Afrontar la muerte repentina de alguien a quien queremos nunca es fácil ya que, por definición, esa muerte nunca llega en el momento adecuado. Una vez que sucede, comienza un proceso psicológico complejo y difícil, pero completamente saludable, al que llamamos duelo.
Cada duelo es único y todos se ven condicionados por diferentes factores. El más importante de todos es la relación que había con la persona que ha fallecido. Por otro lado, están las características personales del doliente, también conocidas como “intrapsíquicas”, porque hablan de cómo es a nivel psicológico la persona que se queda. También son fundamentales las características en las que se produce la muerte del ser querido.
A veces las personas enferman y pasan días, semanas o meses batallando con su salud hasta que finalmente fallecen. Son procesos muy difíciles, a veces incluso traumáticos, para todos los implicados. No obstante, a menudo ofrecen la oportunidad de que la idea de la muerte pueda asimilarse de manera progresiva, aunque no por ello sea menos dolorosa.
En otras ocasiones la muerte aparece de manera repentina: una enfermedad fulminante, un accidente, un asesinato, un atentado, un suicidio… Entonces se produce un corte brusco y completamente inesperado no solo en nuestra vida cotidiana, sino en nuestro mundo psíquico, que es golpeado por un fuerte impacto del que hay que reponerse poco a poco.
Como decíamos, la muerte nunca es fácil y no es posible determinar con carácter general qué manera de morir provocará un duelo más “sencillo” que otros. Es un asunto muy personal.
Cuando pensamos en las personas a las que queremos, podemos decir: “Ojalá, cuando llegue el momento, sea algo tan rápido que nos permita vivir con normalidad hasta el último momento”. También podríamos pensar: “No soportaría la idea de una muerte repentina de mis seres queridos: aunque la enfermedad es dolorosa, ojalá cuando llegue el momento podamos ir haciéndonos a la idea poco a poco y tengamos tiempo para arreglar nuestros asuntos y despedirnos”.
Es importante insistir en que nada es lo ideal para todo el mundo. Cuando la muerte se produce tras una convalecencia (ya sea corta o larga) pueden producirse situaciones tan difíciles de manejar para los dolientes que se conviertan en factores de riesgo para un duelo complicado y que no se habrían producido si la muerte hubiera aparecido de repente.
Lo mismo ocurre cuando la pérdida es repentina. ¿Qué elementos debemos tener en cuenta en ese caso?
Factores a tener en cuenta al afrontar una muerte repentina
Aunque no son elementos totalmente específicos de las muertes repentinas, en esas situaciones se ven muy claramente. Examinémoslos con un poco más de detalle.
1. La fuerza del impacto emocional
En primer lugar, el impacto psicológico, que puede generar una reacción de shock más o menos duradera. Las noticias muy impactantes, por ejemplo la muerte completamente inesperada de un ser querido, pueden dejarnos en un estado de entumecimiento o frialdad que nos impide analizar con claridad el verdadero significado de lo que ha ocurrido y conectar con nuestras emociones. Es una reacción normal para adaptarnos a la situación y suele disolverse por sí sola de manera progresiva.
2. Imposibilidad para la despedida
Contar con tiempo suficiente para “cerrar” una relación, por ejemplo durante una enfermedad, no garantiza que las personas lo utilicen. Sin embargo, la muerte repentina de un ser querido imposibilita por definición el poder comunicarnos por última vez de manera consciente con la persona a la que queremos y despedirnos de ella. Es uno de los ejemplos más habituales de “asuntos inconclusos” que la persona tendrá que abordar durante su proceso de duelo.
3. Interrupción brusca de la relación
Especialmente con aquellas personas a las que más queremos, que forman parte de manera más habitual de nuestro círculo y con quienes compartimos proyectos, afrontar la muerte repentina implica afrontar un corte totalmente drástico en todos estos aspectos de la relación. Además de ser impactante y doloroso, eso da lugar a diversos “asuntos inconclusos” como los que hemos mencionado en el apartado anterior, entre otras tareas psicológicas que habrá que abordar durante el proceso de duelo.
4. Preocupación por las circunstancias de la muerte
En caso de que el fallecimiento no sea estrictamente fulminante, sino que tarda unos minutos u horas en producirse, pueden despertarse preocupaciones sobre si la persona sufrió mucho, si estaba sola, si se la pudo haber ayudado… Esta preocupación puede llegar a ser muy angustiosa y no siempre hay respuestas fehacientes que puedan contrarrestarla. Por eso puede ser un factor a tener en cuenta para que el duelo no se complique.
La importancia de recibir ayuda especializada
Estas son solo algunas de las peculiaridades a las que hay que prestar atención cuando hay que afrontar una muerte repentina de alguien a quien queremos. No obstante, como en cualquier proceso de duelo, existen más aspectos a tener en cuenta e irán apareciendo a lo largo del tiempo.
Puede que actualmente estés atravesando un proceso de duelo relativo a una pérdida significativa. En ese caso, es importante que sepas que se trata de una reacción natural de tu organismo y que no es algo que estés haciendo bien o mal: no es algo en lo que tengas que acertar o equivocarte.
No obstante, si sientes que el proceso se está poniendo más cuesta arriba de lo que puedes tolerar, no lo vivas en soledad: existen psicólogos especializados que pueden acompañarte y orientarte en este camino, al menos a través de unas recomendaciones básicas. Confía en ti y permítete tirar de los recursos que necesites, incluyendo la terapia psicológica. Estamos aquí para ayudarte.