Las habilidades sociales son las capacidades que nos permiten relacionarnos con otras personas de forma efectiva. De ellas dependerá que tengamos una buena comunicación y sepamos transmitir un mensaje. Son fundamentales de cara a nuestro día a día en todos los entornos (familia, trabajo, pareja, amistad…), ya que de ellas depende que los demás nos entiendan y, de este modo, que podamos conseguir nuestros objetivos.
Las habilidades sociales son herramientas de comunicación verbal (lo que se dice) y comunicación no verbal (gestos, posturas corporales, la mirada, la sonrisa…). Se trata de destrezas que se aprenden desde la infancia, desde nuestros primeros años de vida, en los que interactuamos con los demás. Por eso, las habilidades sociales no son algo que tengamos ya incorporado desde nuestro nacimiento.
Como ya hemos apuntado, la familia es un escenario fundamental par adquirirlas. De pequeños aprendemos observando e imitando a nuestros padres, que son nuestros modelos más cercanos. Si tenemos la suerte de contar con unos padres con buenas habilidades sociales, nosotros también las tendremos. Sin embargo, en el caso de que no sea así, nos tocará aprender a desarrollar habilidades sociales en nuestra vida adulta, aunque cueste un poco más.
Mediante las habilidades sociales se expresan emociones, deseos, sentimientos u opiniones. El psicólogo Arnold Lazarus habló en 1973 de cuatro dimensiones conductuales que engloban las habilidades sociales:
-Capacidad para decir no.
-Capacidad para pedir favores y hacer peticiones.
-Capacidad para expresar sentimientos positivos y negativos.
-Capacidad para iniciar, continuar y acabar conversaciones.
Dentro de las habilidades sociales destaca la asertividad. Entendemos asertividad como la capacidad para expresar lo que pensamos y sentimos de una manera adecuada, sin herir al otro, defendiendo nuestros derechos. De este modo, soy asertivo cuando expreso mis opiniones de manera directa, cuando puedo decirle a alguien, esto no me gusta o no estoy de acuerdo o cuando no quiero hacer algo y soy capaz de expresarlo sin sentirme culpable. También cuando expreso quejas sin hacer daño pero dejando muy claro mi punto de vista, cuando hago peticiones, etc. Lo mejor es que, si no tienes estas capacidades muy desarrolladas, todas ellas se pueden aprender.
Primero tengo que saber que hay tres estilos de respuesta (pasivo, agresivo y asertivo), así puedo saber dónde me ubico. La persona que utiliza un estilo pasivo no se respeta a sí misma. Se caracteriza por no dejar claro su punto de vista, no expresar sus opiniones ni sus sentimientos y mantenerse al margen dejando que sean otros los que decidan. Es una persona que no confía en sí misma, tiene baja autoestima y es fácilmente manipulable. Puede sentirse triste o enfadado por no haber expresado lo que realmente quería. Estas personas temen ser rechazadas o incomprendidas.
Quienes utilizan un estilo agresivo no respetan los derechos de los demás. Son los que imponen su criterio sin escuchar al otro, hiriendo sus sentimientos. Tienden a sobrevalorarse considerándose superiores a los demás e, incluso, despreciándolos.
Por último, el estilo asertivo es la mejor opción. Lo usan las personas que saben expresar sentimientos y opiniones sin perjudicar al resto. Respetan sus propios derechos y los de los demás. Son personas seguras de sí mismas y felices. Saben evitar los conflictos.
¿Con qué estilo te identificas tú? A continuación dispones de unas pautas para actuar de forma asertiva, ya que es lo más adecuado.
Cuando dices lo que realmente quieres decir, independientemente de que lo consigas o no, te sientes muy bien, liberado, sin estrés ni tensión. Muchas veces vamos acumulando tensión, que deriva en enfado, tristeza e, incluso, enfermedad física porque no sabemos expresar lo que queremos, lo que pensamos o sentimos. A veces porque pensamos que el otro se puede enfadar, por timidez, por baja autoestima, etc. Para que esto no ocurra, hay que aprender a ser asertivo. ¿Cómo? Utilizando frases que empiecen por “Me gustaría que tú…” cuando queremos pedir algo en lugar de utilizar imperativos. También diciendo “Cuando tú haces ‘x’ yo me siento triste, enfadado… Por eso, me gustaría que….” si queremos expresarle al otro que nos referimos a un comportamiento concreto que tiene a veces, no a una forma general de comportarse; además, lo hacemos proponiendo un cambio. Esto es comportarse de manera asertiva.
Un aspecto clave de la asertividad es que está relacionada con la autoestima, la cual tiene que ver con el grado de satisfacción personal y con la forma como cada persona se habla y se juzga a sí misma.
En el caso de las personas con buena autoestima, se aceptan tal y como son expresando sus necesidades. No necesitan de una manera tan intensa o constante la aprobación de los demás. Por tanto, una buena autoestima implica que la persona sea asertiva, que se comunique bien.
¿Cómo decir que no?
También es muy común no saber decir “No”, de manera que muchas veces se termina aceptando propuestas o ideas que no te gustaban, pero que al final accedes. Aquí tienes dos técnicas para aumentar esta capacidad:
- Técnica del disco rayado, que consiste en insistir en el mismo mensaje sin salir de él y sin ceder a lo que el otro quiere. Por ejemplo, cuando un vendedor quiere vendernos algo le mostramos siempre el mismo mensaje (ejemplo: “No me interesa”). Aunque él insista en explicarnos todas las cualidades del producto, llegará un momento en que se canse.
- Técnica del banco de niebla, que consiste en expresar un acuerdo parcial sin cambiar nuestra decisión final, aunque el otro puede enfadarse. Por ejemplo, cuando un amigo nos pide que vayamos a tomar algo y no nos apetece, pero pensamos que se puede enfadar si le decimos que no. Le decimos que nos gusta su plan, pero que no nos apetece. ¿Te suena esta situación? “Alfonso, este fin de semana es la feria de la tapa de mi pueblo, ¿quieres venir?”, y tú le respondes: “Suena muy bien, me gustaría ir, pero estoy muy cansado y voy a quedarme en casa”. También se le puede añadir una propuesta al terminar la frase y proponerle otro plan para otro día.
En definitiva, adquirir y potenciar la habilidad social de comportarte de manera asertiva te hará sentirte mejor, porque te permitirá defender tus derechos y expresar aquello que desees sin hacer daño al otro. Si cambias tu forma de expresarte, verás que es más probable conseguir tus peticiones, así como tus objetivos. Practica la asertividad y verás cómo los demás modifican su comportamiento. La asertividad nos hace más felices.
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