¿Cuántas veces has dicho o pensado la frase «No encajo en mi familia política»? Las relaciones familiares pueden llegar a ser muy invalidantes. Eso significa que pueden despertar en nosotros sensaciones de vergüenza, inadaptación o falta de pertenencia al grupo, afectando seriamente a nuestra autoestima y a nuestro estado de ánimo. Esto puede pasarnos con nuestros padres y hermanos, a veces nuestra propia familia no nos cae bien, pero resulta enormemente violento cuando nos ocurre con nuestra familia política: la falta de confianza al principio, la sensación de que no te soportan, el no tener claro si te aceptan o no te pueden ni ver… Cuando esto se complica podemos pasar, incluso, de la simple incomodidad a unas consecuencias psicológicas realmente serias.
Si todavía no acabas de encontrar el punto adecuado desde el cual relacionarte con tus cuñados y tus suegros y cada vez que los ves no puedes evitar pensar «No encajo en mi familia política» no te desesperes, mejor sigue leyendo.
10 pautas para cuando te preguntes cómo encajar con la familia política
1. Diferencia lo que tu familia dice de ti de lo que tú eres
De acuerdo, lo que nos dicen los demás nos influye, nos afecta y hace que nos replanteemos nuestros puntos de vista. También sobre cómo somos y cómo actuamos. No obstante, es importante recordar que nosotros no somos lo que una, dos o tres personas en concreto dicen de nosotros, por muy importantes que sean esas personas o por mucho parentesco que tengamos con ellas. Su opinión sobre nosotros no es la realidad exacta sobre nosotros. No des por buenos todos los comentarios maliciosos y opiniones negativas que tus parientes digan sobre ti o acabarás obsesionándote con el asunto de cómo encajar en tu familia política.
2. Evita temas conflictivos, no les des munición
Las familias ideales no existen. A veces no nos entendemos con algún familiar porque somos muy diferentes, porque su actitud hacia nosotros es hostil o porque, directamente, no nos cae bien. Sin embargo, no siempre podemos evitar coincidir con esa persona. En esas ocasiones lo mejor es encontrar un registro neutral para comunicarnos, evitar la conversación directa, no entrar al trapo de los anzuelos que nos lanza y no lanzarle nosotros nuestras propias provocaciones.
A menudo vale más morderse la lengua y tener la fiesta en paz que organizar una escena desagradable con tal defendernos o reivindicarnos.
3. Tira de asertividad: tienes derecho a no sentirte atacada
Igual que hay veces que calladitos estamos más guapos, eso no siempre es lo mejor: a veces tenemos que dejar de mordernos la lengua y poner un límite a aquellas personas que nos ofenden o atacan, aunque sean nuestra suegra, cuñado o prima segunda.
Lo ideal es hacerlo de manera asertiva. Eso tiene el valor añadido de ser justo el estilo contrario de quien te ataca. El arte de la asertividad es lo contrario de agredir, de soltar puyitas pasivo-agresivas o de guardar silencios cómplices que dejan sin apoyos a quien recibe los ataques. Si crees que eres capaz de defenderte constructivamente, adelante: quizá no consigas nada práctico pero, al menos, tendrás la satisfacción de que se te haya escuchado en lugar de quedarte pensando inútilmente «No encajo en mi familia política».
4. Busca alianzas dentro de la familia
Si percibes que la situación con la familia de tu marido/mujer es un “todos contra ti” puede que tengas poco margen de maniobra. Sin embargo, si no es el caso, ¿qué tal si pones tu energía en las personas que sí son agradables, educadas y cuidadosas contigo en lugar de centrarte en quien no te trata bien? Buscar alianzas es buscar apoyo pero también premiar con el placer de tu compañía a quien se lo merece. Quizá esa persona, el día de mañana, puede colaborar como dique de contención contra los ataques que recibes.
5. Reduce los encuentros o hazlos más cortos
Antes dijimos que no siempre puedes evitar coincidir con esos familiares con quienes la relación es tensa no, lo siguiente. Pero a veces sí se puede conseguir y, de hecho, debes hacerlo. Siempre que no sea imprescindible, ¿no es mejor renunciar a ciertos compromisos y, a cambio, mantenerte a salvo de esos comentarios que te resultan hirientes?, ¿qué ganas con pasar tu tiempo con unas personas que no te quieren? Plantéatelo y, cuando te preguntes cómo encajar en tu familia política, recuerda que muchas veces la mejor forma de afrontar un choque con alguien es, simplemente, prevenirlo de raíz.
6. Recuerda que el cariño y la complicidad no se pueden forzar
Es probable que hayas crecido en la creencia de que todos los padres quieren a sus hijos, de que las primas tienen complicidad entre sí solo porque son primas, de que los hermanos son gente protectora y encantadora que no ejercen violencia entre sí y que lo de que las suegras (y suegros) son brujas pirujas es un mito…
También es probable que, al mirar tu árbol genealógico, se te pongan los pelos de punta. Por mucha genética y parentesco político que compartamos no está escrito en ningún sitio que nos tengamos que querer, que disfrutemos de pasar tiempo juntos o que nos vayamos a cuidar y a admirar mutuamente. Por supuesto, los afectos pueden desarrollarse si se los riega pero, ¿cuánto tiempo más vas a esperar hasta que esta planta esmirriada germine? El cariño no se puede forzar, pero la educación se puede mantener, piensa en ello cuando te venga esta idea: «No encajo en mi familia política».
7. Sentirte integrada es importante, pero puedes vivir sin ello
Sin duda lo mejor es llevarse bien con mucha gente, tener a tu lado a un gran grupo de parientes políticos que te quieren y te sacan a relucir ante la más mínima dificultad. La vida es mucho más fácil y agradable si eso ocurre. ¿Y si no ocurre? No pasa nada, siempre y cuando tengas a otras personas que, sin ser tu familia oficial, forman tu red de apoyo amorosa y comprensiva.
A nadie le gusta que le hagan el vacío cuando va a comer los domingos, que su cuñado intente siempre dejarle en ridículo o tener unas cuñadas parecidas a las hermanas de Cenicienta, pero si eso es lo que te ha tocado a ti tu tarea es trascenderlo y protegerte. No te pongas a tiro y recuerda que tu vida es algo muy importante que sucede al margen de esas personas.
8. Actúa correctamente, no entres en destrucción mutua
Antes hablamos de la necesidad de combinar la prudencia con el arte de defenderse asertivamente. Además de estas dos herramientas, puede ser muy constructivo el intentar dirigir la relación por un cauce positivo: no se trata solo de evitar temas peliagudos o contrarrestar bombardeos, sino también de poner algo positivo en la relación.
Hacer un halago, si es sincero. Pedir ayuda con algo sencillo, si se confía en que luego eso no será utilizado como reproche. Expresar la gratitud por un pequeño favor, o una comida rica, o un regalo recibido (aunque sea por compromiso)… Hay pequeños hábitos comunicativos que, sin ser silenciosos ni defensivos, promueven una comunicación afectuosa.
No nos vamos a querer más si los practicamos, pero todo el tiempo que empleemos en ellos será el que no usemos en discutir o atacarnos.
9. No permitas los ataques sutiles, suelen anticipar otros más abiertos
Dentro de las defensas asertivas hay un punto importante a tener en cuenta: intentar parar una mala deriva de la relación lo antes posible, tan pronto como se detecte.
A veces las relaciones -también entre parientes- se deterioran mucho por la acumulación a lo largo del tiempo de pequeños y grandes agravios que no fueron contenidos en su momento. Muchas veces no nos damos cuenta de que alguien en la familia nos ha hecho sentir mal o no nos trata con el debido respeto o sí lo advertimos pero decidimos callar por educación o por sentirnos intimidados.
Lo óptimo es intentar responder a ellos educadamente antes de que se vuelvan más intensos o indisimulados, para evitar que evolucionen.
10. No confundas confianza con abuso: el amor es respetuoso
Existen ataques muy claros y, además, tremendamente agresivos. Sin embargo, a veces algunas personas dentro de nuestra familia tienen maneras más sutiles de invalidarnos o silenciar nuestra voz, llevándonos a pensar que «No encajo en mi familia política». O no son sutiles pero se intentan disfrazar de bromas, comentarios hechos desde “la confianza que nos tenemos”, o el “en esta familia nos hablamos así”, o el “te digo esto porque te quiero”, o “lo que quiero es que te saques a relucir”.
Hemos aprendido que donde hay confianza da asco y a veces hay dinámicas familiares realmente repugnantes de tanta confianza. ¿Qué tal si transformamos eso en un “donde hay confianza nos tenemos que sentir a gusto los dos”?
La importancia de centrarnos en nosotros
Triunfar con la familia política y que la familia política triunfe con nosotros es una mezcla de arte y de lotería. Todos sabemos que es poco probable que la lotería te toque pero que es imposible si no la juegas. Y en cuanto al arte… pues todo es ponerse hasta donde nuestro talento dé de sí.
Lo importante es recordar que, a veces, el triunfo consiste en sobrevivir sin desgastarse mucho, en lugar de darse cabezazos contra una pared o dejar que la familia de nuestra pareja acabe con nuestra autoestima sin ser capaces de rechistar.
Si ves que lo de la lotería y el arte no se te están dando bien es probable que tampoco se te esté dando bien lo de la autoestima cuando tus suegros y cuñados entran en escena. No te centres en ellos, céntrate en cuidar de ti pidiendo ayuda con un psicólogo que te ayude a entender qué está ocurriendo y cuál es la mejor manera posible de relacionarte con ellos. Inténtalo, valdrá la pena.