La de vivir para trabajar se ha convertido en una de las amenazas de nuestro tiempo de las que es más difícil desembarazarse. En general, el estrés relacionado con nuestro trabajo puede deberse a diferentes motivos. Uno de ellos es la percepción que tenemos sobre cómo distribuimos nuestro tiempo. Esto nos lleva a hacernos constantemente una pregunta que puede llegar a ser muy incómoda: ¿vivimos para trabajar o trabajamos para vivir?
El trabajo es un aspecto muy relevante en la vida de toda persona. No es nada inocente y no se limita solo a “hacer” cosas por una cierta cantidad de dinero. Ten en cuenta que eso que llamamos de manera un poco imprecisa “el trabajo” tiene que ver con algo en lo que invertimos gran cantidad de tiempo, que nos proporciona nuestro sustento para vivir y en lo que intervienen mucho las relaciones sociales.
A menudo se dice que pasamos mucho más tiempo con nuestros compañeros de trabajo que con nuestros amigos y familiares. A no ser que trabajes junto a tus allegados o que seas un freelance que trabaja en casa por su cuenta, esto es lo que hay.
Es decir, el trabajo es como una especie de núcleo del que dependen muchas otras áreas de nuestra vida: realización personal, ocio, ingresos que podemos invertir en diferentes aspectos, calidad de vida, preocupaciones, grandes y pequeñas satisfacciones….
Vivir para trabajar: evitarlo en la medida de nuestras posibilidades
Invertimos en cosas que tienen que ver directa o indirectamente con el trabajo mucho más tiempo de lo que invertimos en cualquier otra faceta de nuestra vida. Por supuesto, la buena y la mala noticia es que, en lo que a tiempo se refiere, no se trata únicamente de cantidad sino, sobre todo, de calidad.
Por esto mismo es muy fácil despistarse y es muy importante que no lo hagas. La vida no es perfecta, todos lo sabemos. Ya sabes: te ganarás el pan con el sudor de tu frente y todas esas cosas que nos han enseñado desde que el mundo es mundo. La frente puede llegar a sudar mucho, así que lo mejor es saber encontrar buenas sombras y tener a mano refrescos suficientes que puedan compensar de tanto esfuerzo por un poco o un mucho de pan.
Cuando se habla de la eterna dicotomía entre vivir para trabajar o trabajar para vivir se abre ante nosotros un inmenso batiburrillo de teorías, lugares comunes, fantasías proféticas de inspirados -o directamente iluminados- del mundo laboral… Se habla permanentemente de la idea de ser tu propio jefe (eufemismo para hablar de hacerse autónomo), distinguir el esfuerzo del sacrificio (casi cuela), emprendimiento (eufemismo para “búscate la vida”) o la anhelada tierra prometida de convertir tu pasión en tu modo de vida.
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También se habla bastante de aspectos más serios: salud laboral, síndrome de burnout, conciliación entre el trabajo y la vida personal o familiar, etc. No es que no tengas que fijarte en todo, ¡nunca sabes de dónde va a llegar la inspiración para vivir mejor! Pero la recomendación profesional es que, para disminuir tu estrés y aumentar tu salud laboral adaptes las teorías poéticas a tu realidad sin frustrarte al comprobar que no siempre pueden encajar del todo.
Trabajar, vivir y cruzar la calle
Distribuir de manera equilibrada y justa el tiempo que dedicamos a nuestro trabajo y el que dedicamos a otras facetas de nuestra vida puede llegar a generarnos una gran tensión. Cuando el trabajo lo ocupa todo más nos vale tener un trabajo bonito, con sentido y bien remunerado.
De lo contrario, acabaremos asociando todo lo relacionado con el trabajo con falta de motivación, con algo tan demandante que nos impide desarrollar ámbitos diferentes de nuestra vida o bien con unas exigencias tan difíciles de satisfacer que se convierten en una amenaza de la que solo es posible escapar trabajando más y más horas para mantener callado al monstruo.
Darle vueltas a este asunto constituye una preocupación muy recurrente en nuestras vidas, sobre todo si nos comparamos con algunas culturas parecidas y no tan parecidas a la nuestra.
¿Has oído hablar del paso de cebra de Shibuya? Está en Tokio, se dice que es el cruce más abarrotado del mundo y probablemente lo sea. Lo que está claro es que, con tanta estimulación como hay en Shibuya y tanto ruido ambiental para poder procesarla sin que nos sature, pocas veces cruzar una calle ha supuesto un reto tan claro para nuestra tolerancia al estrés.
Estrés laboral, arma letal
La buena noticia, al menos para los tokiotas, es que su manera de trabajar debería tenerlos bastante entrenados para tolerar el reto urbano que a veces supone llegar a la acera de enfrente. No en vano, los japoneses tienen fama de dedicar una parte muy extensa de su tiempo al trabajo y muy pocos días a sus vacaciones. De hecho, reparten los días laborables y los días de descanso de una manera muy diferente a la nuestra… y descompensada, según nuestros estándares y valores.
Entrenados o no, lo cierto es que, en ocasiones, esta manera de trabajar se les llega a ir de las manos en cuanto a la salud laboral. Tanto es así que ellos mismos tienen una palabra, karoshi, para referirse a aquellas situaciones en las que alguien muere por una sobrecarga de trabajo. Inquietante, ¿verdad?
La inspiración viene del norte
Si no queremos que el estrés nos haga morir con las botas puestas también podemos fijarnos en otros modelos. Algunos países europeos, especialmente los escandinavos, también tienen fama de ser muy trabajadores pero, a la vez, muy eficientes en cuanto al tiempo que dedican a la oficina, huyendo de lo que a nosotros nos parecerían “excesos japoneses”. Esto se debe, entre otras, cosas, a que consideran que su manera de organizarse es buena para la salud de los trabajadores. Y ya sabes lo que dicen: lo que es bueno para la salud de los trabajadores es bueno para la salud del negocio.
Además de dar importancia al trabajo, en estos países también valoran enormemente la capacidad de las personas para tener “una vida al margen de la oficina”.
Para potenciar que sus trabajadores no vivan para trabajar sino que reserven tiempo para otras cosas, en estos países suelen existir normas muy estrictas que regulan los horarios laborales. Sobre todo las empresas muy comprometidas con la salud de sus trabajadores animan a estos a que reserven una parte suficiente de su tiempo para otras facetas e incluso ven con malos ojos que alguien dedique “demasiado” tiempo al trabajo. ¿Por qué? Porque no consideran que esa persona sea muy trabajadora sino que es alguien que no sabe organizarse suficientemente bien.
Según diferentes informes internacionales, estos países han encontrado desde hace décadas una fórmula para conseguir que la famosa conciliación de la vida personal y laboral no sea algo de lo que todo el mundo hable pero solo unos pocos afortunados hayan visto, sino una realidad que favorezca la salud de las personas y, lo que para algunos es más importante, las cuentas de resultados de todo tipo de empresas.
Ansiedad y depresión asociadas al trabajo
Pongamos en práctica o no las recomendaciones de los gurús laborales más modernos, está más que comprobado que cuando no distribuimos adecuadamente el tiempo de trabajo es fácil desarrollar cuadros severos de ansiedad y depresión relacionados, sin duda, con un nivel de estrés muy elevado.
Quizá no estamos cerca de un apocalipsis zombi karoshi, pero habrás notado que, si bien España no es Japón, tampoco es Noruega… ni se le parece. O, lo que es lo mismo: muchas horas, poco resultado, muchas cosas descuidadas fuera de la oficina y tampoco tanto dinero. Y mientras, mucho mal humor, mucha baja por ansiedad y mucha baja por depresión.
Más allá de los chistes o de la pereza que el domingo nos da “ir al cole mañana”, debemos prestar atención a ciertas señales de alarma que, a la larga, repercutirán en nuestra salud física y psicológica.
Cuando alguien percibe las metas impuestas por su trabajo como demasiado exigentes o únicamente alcanzables al precio de sacrificar su tiempo, acaba desgastando su salud en el trabajo y generando un cuadro de burnout. Son los primeros síntomas del estrés laboral.
Entre otras cosas, la persona acaba aprendiendo que su fuente de validación principal es el nivel de excelencia de los rendimientos que puedan hacer para su empresa. Nuestros corresponsales en las consultas de psicología nos informan de que esto es un mal negocio.
4 consejos para lidiar con la ansiedad laboral
¿Sabías que la depresión y la ansiedad están consideradas como auténticas epidemias en lo que se conoce como mundo occidental? ¿Sabías que las bajas por ansiedad y depresión son el motivo número uno de ausentismo laboral en países como el nuestro? Está claro que la conexión entre trabajo y calidad de vida (o falta severa de calidad de vida) es muy estrecha.
1.Sé asertiva
A no ser que seas bombero o presidenta del gobierno es altamente probable que puedas dejar para mañana lo que también podrías hacer hoy si le echaras un par de horitas más a la tarea. Ahí ya tienes un ejemplo de decisión sobre vida fuera y dentro del trabajo.
Quizá tus jefes te proponen que asistas a algo de manera totalmente optativa fuera de tu horario y ves que algunos de tus compañeros escurren fácilmente el bulto con la excusa de que tienen hijos que recoger de la guardería, padres a los que acompañar al hospital, segundos y terceros trabajos a los que llegar a tiempo… Y a ti, que estás libre como el viento, solo te atenaza la idea de que no tienes excusa para decirle que no a tus jefes a esa tarea extra, a ese café, a esa comida antes de marcharos todos cada uno por vuestro lado.
No te engañes ni te sientas culpable: tú también tienes un bebé que atender, y ese bebé eres tú, ese bebé tiene un compromiso ineludible con su sofá, con su compra, con sus tareas del hogar, con su cita, con su ratito en la playa después de la mañana de oficina. Recuerda que conciliar conciliamos todos, no solo la gente que tiene hijos (u otras personas a su cargo). Recuerda que el soltero o persona sin hijos no es necesariamente el tonto útil de la oficina.
Pon límites. Primero a ti y luego a los demás, al sistema. Hazlo en ese orden. Cuando le pones un límite a otra persona es porque antes te lo has puesto a ti misma. Es decir, porque antes has tomado la decisión de no claudicar, de no decir que sí a todo de manera impulsiva o indeseada sino que te has contenido y has optado por probar a repartir los sacrificios.
2.Aprende a parar
Por otro lado, todos conocemos el gustito que da tachar cosas de la lista e irnos a casa con la sensación de que hemos hecho muchísimas cosas (esto se empieza a conocer como sensación de autoeficacia, ¿cómo te quedas?) pero insistimos: si no eres bombero o presidenta del gobierno tienes que saber desconectar y dejar para mañana lo que se puede hacer mañana. ¿Qué tal si le dedicas un poco de tiempo a tu ocio y tus amistades en lugar de tachar cosas de la lista como una loca?
3.No te estreses por no saber desestresarte
Si tu trabajo te llena, te gusta o, simplemente, no tienes nada mejor que hacer que trabajar mucho, no hay nada de malo en que te vuelques en tus tareas -a corto plazo- o en tu carrera laboral a largo plazo. La sugerencia es que aprendas a distinguir: ¿no tengo nada mejor que hacer porque no dejo nada de espacio a otras posibles actividades o es que mi vida-es-trabajar y esta es mi manera particular y respetable de disfrutar de mi vida? Los matices a veces son difusos, pero el tema merece una reflexión. Piensa en ello de camino a casa.
Ojo con esto último: trabajar mucho no tiene nada de malo mientras sea algo elegido en la medida de lo posible, disfrutado en la medida de lo posible y, además, no te aísle. Es bueno cultivar diferentes facetas y sobre todo cultivar relaciones profundas y satisfactorias en entornos que no sean el trabajo. Los compañeros son compañeros, y excepcionalmente algunos de ellos se convierten en amigos, pero en la mayoría de los casos no van a estar ahí siempre porque tu trabajo actual no va a estar ahí siempre. No te olvides de prestar atención a tu vida fuera del trabajo.
4.Concreta
Si has llegado a la conclusión de que no quieres vivir para trabajar sino trabajar para vivir es bueno que la lleves a la práctica, que se refleje en cosas concretas de tu vida diaria. Eso no quiere decir que tengas que hacer un cambio radical de vida (o sí, pero no te angusties, que no te entre ahora el estrés por eso, porque no es imprescindible ser tan drásticos).
A veces basta con seguir haciendo prácticamente lo mismo que has hecho hasta ahora pero con una actitud diferente. Otras veces puedes hacer pequeñas modificaciones en tus horarios, en tus hábitos de comida o transporte, distribuir de manera diferente tus tiempos fuera y dentro de la oficina, planificar mejor tus ocupaciones para que el tiempo cunda más, dar el paso de por fin dedicar algunos recursos (tiempo, dinero, esfuerzo físico o mental…) a alguna actividad que te gustaría emprender, ya sea en forma de hobby o de formación, por ejemplo.
Lo importante es que si quieres tener una vida que no se base solo en lo que tiene que ver con lo laboral puedas concretarlo al máximo, hacerlo real al máximo y, en la medida en que sea posible, no posponerlo para un “más adelante” lejano o indefinido.
Hoy ya es el primer día en que puedes vivir un poco más y trabajar un poco menos sin traumas, sin dramas, sin grandes cambios que den más miedo que disfrute y sin tener que solicitar una baja por ansiedad. Si no sabes cómo hacer esto o bien ya has llegado demasiado lejos en tu cuadro de estrés no te preocupes: en ifeel estamos aquí para ayudarte. Nuestro equipo de psicólogos trabaja cada día con este tipo de problemas y pueden ayudarte a dar esos pasos que necesitas en este momento para que el trabajo no sea un monstruo que te devore sino un medio que te permita vivir lo mejor posible.