Los temas por los que una persona pide ayuda profesional pueden ser muy diversos, pero existe uno que se lleva la palma en las consultas de los psicólogos: la pareja.
Tanto si existe una relación de pareja como si la soltería es el estado actual de la persona, todo lo que se refiere a las relaciones afectivo-sexuales con otras personas, en cualquiera de los estadios evolutivos que puede tener una relación así, preocupa enormemente a una gran cantidad de personas. En muchas de ellas, además, es una fuente de intenso malestar psicológico.
Es importante tener esto muy en cuenta: el concepto “pareja” tiene dos caras, por lo que toda persona necesariamente va a sentirse interpelada por él, tanto si mantiene una relación estable como si no, tanto si lo busca como si no, tanto si lo quiere como si no. Lo importante es entender que, sea cual sea la situación de la persona, dicha situación debe ser lo más satisfactoria posible -con las naturales fluctuaciones-, de modo que quien la vive no esté ambicionando encontrarse en la situación opuesta.
Por eso, si alguien está en pareja, su relación no debe ser tóxica, sino un espacio para el crecimiento y la construcción de sus miembros. Por otro lado, la soltería no debe ser para la persona un marco de melancolía y soledad, sino un espacio feliz y saludable donde la autonomía es celebrada y disfrutada, sin ser fuente de aislamiento.
Las rupturas de pareja son un momento complicado para el bienestar psicológico de la persona, como todo duelo por una pérdida significativa. Por eso la terapia puede ser una buena oportunidad para aprovechar esa crisis vital y explorar el significado profundo que ha quedado mezclado entre los destrozos de la ruptura.
Las relaciones insatisfactorias, más marcadas por la monotonía y la insatisfacción que por una renovación saludable del pacto de pareja, también son un motivo frecuente de consulta, a veces camuflado entre otras dudas y necesidades.
A algunas personas les preocupa ser excesivamente celosas, otras sufren los celos excesivos de sus parejas. Algunas parejas sufren en silencio su distanciamiento y buscan fuentes externas de descarga o sublimación de su insatisfacción. Otras, muy conscientes de sí mismas y motivadas para seguir proyectándose hacia el futuro, deciden buscar ayuda de manera conjunta.
Tantas parejas, tantos problemas a resolver, tantas maneras diferentes de seguir brillando juntos… o bien de comenzar a brillar cada uno por separado. Exactamente lo mismo que deberían intentar hacer aquellas personas que no tienen ningún tipo de alianza con otra, ya sea de manera explícita o simbólica.
Para ver en qué grado de «salud relacional» se encuentra eso que compartes con otra/s persona/s y que llamamos “relación de pareja” puedes emplear tres termómetros diferentes que te pondrán en la pista. Cuando tomes la temperatura con ellos y los observes recuerda que:
La pareja es una relación simétrica. En nuestra relación la premisa es hoy por ti, mañana por mí, porque somos iguales en derechos y en obligaciones. Si no se da ninguna circunstancia externa que nos obligue a mantener una relación asimétrica (por ejemplo, cuando uno de nosotros padece una enfermedad grave y debe ser cuidado por el otro), la simetría será uno de los termómetros que nos ayudará a calibrar la salud de nuestro vínculo afectivo.
Por eso, aunque según el día o la época unas facetas de uno de los miembros pueden prevalecer sobre otras facetas del otro, ambos deben procurar que la relación oscile entre estos dos puntos sin quedarse permanentemente en uno de ellos. De otro modo, las opiniones/necesidades/ritmos, etc. de uno de los miembros eclipsarán sistemáticamente los del otro.
La pareja es para crecer. Una relación de pareja es un marco donde se resuelven ciertas necesidades de ambos miembros pero no solo las de uno de ellos. Por supuesto, mucho más allá de eso, la relación también debe ser un espacio para la ayuda mutua, la afectividad, la compañía, el cuidado, la diversión y el desarrollo de ambos miembros. Por eso, estar en pareja es para la construcción de ambos, no para la destrucción de ninguno de los dos. La medida en que estar en pareja os permite brillar a ambos es otro termómetro que indicará la temperatura de vuestra relación.
La pareja es un medio, nunca un fin en sí misma. Cuando hablamos de la «pareja» como medio, por supuesto nos referimos a la relación, no a la persona que es tu pareja. Si dicha relación es considerada como un fin, una meta, las personas se esfuerzan por mantener relaciones de pareja incluso cuando está claro que deberían acabar, bajo la creencia de que fuera de esa relación (o de cualquier otra relación de pareja que la sustituya) solo se extiende un páramo de soledad y de, valga la redundancia, desolación.
De igual manera, muchas personas solteras, más allá de tener curiosidad o ganas de estar en pareja, pueden instalarse en la creencia férrea de que la pareja es el estado ideal al que llegar, es un fin, en lugar de un medio para crecer, brillar y desarrollarnos en compañía de otra/s persona/s cuyo crecimiento también deben estar encantadas de fomentar.
Dicho de manera muy simplificada, el fin de una persona debe ser el bienestar psicológico y la pareja debe ser considerada un buen medio para lograrlo, pero no el único, ni mucho menos un sinónimo del bienestar. Cuando esto se distorsiona el campo queda abonado para las relaciones de pareja marcadas por la dependencia.