A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a numerosas situaciones en que toca afrontar cambios vitales. Algunos de ellos son comunes a todos nosotros y son fácilmente localizables según nuestra edad. Por ejemplo, cuando somos niños todos pasamos por la etapa en la que nos crecen los dientes y cuando somos adolescentes, nos enfrentamos a los cambios físicos típicos de la pubertad.
Los cambios físicos los tenemos más o menos identificados, son los más fácilmente observables, tanto en uno mismo, como en el resto de personas que vemos día a día.
Sin embargo, hay otros cambios, los psicosociales, que aunque normalmente se dan en determinadas edades, pueden convertirse en crisis si no tenemos los recursos suficientes para manejarlos o si han sucedido en una etapa en la que no era tan típico vivirlos.
Principales situaciones en que hay que afrontar cambios vitales
1. Comenzar a estudiar
Es cierto que estudiar en el colegio o en el instituto es algo que está muy normalizado y quizá no genere tanta confusión o desconcierto. Normalmente, cuando somos niños y asistimos al colegio es porque nos lo han impuesto, sabemos que hay que hacerlo y no hay lugar a dudas. Sin embargo, decidir estudiar algo relacionado con el futuro laboral que quieres desempeñar supone un punto de inflexión en la vida que puede generar cierto estrés.
Hay personas que tienen muy clara cuál es su vocación, saben lo que les gusta y les ha gustado siempre y llevan toda su vida académica preparándose para ese momento. No obstante, hay otras que tardan un poco más en decidirse y aunque recuerden lo que respondían cuando, de pequeños, les preguntaban “Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?” ahora no lo ven tan claro.
Tómatelo con calma, pon encima de la mesa las diferentes opciones y barajar los pros y contras de cada una puede ser de ayuda. Y si, una vez hecho ese proceso, dudas entre dos caminos, te recomendamos elegir siempre el que más te llene a nivel personal.
2. Independizarse, dejar el hogar familiar
Puede que por estudios hayas tenido que mudarte a una ciudad con universidad para continuar tu formación o que hayas decidido irte a otro país a trabajar y practicar idiomas. Sea como sea, salir del nido familiar no es algo sencillo.
De pronto tenemos que enfrentarnos al mundo real, aparecen choques entre las ideas que tenemos sobre cómo son las personas y las familias y nos enfrentamos a la diversidad. Empiezas a ver que Fulanito ha tenido unas circunstancias vitales muy diferentes a las tuyas o que su familia no se parece en nada al concepto que tú tenías de familia “normal”.
Además de adaptar tu punto de vista, relativizar todo lo que has aprendido y ampliar horizontes en esos aspectos, tienes que aprender a desenvolverte sola. Sí, ya lo sabemos, estudiar, cocinar, limpiar, tener vida social, cuidarte y hacer la compra son demasiadas cosas y a veces tienes la sensación de que no puedes con todo. Coger el ritmo, tener claras cuáles son tus necesidades vitales, cuáles las complementarias y cómo encontrar un equilibrio sano para ti requiere tiempo. Organízate, establece prioridades y pide ayuda cuando lo necesites.
3. Iniciar una relación amorosa o comprometerse
Aunque nos lo pinten muy bien en las comedias románticas, tener una relación de pareja no es algo fácil, mucho menos si es la primera vez que te encuentras en esa situación. Empezar una relación sentimental no es tan complicado, quizá el arte aquí esté en conseguir que la relación sea igualitaria y sana. Esto quiere decir que no abarque el 100% de tu vida, que no haga de ti una persona que quiere tenerlo todo bajo control o que se siente siempre controlada. Ser novio o novia de alguien implica muchas cosas, pero nunca implica olvidarse de uno mismo y de la salud, a nivel bio-psico-social.
4. Empezar a trabajar
Dependiendo de tus circunstancias puede que te hayas enfrentado a este momento a una edad más temprana o más tardía. En cualquier caso, es un cambio en tu vida. El ámbito laboral puede ser una fuente de estrés y ansiedad si no se maneja bien. Tener en mente que tienes que aportar tus conocimientos y una actitud positiva y abierta a la experiencia puede serte de ayuda, pero no te olvides de que somos seres humanos y todos erramos. Cuidar de las relaciones con los compañeros de trabajo es algo muy importante para el desarrollo óptimo de tu actividad. Si sientes que el ambiente laboral no es cómodo y que hay algo que no va bien, no dudes en compartirlo.
Cuando los cambios no llegan “a tiempo”
¿Qué pasa si aún no tengo hijos? ¿Qué hay de tener pareja? ¿Y si aún no trabajo en lo que quiero?
Hay otros muchos cambios que pueden generar crisis a lo largo del ciclo vital y que no hemos mencionado anteriormente. Ser padres, por ejemplo, es un gran cambio en la vida de una o de dos personas, además de ser un cambio para el resto de la familia. Como un cambio que es, se hace necesario un proceso de adaptación para integrarlo adecuadamente. Este no es un tema tabú, por lo que es probable que estemos más acostumbrados a hablarlo y compartirlo. Sin embargo, hay otros temas que da más reparo compartir.
Quiero ser madre y no veo el momento
La cosa se complica cuando tenemos las ideas claras sobre si queremos ser madres o padres, pero no vemos el momento de cumplir nuestro deseo. Quizá no has encontrado una pareja estable con quien vivir esto, quizá no lo has conseguido después de varios intentos o quizá no es un buen momento a nivel económico.
En cualquiera de los casos, este es un tema de mucha importancia y merece atención. Preocuparse sobre estas cuestiones es natural, compartir esta preocupación también. No dudes en hablarlo, no dudes en buscar la manera de conseguir tu objetivo. Quizá por tu mente no se había pasado la idea de ser madre soltera y ahora es el momento de contemplarlo. Quizá tu pareja actual se cierra por completo a la idea de tener hijos y tienes que tomar una decisión. A menudo en estas situaciones nos aferramos a la idea que teníamos sobre cómo sería el proceso, con qué compañía se daría o cuáles serían nuestras circunstancias socioeconómicas.
Enfrentarse a la realidad puede no ser fácil. Modificar y flexibilizar nuestro pensamiento sobre este tema puede ser un arduo trabajo, pero merecerá el esfuerzo si consigues que esto deje de provocarte malestar.
Sigo siendo soltera y todos mis amigos casándose
Puede que hayas llegado a esos -maravillosos- años en los que todos tus amigos y conocidos se están casando. Puede que además de sufrir la pérdida de dinero correspondiente a cada celebración, te estés viendo envuelta en una nebulosa de sentimientos no del todo agradables. Es fácil dejarse llevar y pensar en cuándo llegará ese momento para ti y cómo será y… ¿por qué no ha llegado ya?
Estos ritos culturales están tan presentes en nuestra sociedad, en el cine, en los libros, que hemos adoptado la idea de que es totalmente necesario pasar por una ceremonia nupcial, o si no, no estaremos del todo completos. No te sometas a presiones innecesarias. Disfruta del momento que estás viviendo, quizá no era lo que esperabas o te gustaría estar acompañada por una pareja, pero eso no debería nublar lo positivo que tiene estar soltero. Centrarse en lo que no tenemos, en los “ticks” de nuestra lista que aún no hemos conseguido puede llegar a ser muy frustrante y generar ansiedad. En ese estado, establecer una relación de pareja saludable y con la que puedas disfrutar va a ser complicado.
Siento que mi vida está estancada
Si, por último, tienes la sensación de que todos estos cambios vitales quedaron muy atrás en el tiempo o que te encantaría tener que enfrentarte a las situaciones complicadas que hemos mencionado antes, a lo mejor es hora de adoptar otro punto de vista.
Como hemos mencionado antes, estos cambios no son tan normativos como los cambios físicos que todos pasamos en nuestro constante proceso de desarrollo y evolución. Quizá tu vida no sigue estos caminos establecidos y experimentas otros cambios, quizá menos frecuentes, pero no por ello menos interesantes o enriquecedores. Si sientes que tu vida es demasiado estable, intenta llevar a cabo alguna de estas propuestas.
Cómo manejar la ausencia de «cambios»
Dedícate un tiempo para el autoconocimiento
Puede parecer algo demasiado abstracto o puede que incluso te dé pereza intentar indagar más sobre ti. Quizá piensas que ya lo sabes todo sobre ti misma. El autoconocimiento no tiene por qué ser un proceso tedioso. Adoptando una actitud de mente de principiante, observando tu vida como si fuera la primera vez que vives un día rutinario puedes aprender muchas cosas sobre ti. Qué te gusta, qué se te pasa por la cabeza, qué deseas y aún no has hecho -por muy loca que sea la idea.
Pasa tiempo sola
Intenta pensar en la soledad no como un castigo, sino como un privilegio. Aprovecha los momentos en los que te encuentres sola para hacer lo que te gusta, cosas con las que disfrutas y a las que no les sueles dedicar mucho tiempo. Quizá te pones a cocinar tuppers para la semana y se te pasa por la cabeza apuntarte a un curso de cocina: piénsalo, puedes descubrir por casualidad algo que te aporte y te entusiasme.
Viaja
No importa si te vas a otro continente o al pueblo de al lado. Coger el autobús puede hacerte salir de la rutina en la que sientes que te encuentras. La experiencia de viajar te abre muchas puertas hacia nuevas personas, puedes conocer gente que te acerque a otros puntos de vista, que te dé ideas sobre cosas que no se te habían pasado por la cabeza o puede que simplemente hayas pasado una tarde o una semana estupenda en un lugar que no conocías. Sea como sea, es una manera fácil de generar pequeños cambios en ti y en tu vida y, quién sabe, de un pequeño cambio puede venir otro mucho mayor.
Hayas experimentado crisis o no, vivir un cambio vital puede dar miedo y puede generar confusión. No has perdido el juicio ni eres un bicho raro. Cada persona tiene sus tiempos para digerir y procesar los cambios a los que se enfrenta o para generar los que busca. No desesperes, al fin y al cabo, todos pasamos por algo similar.