En el mundo de los intangibles fundamentales de cualquier compañía no podemos olvidar la reputación corporativa. A veces cuesta definirla, pensando que es algo abstracto, invisible, algo que no podemos medir o que, al ser tan relativo, ni siquiera conviene que le dediquemos energías. Plantearlo de esta manera es un error y el primer paso para la futura desaparición de una empresa por no tomarse en serio tanto la parte de sí misma que se ve como la que no se ve.
Cuando hablamos de reputación corporativa nos referimos a su prestigio social, el nivel de potencia, calidad y bondad que es posible atribuirle y que, por supuesto, puede variar en función de diferentes circunstancias tanto para bien como para mal.
Imaginemos que, en lugar de referirnos a empresas, examinamos la reputación que tenemos como personas o como profesionales. En ese caso hacemos referencia a la idea que los demás tienen de nosotros. Aunque nos cueste creerlo, tendemos a dar por hecho que controlamos la imagen que ofrecemos a los demás y, por tanto, que controlamos la imagen que los demás perciben de nosotros y que, a su vez, transmiten a otros. Esto es real hasta cierto punto, pero conviene no llevarse a engaño: las cosas no son tan sencillas y muchas veces tenemos mucho menos control y mucha menos conciencia de esa imagen de la que nos gustaría… o de la que pensamos.
En realidad, nuestra capacidad de control sobre la imagen que los otros construyen sobre nosotros es relativa. Entre la imagen que pensamos que les ofrecemos y la que les ofrecemos de verdad hay un hueco. Entre la que les ofrecemos de verdad y la que ellos perciben hay otro hueco. Entre la que ellos perciben y la que ellos nos devuelven (a nosotros, o a otros) hay otro hueco. Es decir, la información fluye, sí, pero con algunas interrupciones o interferencias con las que debemos contar para, en la medida de lo posible, neutralizarlas.
Algo parecido sucede con la reputación corporativa, es decir, con la imagen de una empresa que tienen sus clientes internos y externos, actuales y potenciales. También sus stakeholders directos e indirectos, la competencia, el público en general. En definitiva, el mundo. ¿Conviene controlar esa reputación, cuidarla e, incluso, manipularla a nuestra conveniencia para crecer como organización y posicionarnos por encima de la competencia? Desde luego. ¿Podemos hacerlo completamente? En absoluto.
No hay ninguna empresa que esté completamente libre de sufrir en algún momento lo que se llama una “crisis de reputación”, o crisis de imagen. Una noticia polémica, un patinazo en redes sociales, una campaña de marketing inoportuna, un escándalo protagonizado por un miembro del consejo de administración… Es evidente que hay empresas que gozan de una reputación corporativa excelente, pero los peligros para su imagen y su prestigio están ahí, acechando para cuando bajen la guardia. Y los daños pueden producirse de manera inesperada, rápida y brutal.
3 líneas de actuación para cuidar la reputación corporativa
La reputación corporativa es, definida de una manera muy simple, la confianza que inspira una determinada compañía en base a la imagen que desprende o, como hemos visto, en base a la imagen que desprende para un determinado observador. Para manejarla correctamente es imprescindible guardar una coherencia entre la marca, los resultados, la imagen, el clima laboral y la cultura empresarial, entre otros aspectos, sabiendo que hay muchos otros que escapan a nuestro control y que pueden llegar a impactar en la reputación corporativa cuando menos lo esperamos.
En cualquier caso, toda compañía debe tener en cuenta al menos tres líneas estratégicas para, en la medida de sus posibilidades, proteger sus reputación corporativa de las amenazas que pueden perjudicarla.
1. Cuidar la empresa desde dentro
Se trata de mimar la experiencia del empleado, fomentar el clima laboral favorable, tomarse en serio la coherencia entre la cultura empresarial y la vida cotidiana de los trabajadores. No hay mejor comienzo para lograr una reputación corporativa positiva de puertas para afuera que tener una buena reputación corporativa de puertas para adentro. Esto favorecerá la atracción del talento a través de procesos fluidos de inbound recruiting y, por supuesto, su futuro desarrollo y retención dentro de la compañía.
2. Arriesgar con sentido común
No hace falta ser siempre conservadores, pero tampoco nos peguemos un tiro en el pie por el puro afán de llamar la atención. Hay que tener cuidado con las decisiones arriesgadas, especialmente las que se refieren al departamento de marketing, comunicación y publicidad. Pensarlas una y otra vez, consultarlas y cotejarlas, estar seguros de que no dejamos cabos sueltos por donde puedan comernos los tiburones. En la era de las redes sociales basta un anuncio mal planteado para sacarse de la manga una crisis de reputación de la que cueste tiempo recuperarse, si se logra.
3. Generar un buen producto o servicio
A veces olvidamos lo más importante: la misión, la tarea, la razón de ser de la empresa. Acabamos decir que un buen comienzo para la reputación corporativa pública es que la reputación interna sea buena (que a los trabajadores les guste la empresa). Pues bien: cuanto mejor sea el producto que se realiza, el servicio que se presta y, ¡fundamental!, la atención al cliente, más probabilidades habrá de construir una reputación corporativa sólida ante un público realmente amplio.
Ifeel cuenta con un programa de bienestar emocional para empresas, diseñado por su equipo de psicólogos expertos con el objetivo de ayudar a las compañías a cuidar su reputación corporativa como herramienta clave para la mejora de la productividad de una manera sostenible, teniendo como centro la salud mental y el compromiso de sus principales activos: los trabajadores.
Gracias a esta colaboración, los responsables de recursos humanos pueden recibir asesoramiento personalizado y basado en datos sobre cuáles son los principales factores de riesgo para la imagen y el prestigio de la compañía y qué aspectos deben fomentarse para lograr una buena reputación corporativa.
Por otro lado, el programa de bienestar emocional para empresas de ifeel ofrece a los empleados un servicio de cuidado de su salud mental estructurado en diferentes niveles en función de lo que necesiten en cada momento. De este modo, pueden acceder a diversas herramientas de cuidado de su salud mental con la app de ifeel. En un segundo nivel pueden recibir soporte emocional a través de un chat con uno de los psicólogos colegiados de nuestra plataforma. Si prefieren una ayuda más continuada en el tiempo solo tienen que acceder al tercer nivel del programa: la terapia psicológica online con un psicólogo especializado en casos como el suyo.
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