Todos necesitamos trazar algunas líneas rojas en nuestras relaciones de pareja para sentirnos cómodos con la otra persona. Además, cualquier relación implica un gran componente de negociación, es decir, un proceso permanente de ajuste mutuo. Eso quiere decir que vamos exponiendo nuestras necesidades y puntos de vista e intentando que tengan un lugar en la relación sin que las necesidades y puntos de vista de la otra parte pierdan espacio.
Cuando una relación, por ejemplo una relación de pareja, no está delimitada por ciertas líneas rojas acaba perdiendo estructura. Cada uno de los miembros no conoce bien los límites del otro y eso puede generar una dinámica de dominación-sumisión, en la que no se negocia nada ni se pide nada, sino que uno exige y el otro acata.
Todos necesitamos tener criterios para hacernos una idea de lo apropiada que es una persona para nosotros. Eso es inevitable: no podemos evitar analizar a la persona con la que iniciamos una relación, ya que tenemos que llegar a alguna conclusión sobre si nos apetece seguir conociéndola o no: eso no se improvisa del todo.
Otra cosa es que seamos personas muy rígidas, que lo tengamos todo extremadamente claro en muchos aspectos de la vida y que haya pocas personas capaces de encajar en un esquema tan exigente.
En toda negociación tenemos que asumir que hay que hacer concesiones, pero también tenemos que tener claros cuáles son nuestros puntos innegociables, es decir, aquellos que no están sujetos a discusión. Esos puntos serían las líneas rojas en la relación de pareja, más allá de las cuales no estamos dispuestos a que la otra parte gane terreno, porque eso perjudicaría nuestro bienestar.
En las relaciones es muy importante que seamos conscientes de las cesiones que hacemos. Algunas de ellas se harán desde la autenticidad, la generosidad y la incondicionalidad. Sin embargo, la mayoría se hacen -consciente o inconscientemente- con la expectativa de recibir algo en compensación.
Es fundamental distinguir lo que hacemos incondicionalmente y lo que hacemos con la expectativa de que el día de mañana el otro me lo recompense. Eso va a influir desde el primer momento en cómo nos hace sentir la relación, cómo nos hace sentir el otro, cómo siento que el otro maneja las renuncias que hago o si el día de mañana le culparé o no por mis frustraciones.
Las líneas rojas pueden afectar a cualquier aspecto de la relación: cómo nos relacionaremos con la familia del otro, cuánto tiempo es imprescindible que pasemos juntos, si nos vamos a casar o no, cómo es la casa en la que vamos a vivir, a qué colegio llevaremos a los niños… Hay muchas preguntas que debemos hacernos cuando estamos en pareja y las líneas rojas pueden ser una manera de responderlas.
Cómo trazar las líneas rojas en la relación de pareja
Como ves, las cuestiones que van construyendo la relación de pareja pueden suponer terreno abierto o bien línea roja dentro de la relación. ¿Te has planteado cuáles son las tuyas?
Pensar diferente, esa gran línea roja
Las cuestiones ideológicas pueden unir mucho a una pareja o pueden torpedearla desde la primera cita.
Esta puede ser una línea roja para muchas personas y para otras no, dependiendo de cómo sea de intensa la diferencia de pensamiento. Si es una diferencia radical, es muy poco probable que la relación prospere: si hay tanta diferencia en eso es muy probable que también haya “demasiada” diferencia en otros ámbitos relevantes.
También depende de lo importante que sea la ideología para nosotros: si nos resulta indiferente no tiene por qué ser un gran problema que la otra persona tenga unas opiniones muy marcadas. Sin embargo, si tenemos una ideología muy férrea eso va a suponer un reto.
Respecto a las diferencias ideológicas hay cosas que en un primer momento nos pueden echar para atrás. Algunas de ellas se pueden ir ajustando con el tiempo ya que, al fin y al cabo, no tenemos que ser almas gemelas. Otras denotarán una gran separación entre las personas y al final van a acabar definiendo la falta de encaje entre ellas.
¿Cuáles son mis líneas rojas irrenunciables en la relación?
Siempre es positivo conocernos a nosotros mismos y ser conscientes de nuestros gustos y necesidades, porque son los criterios con los que vamos a movernos dentro de las relaciones, ya sean de amistad o de pareja.
Normalmente nuestros criterios son flexibles, porque necesitamos poder aceptar a un número suficiente de personas, en lugar de asumir que todo el mundo tiene que pensar y actuar como nosotros. De lo contrario nos quedaríamos aislados en seguida, no podríamos adaptarnos.
Es bueno ser conscientes de lo que nos gusta y disgusta en una relación y cómo eso puede ir variando con el tiempo o de una relación a otra: no le exigimos lo mismo a todo el mundo. Además, tenemos que conocer estas facetas de nosotros mismos porque es la única manera de poder afirmarnos saludablemente dentro de una relación, en lugar de dejarnos llevar de manera sumisa todo el rato.
Evitar caer en una relación tóxica
Últimamente se habla mucho de las relaciones tóxicas. Por eso, es probable que muchas personas se planteen con más intensidad cuáles son sus líneas rojas en la relación de pareja, precisamente para no caer en una dinámica de toxicidad. Incorporar ciertas ideas del discurso social de las que podíamos no ser conscientes previamente está bien, porque eso nos vuelve más cautelosos y, bien llevado, sanamente exigentes.
Sin embargo, las relaciones tóxicas han existido siempre, siguen existiendo y seguirán existiendo, porque no basta con conocer los motivos por los cuales una relación no es saludable para no empezarla o para salir de ella. La toxicidad está presente en la pareja pero también en las amistades, en las relaciones con los compañeros de trabajo y, por supuesto, dentro de la familia.
Por otro lado, cuando iniciamos una relación de pareja no es necesario ir con pies de plomo, la escopeta cargada y el cañón apuntando, con tal de evitar toda señal de toxicidad. No es una actitud muy abierta a la experiencia ni a la complejidad de las relaciones humanas.
No podemos vivir permanentemente a la defensiva y examinando exhaustivamente a todo el mundo para darle el aprobado. Lo que sí debemos ser es asertivos y maduros: aprender a reconocer cuándo, por el motivo que sea, una relación no está funcionando para tomar medidas: romper o continuar bien juntos.
Las líneas rojas siempre siguen apareciendo en la relación
La decisión sobre una línea roja en la relación de pareja no siempre aparece en las primeras fases, cuando nos estamos conociendo, sino cuando la relación ya está establecida. Las personas cambiamos, también las relaciones evolucionan y se enfrentan a diferentes retos en cada fase de su ciclo vital. Por eso toca seguir decidiendo qué aceptamos y qué no. O qué decidimos pasar por alto durante un tiempo pero nos planteamos si dejar de permitir ahora.
No hay que asustarse por esto, dado que es algo natural. Las personas no somos robots y no siempre que se nos hace una indicación o que llegamos a un acuerdo somos capaces de mantenerlo al cien por cien, eternamente. Tenemos nuestras inercias y pueden aparecer.
Lo importante, sobre todo si es una línea roja muy roja, es detectarlo, no dejarlo pasar y abordarlo asertivamente, previendo problemas de comunicación y recordando al otro que habíamos llegado a un acuerdo al respecto.
Si no había habido un compromiso quizá es el momento de proponerlo, de una manera que el otro pueda entenderlo y siempre y cuando seamos conscientes de que es algo que puede cambiar. No todo lo que nos molesta del otro va a desaparecer solo porque se lo pidamos o porque el otro se lo proponga, hay cosas que nunca cambian o que nunca van a desaparecer del todo y tenemos que asumirlas.
Nuestros proyectos son muy diferentes, ¿tenemos futuro juntos?
Claro, ¿por qué no? Las personas no somos idénticas sino que tenemos gustos, necesidades y deseos vitales que a veces pueden parecer muy divergentes. Sin embargo, eso no impide que nos gustemos, que nos interesemos mutuamente y que nos queramos.
Personas muy diferentes pueden construir relaciones de pareja muy sólidas siempre que tengan capacidad para adaptarse mutuamente y renegociar sus respectivos proyectos de vida. Si uno tiene claro que hay que vivir juntos, casarse y tener hijos y el otro necesita vivir separados, no casarse y no quiere tener hijos, directamente esa relación no va a prosperar mucho. Si lo hace será de una manera muy distorsionada, a no ser que tengan la paciencia y la generosidad para hacer adaptaciones asumibles en estos asuntos para que la relación continúe.
Por otro lado, cuando las divergencias no son tan extremas pero están ahí, también hay que comunicarse, exponer claramente al otro qué queremos y examinar juntos cómo de distantes son los puntos de vista.
Igual el otro no quiere casarse ahora, pero no lo descarta en el futuro. Igual el otro está abierto a compartir piso, pero no a casarse. Quizá no hay problema con lo de casarse pero sí con los hijos. Eso es conocerse, adaptarse mutuamente y negociar. Si finalmente la combinación de líneas rojas respectivas hace que la relación de pareja sea intransitable, simplemente hay que ponerle fin y no pasa nada.
Una relación de pareja seria, profunda y duradera exige conocerse, adaptarse, saber comunicar las propias necesidades y saber renunciar a algunas de ellas. En ese proceso pueden surgir conflictos que pongan en riesgo el bienestar psicológico de sus miembros. No pasa nada: si sucede hay que tomar responsabilidad y, si es necesario, consultar con un psicólogo capaz de acompañar a estas personas de manera individual o a los dos a la vez para que tomen la decisión más beneficiosa para ambos.
Si es tu caso, o vuestro caso, conéctate hoy mismo a la plataforma de ifeel. Un psicólogo profesional escuchará vuestro caso y os derivará al terapeuta de nuestro equipo que mejor se ajuste a lo que está ocurriendo.
Si hay que trazar líneas rojas en la relación de pareja, mejor hacerlo con un tono de rojo bonito y el pulso adecuado.