.
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Por otro, lado, podríamos observar la actitud de un trabajador a partir de estas cinco características:
Principales características | |
Talante | Es la disposición que tengo para hacer las cosas, el tono, la calidad de la energía con que actúo. |
Carisma | Se refiere a todas aquellas características que me hacen brillar, atraer, liderar, destacar. |
Estilo de afrontamiento | Se relaciona con la manera de gestionar las tareas y las relaciones: derrotismo, optimismo, ímpetu, tranquilidad, huida, bloqueo, agresividad, templanza, cooperación, confianza. |
Estado de ánimo | Puedo estar apagado, enérgico, alegre, desesperanzado, confiado, despierto. |
Mientras tanto, la aptitud
Como decíamos más arriba, la aptitud de alguien es básicamente la medida en que es capaz de realizar una tarea concreta, es decir, de responsabilizarse de obtener unos resultados a partir de las instrucciones iniciales. Hay aptitudes que un trabajador jamás será capaz de obtener, por mucho proceso de upskilling y reskilling al que se someta. Sin embargo, todos los miembros de un equipo están siempre en camino de convertirse en mejores trabajadores: más dotados, más diestros en la realización de sus tareas, más capaces de sacar el máximo rendimiento de la experiencia que van acumulando.
Así pues, podemos considerar de manera resumida que las aptitudes de un determinado candidato a un puesto, o de un empleado que ya lo ocupa, tienen que ver con estos cuatro puntos:
Principales características | |
Talento | Incluye mis virtudes específicas, que me diferencian de los demás y me hacen destacar por encima de ellos. |
Habilidades | En el mundo empresarial distinguimos entre habilidades duras (hard skills) y blandas (soft skills). Ambas me permiten desenvolverme como una persona competente en un puesto determinado y ofrecer esa imagen a los demás. |
Capacidades | Básicamente se trata de qué cosas y, sobre todo, cuántas cosas puedo abarcar entre mis funciones, tareas y responsabilidades en un momento dado de mi carrera profesional. |
Requisitos para optar a un puesto o permanecer en él | Cuando leo una oferta de trabajo o se plantea una reestructuración de mi equipo, puedo observar qué características de todo tipo debe tener la persona que lo desempeñe y evaluar mi cercanía o lejanía a esos requerimientos. |
Lo importante es combinar bien actitud y aptitud
No te dejes engañar por los defensores de una o de otra. Tanto actitud como aptitud son necesarias para desempeñar un determinado puesto de trabajo. Por eso la mayoría de las ofertas de trabajo -especialmente aquellas que son muy extensas- dedican mucho espacio a especificar tanto la actitud como las aptitudes que debe tener el candidato idóneo que piense postularse.
Por tanto, partiendo de la base de que no siempre somos un trabajador perfecto, ambas deben complementarse entre sí para que una supla las carencias de la otra y, como resultado, el desempeño quede reforzado.
Puede haber candidatos a un puesto, o trabajadores, increíblemente dotados para un determinado trabajo y que, además, cuenten con un nivel de motivación, carisma y energía óptimo para el desempeño de esa tarea. Sin embargo, es mucho más probable que las personas flaqueemos en algún punto en algún momento, bien por el lado de la actitud con que afrontamos el trabajo, bien por el lado de nuestras habilidades para realizarlo. De ahí que lo realista sea buscar una adecuada combinación de actitud y aptitud en lugar de quemarnos intentando ser ideales como trabajadores, o buscando a un candidato perfecto a todos los niveles que quizá no va a aparecer.
Cuando buscamos trabajo -o ya estamos trabajando- tendemos a hacer muchas cábalas sobre qué valorarán más nuestros superiores, pero lo cierto es que no siempre está tan claro. En este sentido, ni la actitud ni la aptitud son determinantes para lograr un determinado puesto o superar el periodo de prueba y mantenerse en él.
Muchas veces, sobre todo cuando somos principiantes en una tarea, nos sentimos inseguros acerca de nuestra capacidad para rendir adecuadamente en nuestro puesto de trabajo: creemos que no tenemos las aptitudes necesarias y nos entra el miedo a convertirnos en trabajadores prescindibles. Sin embargo, siempre que nuestras aptitudes no sean completamente nulas, muchas veces nuestros supervisores valoran más la actitud con la que afrontamos la tarea (positividad, perfeccionismo, responsabilidad, flexibilidad) que el hecho de ser o no ser personas con un talento brillante para esa tarea en concreto. Una vez más, la mayoría de las veces el secreto está en combinar actitud y aptitud de la manera más eficiente.
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Gracias a esta colaboración, los responsables de recursos humanos pueden recibir asesoramiento personalizado y basado en datos sobre cómo cuidar del capital humano que tienen a su cargo y fomentar sus capacidades. De este modo, se fomenta la salud mental de los trabajadores mientras se preservan buenas condiciones para que la productividad sea óptima.
Además, el programa de bienestar emocional para empresas de ifeel ofrece a los empleados un servicio de cuidado de su salud mental estructurado en diferentes niveles en función de lo que necesiten en cada momento. De este modo, pueden acceder a diferentes herramientas de cuidado de su salud mental con la app de ifeel. En un segundo nivel pueden recibir soporte emocional a través de un chat con uno de los psicólogos colegiados de nuestra plataforma. Si requieren una ayuda más continuada en el tiempo pueden acceder al tercer nivel del programa: la terapia psicológica online con un psicólogo especializado en casos como el suyo.
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