El fin de los tratamientos de fertilidad

¿Qué pasa si nunca conseguimos ser padres? ¿Y si agotamos todas las técnicas? ¿Tendré un embarazo normal? ¿Cuándo debemos dejar de intentarlo? ¿Podremos renunciar a la idea de ser padres? ¿Le cuento a mi hijo cómo lo buscamos?

Estos son algunos de los pensamientos no verbalizados que hay detrás de la sensación de incertidumbre que muchas parejas viven al enfrentarse al fin de varios tratamientos de reproducción asistida.

¿Será un embarazo normal?

Llegado el momento de la Beta, recibimos la buena noticia: ¡estoy embarazada! ¿Ahora qué? Es un momento de alegría inmensa. Hemos conseguido aquello que llevábamos buscando tanto tiempo.

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Puede que, tras los primeros momentos de alegría, empecemos a preguntarnos si se trata de un embarazo normal. Podemos plantearnos si el estrés y el proceso que hemos vivido van a afectar al embarazo.

Los pensamientos de preocupación sobre la experiencia física de la gestación están presentes incluso en embarazos no asistidos. Se trata de una experiencia desconocida y queremos que todo vaya muy bien.

Ante pérdidas de embarazo previas, es normal que aparezcan el miedo a una nueva pérdida y la tendencia a prevenir las posibles consecuencias. La realidad es que un aborto previo da información al equipo médico para mejorar los recursos de cara a conseguir el embarazo.

Algunas personas bloquean las emociones positivas como la alegría y el disfrute del nuevo embarazo para protegerse del miedo y la incertidumbre. Esta estrategia no será de ayuda durante el embarazo, por lo que sería recomendable abandonarla. Es bueno que os permitáis disfrutar al completo de la experiencia de ser padres.

¿Le contamos al niño cómo lo buscamos?

Los niños tienen derecho a conocer sus orígenes, especialmente si hemos recurrido a una donación de gametos. Se trata de una decisión de pareja. Lo mejor será discutirlo y expresar libremente entre los dos cuáles son las ventajas e inconvenientes de desvelar al hijo sus orígenes.

Un aspecto a tener en cuenta es si hemos compartido información sobre el proceso de reproducción asistida con familiares o amigos. Estos pueden revelar esta información incluso sin querer. Siempre es mejor que sean los propios padres quienes informen a los hijos sobre su nacimiento, en lugar de una persona externa.

Quizá ya habéis decidido contar a vuestro hijo información sobre los tratamientos. Es recomendable empezar a hacerlo cuanto antes adaptando el lenguaje a la capacidad de comprensión del niño. Para esta tarea, existen cuentos que pueden ayudar a introducir el tema en la familia.

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¿Por qué no hemos conseguido ser padres?

Quizá esta pregunta os ronda a menudo. Si no hemos conseguido ser padres ¿es que no lo merecemos?, ¿no tenemos suerte?, ¿estamos siendo castigados?

La infertilidad es una enfermedad crónica, por lo que su aparición está fuera de nuestra voluntad. No tenemos la capacidad de cambiar cómo funciona nuestra fertilidad. Lo que sí podemos hacer es mejorar nuestra salud y realizar técnicas reproductivas que aumenten nuestra probabilidad de conseguir el embarazo.

Por tanto, no eres responsable ni culpable de tu problema de fertilidad. Si habéis llegado al final de las técnicas reproductivas y no hemos conseguido el embarazo, el trabajo será adaptarse de forma positiva a esta realidad.

Cuando nuestra fertilidad y las técnicas de reproducción no funcionan, es normal empezar a buscar explicaciones alternativas a lo que ha pasado. Algunas personas llegar a pensar en la “suerte” o el “castigo”. La realidad es que las opciones de embarazo están relacionadas con los factores genéticos de riesgo y el esfuerzo que hace la pareja por seguir intentándolo cuando aún es posible. Sin embargo, no existe relación entre la suerte y el embarazo.

Es decir, si has llegado a este punto es porque, probablemente, has hecho todo lo que estaba en tu mano para conseguir el embarazo.

¿Podremos aceptar la idea de no ser padres?

Toda pérdida, ya sea de un ser querido, un objetivo, una condición, una relación… conlleva dolor y tristeza, entre otras reacciones. Comienza entonces lo que conocemos como proceso de duelo.

A nivel social, parece que el único duelo que está autorizado es que el sigue a la muerte de un ser querido. La realidad es que no poder tener un hijo biológico también es una pérdida. El proceso de duelo que le sigue incluye diferentes “tareas”. Aceptar progresivamente que los tratamientos no han podido ayudarnos, permitir la experiencia de dolor por la pérdida, dar un lugar “emocional” al hijo biológico perdido y reorganizar nuestros proyectos vitales son algunas de ellas.

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A la hora de aceptar la vida sin hijos pueden surgir diferencias entre los miembros de la pareja. A nivel muy general, los hombres suelen aceptar de manera relativamente rápida la idea de “familia sin hijos”. Esto les permite orientarse a sus responsabilidades del día a día y pensar en el futuro.

En cambio, muchas mujeres expresan emociones de dolor y frustración durante más tiempo y en ocasiones buscan apoyo psicológico para transitar su proceso de duelo.

Misma pérdida, diferentes reacciones

Cada persona vive y expresa la pérdida a su manera. Esto no quiere decir que no tenga en cuenta el dolor del otro o que no le esté dando importancia a los sucedido. Es esencial que los miembros de la pareja tengan la confianza necesaria para expresarse con libertad. Es importante que, a vuestra manera, compartáis vuestras dudas y miedos igual que compartís vuestras alegrías.

En resumen, que nos dé miedo que suceda algo no significa que vaya a ocurrirnos. Lo que pensamos y lo que sucede en la realidad a menudo son dos cosas diferentes. Vivir el presente, disfrutar del embarazo -en el caso de conseguirlo- y del resto de aspectos del día a día es esencial para tener una calidad de vida satisfactoria.

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