Adicción: cuando (no) sabes que ya ‘no controlas’

Te contaste que no lo necesitabas y que podías dejarlo cuando quisieras, pero no es verdad. Porque si no ya lo hubieras hecho. De hecho, lo has intentado varias veces y no has podido. Tienes un problema de adicción.

No entiendes cómo ni cuándo ha pasado. No comprendes cómo has llegado a este punto ni en qué momento se te fue de las manos, pero hace tiempo que dejaste de controlar. La verdad es que realmente nunca lo hiciste, y lo sabes, pero dolía demasiado reconocerlo en voz alta.

Has mentido continuamente para tapar el problema, pero lo peor no es sólo que has mentido a los demás, sino que te has mentido a ti mismo/a.

Y es que una de las principales protagonistas dentro de una adicción son las mentiras, no sólo las que se cuentan a otras personas, sino las que un adicto llega a contarse a sí mismo para no afrontar la realidad, para evitar asumir aquello que no le gusta o le hace daño. Y es que el autoengaño es uno de los puntos negros más resistentes cuando tratamos de abordar una adicción.

¿A qué se puede ser adicto?

Es importante señalar que se puede ser adicto a muchas cosas. No sólo hablamos de drogas o sustancias, sino también de otros objetos u elementos (comida, videojuegos…), actividades (juego, trabajo, sexo, compras, internet…), o personas sin ir más lejos (dependencia emocional).

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Ocurre que algunos objetos de adicción pueden estar más normalizados o aceptados socialmente que otros, pero eso no significa que sean menos dañinos. Por ejemplo no es tan fácil detectar cuando alguien tiene un problema con las compras, que cuando lo tiene con la heroína; nos encontramos en una sociedad consumista que considera normal comprar sin necesidad real, y por supuesto los efectos físicos de la heroína se ven mucho más rápidamente en el cuerpo de la persona consumidora.

Sin embargo, esto último, puede suponer un riesgo. Siguiendo el anterior ejemplo, en el caso de la adicción a las compras, no suele hacerse visible la dificultad hasta que las consecuencias son graves y se alcanzan deudas significativas, puesto que se tiende a normalizar y, en consecuencia, a restar importancia a la situación.

¿Cuándo te das cuenta de que tienes un problema?

Cuando no puedes prescindir de cualquiera que sea el objeto de adicción. Cuando intentas parar incluso, pero no lo consigues. Cuando tú esta vez te habías prometido tomar sólo una cerveza y te acabaste tomando siete. Has llegado a trabajar con un aspecto lamentable, te has gastado lo que no debías, y tu pareja se ha vuelto a enfadar contigo por cómo te pusiste la noche anterior, además de todo lo que dijiste o hiciste. Tú tal vez ni te acuerdas, pero te sientes (con perdón de la expresión) como una auténtica mierda. Y no es la primera vez, ni la segunda, ni la décima.

Aunque al principio trates de minimizarlo, te das cuenta de que algo falla cuando experimentas síndrome de abstinencia o ‘mono’ si no lo puedes hacer o tener a tu alcance, se levanta la inquietud y la ansiedad y tratas de conseguirlo por todos los medios. Te das cuenta de que se convierte en una rutina y lo echas mucho en falta si no lo haces o no lo tienes.

Cuando tu vida empieza a girar en torno a ello y se convierte en una prioridad, incluso a pesar de los problemas que te trae o las consecuencias negativas que genera: problemas con pareja, familia o amigos, bajo rendimiento laboral, dificultades de concentración, cambios de humor, malestares físicos o emocionales, aprietos económicos…

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Pero claro, esto no siempre ha sido así. Al principio era divertido y te sentaba bien, te aliviaba o distraía de tus preocupaciones, pero ya ni siquiera disfrutas tanto al hacerlo, de hecho, cada vez te sientes más culpable. Y sabes que tienes un problema precisamente por eso: una parte de ti empieza a sentirse mal al hacerlo. Y cuanto peor te sientes, más tiendes a ‘consumir’.

¿Y ahora cómo se sale de este círculo vicioso?

En ese momento ya estás en mitad del túnel, pero éste tenía una entrada y llevas tiempo caminando por la adicción, sólo que no te habías dado cuenta, o no querías verlo.

 

La adicción comienza cuando se hace un abuso de algo,
que se acaba convirtiendo en necesidad

 

Ese momento en el que empiezas a notar que te cuesta dejar de hacer algo, o que no disfrutas igual si no recurres al objeto de adicción. Ahí debe saltar la primera alarma. Es la primera señal para darnos cuenta de que algo no va bien.

Si te sientes identificado/a… Pide ayuda

Pide ayuda. De verdad, en serio, pídela. Perdona si me repito mucho, no quiero ser pesada, pero pide ayuda: no vas a poder con el problema tú solo/a.

 

La adicción es un carro demasiado pesado para un sólo caballo,
y es mejor pedir ayuda, que pedir auxilio

 

Pedir ayuda es es el primer paso y con frecuencia, uno de los más difíciles. Asumir que has caído en la trampa es desagradable, doloroso, y golpea aún más fuerte tu ya dañada autoestima. Pero reconocer que tienes un problema es lo único que te va a salvar, y te va a permitir abordar la situación para empezar a buscar soluciones.

No quieres preocupar, no quieres que se enfaden contigo, quieres superarlo por tu cuenta, no quieres que tengan esa imagen de ti, no quieres que se enteren, alguien como tú es imposible que haya caído en algo así, no quieres que te vean frágil o débil, te da vergüenza, miedo…

Ponte la excusa que quieras para no contarlo, pero si no hablas, la adicción acabará hablando por ti, y lo hará a voces. Y créeme, sus gritos duelen (mucho).

De hecho, es muy probable que tu entorno más cercano ya se haya dado cuenta de que pasa algo raro, o que incluso haya cerrado los ojos para no ver.

No eres la única persona negando la realidad

Con frecuencia la adicción no es cosa sólo de una persona. Obviamente al final del día, cada uno es dueño y responsable de su vida, y como tal, debe hacerse responsable de sus actos y las consecuencias que estos conllevan, pero la adicción suele tener una fuerte base familiar (así como otros problemas como los trastornos alimentarios).

Además de la carga genética, suelen darse una serie de patrones familiares y dinámicas relacionales que sostienen gran parte del problema. Es importante mirar la forma en la que se ha configurado el sistema familiar, la forma en que se comunican o relacionan los miembros, la manera de afrontar los conflictos o dificultades etc. Por eso se requiere de una intervención a varios niveles para hacer un abordaje completo de la adicción.

cristian newman 67308 min

 

Por poner una metáfora y evidenciar la importancia de la familia y allegados en este tipo de problemáticas, diremos que cuando en una familia hay un adicto, éste suele ser señalado como ‘el problema’. Ahora, ¿qué ocurre cuando se pone en manos de profesionales?

¿Qué pasa cuando ‘la oveja negra se pone a lavar’?

Pues que el resto de ovejas, en comparación, ya no parecerán tan blancas y se verán más grises. Y claro, esto no siempre agrada a todo el rebaño. Es por ello que familiares y personas cercanas pueden incluso bloquear o boicotear (accidentalmente) el progreso del adicto en tratamiento.

Si el adicto recibe ayuda profesional, se generarán probablemente crisis de pareja y de familia. La persona inicia cambios en su forma de ser, pensar y comunicar, en su vida en definitiva; y como tal, estos cambios también se experimentarán en sus relaciones personales, y afectarán a las otras partes involucradas… Y los cambios no siempre gustan a todos.

Problemáticas habituales que suelen experimentar las personas con adicción son: dificultad para posicionarse, para establecer límites y decir que ‘no’. Y como tal, tienen que aprender a decir que no, pero no sólo a la sustancia o actividad fruto de la adicción, sino que también tendrán que empezar a hacerlo con las personas de su alrededor.

Por ejemplo, si una madre no está acostumbrada a que su hijo adicto le diga que ‘no’ ante cierto tipo de peticiones cuando no ha consumido, y empieza a hacerlo, la madre puede no aceptarlo y pueden generarse conflictos entre ambos que acerquen al adicto a la frustración, a la confusión o contradicción, generando sentimiento de impotencia, incomprensión, enfado, tristeza  que, en consecuencia, también le acercan al consumo.

taylor davidson 24494 min

Tú no pareces un adicto, no puedes serlo, ¿o sí?

Me gustaría que te imaginaras mentalmente a un adicto. Seguramente muchas personas tengan en su cabeza el cliché del politoxicómano o heroinómano en pésimas condiciones físicas característico de los años 80 en España.

Pero ¿qué dirías si te dijera que esta imagen dista completamente de la realidad?

Podemos imaginar a ejecutivos de clase alta o trabajadores exitosos con altos ritmos de estrés y trabajo, y problemas de cocaína. Podemos hablar de amas de casa que se sienten fracasadas y que beben diariamente en casa para disfrazar la soledad, para mitigar el dolor que les provoca sentirse tan poco valorada por su familia, a la que ha dedicado su vida entera. Podemos pensar, no sólo en fiesteros que toman drogas de síntesis, sino en personas que rompen con su pareja, se deprimen y se enganchan a los fármacos.

O vayamos más allá. ¿Qué pasaría si te hablara de tu vecino y padre de familia respetable, de tu compañera de trabajo que continuamente compra por internet, o de tu primo, ése que tiene una vida normal pero siempre ha bebido un poco más de la cuenta? ¿Qué pasaría si te hablara de tu amigo, aquel que lleva fumando porros desde los 15 y lleva una vida normal y dice que ‘no le afecta’? Fuma porque quiere y porque le gusta, pero ¿tú crees podría dejar de fumar si quisiera? ¿Acaso no se le olvidan las cosas? ¿Acaso no ha generado dependencia?

Las personas con problemas de adicción son personas normales, como tú y como yo, personas que están atravesando un mal momento que se ha convertido en el disparador de la adicción, o que llevan mucho dolor acumulado. Personas que han buscado una vía de escape para escapar de ese dolor, de ese miedo o de su soledad.

La adicción, una vía de escape

Con frecuencia, cuando hablamos de adicción hablamos de vacío, de dolor, de miedo y sentimiento de soledad.

Uno o muchos dolores pueden esconderse detrás de la careta de una adicción: una ruptura de pareja, heridas del pasado o la infancia, abusos sexuales, un duelo no resuelto, maltrato, secretos familiares, negligencias parentales, problemas para tolerar la frustración o manejar la incertidumbre y la ansiedad, impulsividad, miedo a la soledad, sentimientos de culpa…

Lo importante no es tanto a qué se es adicto, sino qué intenta tapar la adición. Ésta permite aliviar temporalmente y anestesiar, aparentemente ayuda a olvidar o no recordar, pero la realidad es que es un disfraz con las patas cortas. Ofrece sólo resultados inmediatos y a corto plazo, no se puede sostener de forma permanente sin evitar daños y graves consecuencias.

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Además, a medida que se va desarrollando la adicción, el mecanismo y los procesos que la movilizan son cada vez más agresivos y más (auto)destructivos, tanto para la persona consumidora como para su entorno. Llega un momento en el que ni siquiera sirve para disfrutar o esconder aquello de lo que huimos.

Cualquiera o cualesquiera que sean los motivos que la adicción trate de ocultar, el sentimiento de vacío puede rellenarse de otras maneras más saludables. Se trata de descubrir cuáles son las más adecuadas para cada persona, afrontar con apoyo aquello de lo que se huye, y re-aprender nuevas formas de relacionarse con el dolor y las personas de su alrededor.

¿La adicción tiene cura?

Sí. Pero más que cura, lo que tiene es mucho trabajo personal detrás. Es una carrera de fondo, pero definitivamente merece la pena intentarlo.

 

Una vida de adicción, es una vida condenada al sufrimiento

 

Con trabajo, esfuerzo y constancia se puede salir del túnel, y aún más si se cuenta con una red de apoyo social o familiar. Eso sí, lo que es fundamental en estos casos es recibir ayuda profesional lo antes posible.

 

La adicción no desaparece de tu vida, pero se aprende a vivir con ella

 

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