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ToggleLa madurez emocional es una de las virtudes más ansiadas por muchas personas. Más allá de la mera adquisición de experiencia que es inevitable según avanzamos en edad, la madurez emocional consistiría en el resultado de un proceso: el de integrar aprendizajes y responder adecuadamente a ellos, un proceso que tiene lugar desde nuestra infancia.
¿Qué es la madurez emocional?
En realidad, el concepto de madurez emocional es bastante ambiguo, relativo o vago. Por eso no queda del todo claro si lo que predomina en ella es el componente emocional -es decir, si la madurez es una manera especial de experimentar las cosas que suceden- o si, por el contrario, tiene características más cognitivas: más mentales o propias del pensamiento.
La Real Academia parece decantarse más bien por esta segunda posibilidad en su definición de la madurez, indicando que se trata de “buen juicio o prudencia, sensatez”. Siguiendo esta definición, las personas maduras razonan con habilidad, no se meten en líos innecesarios y son capaces, por tanto, de tomar buenas decisiones.
No obstante, una definición más profunda del concepto de madurez requeriría hacer una serie de intersecciones entre diferentes características, por ejemplo la sabiduría, el conocimiento, la templanza y la inteligencia. Lo que queda claro es que la madurez es una mezcla borrosa de aspectos mentales y emocionales.
Está claro que todas las personas tenemos más o menos madurez en función de muchos factores: la educación que hemos recibido, las cosas que nos han ido pasando a lo largo de la vida y cómo hemos procesado toda esa amalgama: a qué conclusiones hemos ido llegando y qué impacto han tenido en nosotros esos acontecimientos.
Sea como sea, calma: la madurez total no existe. No hay nadie que sea cien por cien “maduro”, igual que no hay nadie cien por cien valiente, inteligente o simpático. De hecho, todas las personas tenemos una parte de nosotros más inmadura, es decir, que está “más verde”.
Esta cara, que a mucha gente le hace sentir culpable o que se trata de contrarrestar por todos los medios, tiene que ver con nuestra vulnerabilidad, con nuestra parte más infantil y, por tanto, más dependiente e irresponsable. Nuestra parte inmadura se alimenta, también, de aquellas cosas que no hemos podido superar o que todavía no hemos aprendido a tolerar y hace que, en ocasiones, no nos comportemos de la forma más brillante posible o bien nos desgastan excesivamente.
A continuación, para que profundicemos un poco más en el concepto de madurez y puedas reconocerte en alguna de sus facetas, te indicamos 10 características propias de la persona madura:
Características de una persona madura:
Se responsabiliza de las consecuencias de sus actos. La persona con un buen nivel de madurez admite sus errores, no intenta maquillarlos.
Reacciona de manera ecuánime. Es equilibrada y justa. Aunque lo experimenta y conoce de manera consciente, no se deja dominar por su miedo ni entra en pánico fácilmente. Tiene una capacidad adecuada para dominar sus emociones sin estrangularlas.
Pone en práctica lo que ha aprendido. La madurez tiene que ver con la inteligencia y la inteligencia es, entre otras cosas, la capacidad para aprender de la experiencia. Por eso, la persona madura tiene perspectiva consciente de su propia vida y la utiliza para tomar decisiones. No se limita a quejarse. Tiende al optimismo.
Conoce sus límites y calcula adecuadamente los riesgos razonables de una acción. Innova sin forzar. No asume más de lo que puede abarcar. Es atrevida pero prudente, no es temeraria.
Tiene en cuenta su influencia sobre los otros y no intenta aprovecharse ni de su posición ni de sus conocimientos. No hace trampas. Además, la persona madura sabe escuchar. No se centra solo en sí misma sino que tiene en cuenta a los demás. Es consciente de que puede aprender de otras personas y busca una visión global de los acontecimientos.
Es resistente, lo que le permite amortiguar el impacto de muchas cosas negativas que le suceden en su vida, como cuando nos deja la pareja o nos dicen que no tras una entrevista de trabajo. De hecho, ha sabido aprovechar el potencial de sus experiencias negativas para fortalecerse, en lugar de para debilitarse o endurecerse. La persona madura es resiliente.
Sabe manejarse en la vida de manera autónoma de acuerdo a sus capacidades. Es hábil. Sabe pedir ayuda pero no lo hace de manera lastimera. No se posiciona como una víctima, sino que es capaz de establecer puentes sanos de colaboración mutua con otras personas.
No hace chantaje emocional. Su estilo comunicativo a la hora de expresar sus necesidades y pedir responsabilidades a otros está marcado por la asertividad. Es capaz de hacerse respetar sin “perder los papeles” y sin agredir a otros, ni siquiera sutilmente.
Sabe disfrutar y se esfuerza por hacerlo. Reserva tiempo para sus propios placeres y encuentra espacio suficiente en su vida para la diversión.
Cumple adecuadamente con sus responsabilidades y obligaciones. No pone en serio riesgo las cosas importantes de su vida a no ser que sea por poderosas razones. Es formal, digna de confianza, sabe cuidar de sí misma.
Conocer en qué consiste eso de la madurez puede ayudarte a ser consciente de tus virtudes y tus carencias. También a ser benevolente con la manera que tienen los demás de funcionar en la vida. Piensa que tanto tú como ellos sois personas que intentan crecer y comportarse de una manera más madura, en la medida de vuestras capacidades. Paso a paso.
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