Esta es una emergencia para equilibristas. Es decir, exige un entrenamiento intensivo en la capacidad para deambular de un precipicio a otro pisando un cable sobre el vacío, un vacío de profundidad diferente para cada uno. Los agresivos deben contenerse. Los listillos (¡son tantos!), aprender a ser más humildes. Los apegados, soltar. Los solitarios, encontrarle nuevas vueltas de tuerca a su convivencia consigo mismos. Y así sucesivamente.
La situación es para todos incómoda y para muchos, realmente dramática. Para quienes viven el drama verdadero de la emergencia sanitaria, ese que va más allá de quedarse en casa y echar de menos el sol, este artículo no está especialmente dedicado. Lo único que ellos tienen pendiente, tanto si son afectados directos como si son trabajadores, es tener un poco de suerte, es decir, contar con que su suerte vuelva a equilibrarse. La suerte de contar con los apoyos necesarios, la de que su desgracia acabe cuanto antes, la heroicidad de reponerse de la mejor manera posible. Esos son su cable, su vacío, sus precipicios.
Los demás, quienes (solo) estamos (muy) incómodos, sí tenemos pendiente una lección que juzgo obligada. La verdadera lección del equilibrista. La de encontrar un sano equilibrio entre quejarse y guardar silencio, entre desahogarse y alimentar el ruido, entre permitirse un descanso de ciertas rutinas y conservar las suficientes como para que nuestra vida cotidiana no pierda la necesaria estructura.
El cable del equilibrio mental
Aprecia lo que tienes
Si tu realidad no es el drama entonces conviene que aprecies. Aprecia que tú y la gente a la que quieres estáis sanos, que conservas tu trabajo o parte de él, que la luz y el agua no se han ido, que la nevera y la vitrocerámica no se han estropeado. Aprecia que hay internet y que tienes reserva de libros por leer. Aprecia que no se te ha olvidado la llave dentro de casa al bajar la basura o que no se te ha roto la cerradura.
Aprecia que en tu ciudad los niveles de contaminación han descendido increíblemente durante unas semanas y las calles están más limpias que nunca aunque tú no las veas. Aprecia que tu televisión funciona y que en ella dispones de plataformas para ver películas y series en abundancia. Que tienes una ventana o un balcón al que asomarte, que no vives en un bajo interior.
Si vives solo aprecia que nadie te molesta ni molestas a nadie. Si vives con alguien que te cae bien aprecia que tienes alguien que te puede abrazar. Aprecia que no vives confinada con tu maltratador o con un compañero o familiar al que detestas. No hay nada de malo en que te lamentes de tu suerte, de lo que no tienes, de lo que has perdido, pero reserva espacio suficiente en tus energías para recordar lo que sí tienes.
Guarda silencio
En general, nuestro tiempo es el tiempo del ruido, ya lo era mucho antes de la emergencia sanitaria. Vivimos rodeados de un zumbido ensordecedor, de una vorágine de movimiento, opinión, empachos (des)informativos, tareas simultaneadas hasta lo delirante.
Lamentablemente, la emergencia sanitaria de la COVID-19, en lugar de apagarlo como ha apagado el ruido del tráfico, no ha hecho sino intensificar ese ruido insoportable, con la diferencia de que ahora tenemos menos trampillas por las que escapar de él. Quejarse está bien, opinar está bien, compartir está bien. Pero aprovecha estas semanas, además de para cocinar, leer, pintar, dormir, o no hacer nada en absoluto -que también es legítimo- para esforzarte en perfeccionar el noble arte del silencio.
Antonio Muñoz Molina comentaba el otro día en la radio que, consciente de todos esos profesionales que, desde diferentes, diversos y a menudo invisibles puestos están haciendo que el país siga funcionando al precio de un enorme coste personal, y frente a tantos cientos de personas que están sufriendo en los hospitales y en las casas, se sentía llamado a mantener una actitud de respetuoso y reflexivo silencio. Llamado a contener su impulso de opinar o alimentar el ruido de una manera que pudiera ser impertinente en contraste con el sufrimiento y los esfuerzos de tantas personas. Un tiempo este, venía a decir este genio de nuestro tiempo, cuyas importantes lecciones conviene reposar interna y discretamente.
Maneja bien los tiempos
Hablando de tiempos, de este momento para el equilibrio emocional, mental, psicológico, tenemos delante precisamente ese desafío. En estas semanas donde nuestro funcionamiento habitual se ha vuelto tan extraño, se desatan presiones de todo tipo para que aprovechemos el tiempo, para que tengamos paciencia, para que tengamos confianza en el futuro pero no anticipemos, para que miremos al pasado para dar gracias por él y no solo para echarlo de menos, para que hagamos examen de conciencia como monjes en el interior de sus celdas… mientras se nos anima a que nos distraigamos tanto como seamos capaces.
Siempre hemos tenido que hacer malabares con nuestro pasado, presente y futuro porque forma parte de nuestra naturaleza. El confinamiento no es más que otra vuelta de tuerca en esa indispensable artesanía que resulta en vivir a bien con nuestro tiempo. O sería más indicado decir con nuestros tiempos: no guerrear con sus contradicciones, acompasar la tendencia a aferrarnos a lo que fue y fantasear (en blanco o en negro) con lo que vendrá. Reconciliarnos con la difícil tarea de vivir un presente continuo que no nos gusta y nos invita a la evasión.
No es fácil vivir confinados. No estamos hechos, en general, para tanta renuncia. Es cierto que nuestras fortalezas psicológicas ya hace días que han empezado a ponerse en marcha y no van a desfallecer, pero la situación es difícil y a esas fortalezas también hay que cuidarlas.
Recuerda: si encontrar un equilibrio emocional durante la pandemia que sea suficiente para ti está costándote más de lo esperado no tienes que ser un héroe o heroína de la cuarentena. Pide ayuda, los psicólogos estamos aquí para ayudarte.