Según los manuales diagnósticos de psicología, la tricotilomanía se caracteriza por un arrancamiento recurrente de cabello que da lugar a una pérdida perceptible del mismo. Se indica también que la persona es incapaz para resistirse al impulso y además siente placer al arrancarse el cabello.
Este trastorno fue descrito por primera vez por el dermatólogo francés François Henri Hallopeau en 1889. Aunque era considerado como un síndrome extraño, cada vez se van descubriendo más casos en la población general, es decir, en pacientes no psiquiátricos, que no muestran evidencias de otros trastornos mentales.
Más allá del pelo
Normalmente la tricotilomanía no viene sola, sino que va acompañada de otras conductas. Entre las más repetidas están morderse las uñas, examinarse la raíz del pelo, sujetarse la trenza entre los dientes o la tricofagia, es decir, comerse el pelo.
Los estudios con los pacientes suelen demostrar que las situaciones estresantes suelen aumentar todas las conductas que acabamos de indicar, llegando a generar verdaderos problemas de salud, tanto dermatológicos como, por ejemplo, en la autoestima.
Los pacientes suelen referir que no sienten dolor al arrancarse el pelo; de hecho, como indicábamos antes, llegan a sentir placer y alivio cuando lo hacen. Y no solo se suelen arrancar el pelo de la cabeza (a pesar de ser lo más recurrente, con un 67% de las veces que lo hacen), sino también las pestañas (22% de las veces), las cejas (8%), el vello facial (2%) e incluso el vello púbico (también un 2% de las veces).
Problemas derivados de la tricotilomanía
A pesar de sentir placer y alivio en el momento, cuando estas personas realizan la conducta que hemos mencionado sienten vergüenza por lo que han hecho. Por eso suelen hacerlo a escondidas y poco a poco van evitando las situaciones sociales, hasta llegar a estar bastante aisladas. Además, la vergüenza las lleva generalmente a negar el problema que tienen.
Esta falta de sociabilidad y los síntomas evidentes de su conducta, como grandes calvas o cejas sin pelo, llevan casi inevitablemente a un hundimiento de su autoestima y, en muchos casos, incluso a la depresión.
¿Cómo empieza todo?
A pesar de haber pocos estudios al respecto, se toma como referencia un estudio hecho en población universitaria (si te interesa, está publicado en el manual DSM IV-TR), que indicaba que la tricotilomanía afecta a un 0’6% de la población.
Este problema se suele empezar a observar en la infancia (entre los cinco y ocho años) o en el inicio de la adolescencia (sobre los 13 años). Aunque en principio aparece por igual en ambos sexos, según llega la adultez se da tres veces más en mujeres que en hombres.
En el caso de la aparición temprana (entre los 5 y 8 años) se han visto como desencadenantes de la tricotilomanía la desaparición de algún miembro de la familia, la separación de los padres o el nacimiento de hermanos, todos ellos acontecimientos muy estresantes para la persona. Además, la tricotilomanía no es algo que comience de forma brusca, sino que va evolucionando poco a poco.
¿Cómo terminar con la tricotilomanía?
Como en cualquier problema que afecte a la salud, tanto física como mental, lo indicado para encontrar una solución es acudir al especialista. En la actualidad se trabaja desde diferentes ámbitos para solucionar la tricotilomanía. Por ejemplo, con terapias dermatológicas, para contrarrestar los daños ocasionados en el cuero cabelludo y con terapias farmacológicas, por si el nivel de estrés y ansiedad fueran demasiado altos. También, por supuesto, con terapias psicológicas, que han demostrado ser las más efectivas para reducir e, incluso, eliminar estas conductas.
Desde la psicología aplicamos técnicas muy diversas y adaptadas a cada paciente. Se ha demostrado que las técnicas utilizadas para reducir los tics también son aplicables al caso de la tricotilomanía, con un alto porcentaje de éxito.
El tratamiento desde la psicología se divide en dos partes fundamentales. La primera es la de darse cuenta, ya que el principal obstáculo que encuentran los pacientes es que muchas veces realizan esta conducta de forma automática, sin darse cuenta. Para trabajar con esta circunstancia, en terapia creamos “espacios libres de conducta”, registros con breves intervalos de tiempo y, si es posible, con colaboración del entorno del paciente.
A continuación, destinamos la siguiente fase de la intervención a poder aguantar. Para ello aplicamos técnicas de exposición y relajación (lo que llamamos “prevención de respuesta”) para poder ir soportando la necesidad imperiosa de arrancarse el pelo. Esto lo hacemos de manera gradual y el paciente va alargando los tiempos en los que puede soportar no realizar la conducta.
Si quieres más información o sientes que necesitas ayuda para solucionar este problema o alguno parecido, no dudes en contactar con un psicólogo, sea de manera presencial o a través de una plataforma online. La solución puede empezar ahora.