¿Por qué guardamos fotos de nuestros ex?

¿Alguna vez te has preguntado qué hacer con las fotos de tu ex? Cuando una relación de pareja acaba, lo normal es que deje tras de sí un cierto legado en forma de imágenes. No hablamos solo de los recuerdos que tienes en tu mente, muchos de los cuales irán desvaneciéndose con el tiempo, sino de imágenes reales. 

Decenas, cientos de fotos en formato papel o digital, colgadas en redes o almacenadas en tu teléfono móvil, de la infinidad de situaciones que habéis compartido, al margen de muchos otros objetos de diferente tipo que quedan ahí como imagen “viva” de la relación. ¿Qué debes hacer con todo ese material? ¿Guardarlo? ¿Eliminarlo?

En caso de que no lo tengas claro, la respuesta depende de muchas cosas: ¿cómo ha sido la ruptura?, ¿y la relación?, ¿qué recuerdos son los que tenemos: qué objetos, fotos, mensajes, es decir, recordatorios?, ¿son buenos o malos recuerdos? ¿Son muchos y están por todas partes, o pocos y bien localizados? 

Qué hacer con las fotos de tu ex

Por lo que respecta a las fotografías, no es lo mismo tener unas fotos guardadas en un cajón, que puedes perfectamente no revisar si no lo deseas, que tener a la expareja en tus redes y que su perfil te salte a la primera de cambio a no ser que lo bloquees o “neutralices” de alguna manera. 

Las redes sociales tienen, además, el problema de que ellas mismas te recuerdan publicaciones del pasado. Es como si te dijeran un día cualquiera: “Sé lo que hicisteis el último verano”, cuando tú ya habías logrado apartar ese recuerdo de tu memoria. Esos recordatorios pueden venirnos de repente en un momento inconveniente y llenarnos de nostalgia o de angustia, de enfado. Afortunadamente también de indiferencia. 

 qué hacer con las fotos de tu ex

Manejar de manera saludable los recuerdos digitales

Cuando te preguntes qué hacer con las fotos de tu ex, lo primero es ser conscientes de cuál es tu estilo de afrontamiento: ¿qué tipo de gestionador de recuerdos eres? 

De manera muy resumida, habría básicamente dos tipos de personas según cómo manejen estos asuntos. Por un lado están las evitadoras: no quieren ver ni oír nada, ni fotos, ni mensajes, ni audios, ni objetos, quieren mirar hacia delante y que nada les recuerde que esa persona sigue ahí y que su historia ha terminado. Por otro lado están las que hacen inmersión plena en los recuerdos: se recrean en las fotos, revisan una y otra vez las conversaciones, los perfiles de las redes, mantienen y conservan todos los objetos y los tienen a mano, los visitan cada dos por tres. 

Pertenecer a un tipo u otro nos indica qué necesitamos nosotros en concreto para integrar la idea de la ruptura. Ninguno de los dos tipos es mejor o peor, ambos son correctos, dentro de un orden. Lo importante es saber qué necesito, qué me viene bien en este momento y permitirme recrearme en los recuerdos o evitarlos en función de qué me ayude a avanzar en mi duelo por la ruptura de pareja. 

Aunque no siempre sea agradable, a veces visitar los recuerdos nos puede servir para ir colocando emocional y cognitivamente la ruptura, ir tomando conciencia de lo ocurrido, conectar con la realidad, saborear lo que ha sido la relación… Otras veces resulta insoportable, sobre todo al principio, y es mejor mantener los recuerdos a raya y centrarnos en el presente o el futuro.

Otra cosa ya es cuando entramos en bucle y aquello que hacemos se vuelve improductivo o bien lo que produce es malestar. Nos puede pasar si apretamos demasiado por el lado del “Aquí no ha pasado nada, miro hacia delante, no quiero pensar ni recordar ni hablar de ello”. También cuando se nos va la mano por el lado de revisar una y otra vez todo el material, de manera compulsiva. 

Ahí ya está pasando algo que conviene revisar con más profundidad a nivel psicológico, por ejemplo a través de un proceso de terapia.

Y ahora qué hago con las fotos de Instagram…

No es necesario borrar todas las fotos que os hicisteis juntos y que publicaste en tu perfil de Instagram, o sí. Cada uno debe saber qué quiere, qué necesita, para qué hace las cosas. Obviamente no pasa nada por borrarlas, ¡Instagram no es tan importante!, pero tampoco pasa nada por dejarlas. Ante la duda, mejor espera: quizá dentro de un tiempo el revoltijo haya pasado y te guste haber conservado parte de lo que publicaste.

En estos casos todo depende de cómo y para qué usemos las redes sociales, lo cual, en definitiva, tiene que ver con lo que queremos comunicar a nuestra audiencia y para qué se lo queremos comunicar. Quizá borrarlo todo ayude a algunas personas a pasar página, a declarar simbólicamente que la relación ha acabado, a comunicar a sus seguidores que quien fue su pareja ya no forma parte de su vida, a mandarle “un recado” a la expareja… 

Hay que saber que la rabia, la tristeza o la melancolía no se borran solo por borrar unas fotos, aunque a veces lo simbólico ayuda. En esos casos, eliminar ciertos materiales digitales permite marcar un hito en el proceso de integración de la pérdida, como lo haría el deshacerse de ciertos objetos físicos. 

Por otro lado, borrar los recuerdos digitales no necesariamente es más fácil que borrar otro tipo de recuerdos. Quizá a nivel logístico sí: es más fácil hacer clic y borrar una foto, o un chat, que deshacernos de una prenda de ropa, de un jarrón o de un cuadro. Otra cosa es que sea más fácil a nivel emocional

Deshacerse de los objetos (un material digital también es un objeto, en última instancia) nunca es fácil, no por el objeto en sí sino por su simbolismo, por el significado afectivo al que va asociado. 

Por eso, hasta las cosas más insignificantes cobran un valor desmesurado: un trozo de papel con algo apuntado, una fotografía, un pañuelo, una taza, unas gafas… No son nada materialmente pero, emocionalmente, pueden encerrar todo un mundo. Por eso nos aferramos a ellos como un modo de seguir vinculados a la persona que ya no está a nuestro lado, o bien porque representan partes importantes de la historia de nuestra vida: son el relato físico de lo que hemos vivido, no queremos que las cosas estén solo en nuestra mente, sino que necesitamos que haya un cierto soporte físico que hable de lo que hemos vivido. Esto incluye también a lo digital, porque lo percibimos a través de los sentidos.

¿Qué hacemos con su familia y sus amigos?

A veces te preguntas qué hacer con las fotos de tu ex pero luego aparece el problema añadido: qué hacer con las demás personas.

Como siempre, la respuesta depende de lo que necesitemos. Hay gente a la que le resulta impensable cortar esos vínculos y simplemente mantienen en sus redes al círculo social de su ex, o lo congelan sin llegar a eliminarlo mediante bloqueos o desactivación de notificaciones. 

Para otras personas, la idea de seguir en contacto a través de las redes y continuar viendo la vida de los otros y que los otros sigan viendo su vida es precisamente lo que resulta impensable. Consideran que es absurdo mantener a la gente congelada, medio bloqueada o sin bloquear, solo por el apuro de sacarlos de sus redes. Sabiéndolo o no, siguen el viejo proverbio de que más vale una vez colorado que cien amarillo.

Cada cuál tiene que ver en qué términos ha acabado la relación, cuál es el vínculo actual con la familia o amigos de la otra parte ahora que la pareja se ha roto, qué consecuencias puede tener eliminarlos de las redes y cuál es el método más adecuado -para ellas en particular- de mantener a esas personas en las redes sociales o sacarlas de allí. 

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Por supuesto, es importante recordar que las redes sociales deben ser siempre herramientas a nuestro servicio, no fuentes de malestar. Si son fuentes de malestar entonces hay que aprender a usarlas mejor o no usarlas, directamente. Eso incluye no mitificarlas ni hacer que se vuelvan tiránicas. Si hay que eliminar a alguien en un momento dado se le elimina y punto, no es ningún crimen ni nada tan tremendo

Por lo que respecta a la expareja, continuar siguiéndola a través de las redes no tiene por qué ser una dificultad añadida durante el proceso de asumir la ruptura. Puede hacer que sea más fluida, más progresiva, amigable y amable… o puede volverla agónica, ambigua, estresante y desagradable. Todo depende de cómo sean los implicados, qué uso hagan de las redes y qué se le despierte a cada una al ver una publicación de la otra parte, o cómo les siente el pensar que el otro puede estar accediendo a lo que publican ellas

Al final se trata de hacer un uso maduro de nuestras redes para poder hacer un uso saludable de nuestros recuerdos. Si usamos las redes para seguir en contacto porque hemos decidido que queremos seguir manteniéndonos mutuamente en nuestras vidas, perfecto. Si usamos las redes para mandarnos recaditos maliciosos… entonces quizá estamos haciendo un uso un poco tóxico de ellas. Y la toxicidad nunca es buena, tampoco para saber romper. 

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