¿Qué quieres para Reyes? Dinero

Como cada año, la esperada visita de los Reyes Magos está a punto de llegar. Muchas cartas incluyen largas listas de juguetes. Otras, sin embargo, incluyen un punto al final -por si cuela- que indica el deseo de dinero. En el caso de algunas cartas se expresa precisamente eso: lo único que quiero para Navidad es… dinero. Cuando esto ocurre, ¿cuál debe ser nuestra postura como padres?

Los regalos educan, el dinero también

Muchos padres dudan sobre cómo enfocar los regalos navideños, sobre dónde están los límites o sobre cómo gestionar el dinero cuando este es el único regalo que se desea. 

Es raro que un niño pequeño, de menos de doce o trece años, pida exclusivamente dinero como regalo. Su nivel de consumo suele ser muy sencillo y tampoco está acostumbrado todavía a proveerse él mismo de todos los objetos que desea, es decir, que “sepa comprárselos” sin ayuda, de modo que aún necesita a sus padres como mediadores en eso. 

Habitualmente empiezan a pedir solo dinero los adolescentes, por ejemplo de quince años en adelante. Están entrando en un momento en el que se desea mayor autonomía y no se quieren dar tantas explicaciones sobre lo que se desea poseer o las actividades que se desean hacer.

Un modo de mantener esa privacidad es conseguir el dinero y gastarlo sin que los padres sean del todo conscientes de a dónde va a ir a parar. No está mal que esto suceda, ya que una de las funciones de la adolescencia es ensayar la vida adulta, pero siempre de un modo adecuado a la edad: un niño no necesita mucho dinero para desenvolverse y, si puntualmente lo necesita, debemos estar presentes y conocer el motivo para poder ajustarnos a ello. 

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Por tanto, ante la duda y sobre todo en el caso de preadolescentes, lo óptimo es intentar una combinación adecuada de enfoques y también combinar “objetos” y dinero. Alternar siempre está bien porque combinamos dos cosas: por un lado, les enseñamos a administrarse con el dinero que tienen disponible y, por otro lado, les enseñamos que en la vida no todo es dinero y que hay que saber también intercambiar afecto de otras maneras o, en este caso, a través de otros “objetos” que no son estrictamente dinero. 

Regalar pensando en el otro

Mientras nos preocupamos por ser responsables no debemos olvidar que lo que traen los Reyes Magos son regalos, es decir, obsequios hechos desde el cariño y la generosidad y no solo desde lo estrictamente educativo/necesario o sobre lo que nosotros pensamos que le tiene que gustar al otro. 

Los regalos tienen un punto de “capricho”, es decir, de consentir, de permisividad. En coherencia con esto, es ingenuo que hagamos un regalo a alguien teniendo en cuenta exclusivamente nuestro criterio y esperar que la persona a la que regalamos esté entusiasmada con ello. 

Por otro lado, cuando hacemos regalos a nuestros hijos pequeños no debemos olvidar que también es una forma de educarles y transmitirles mensajes sobre cómo consumir, sobre lo que uno se puede/debe permitir en la vida y lo que no. En definitiva, sobre cómo autorregular nuestros deseos. 

En este sentido, no debemos confundir el hecho de hacerles regalos con el de indicarles que todo lo que uno desea se tiene que cumplir porque esto no siempre es así: a veces deseamos cosas inadecuadas para nuestra edad, o demasiado costosas, o demasiado abundantes o que, por cualquier otro motivo, pueden resultar perjudiciales. 

Por tanto, agasajar está bien pero es imprescindible contener y limitar los deseos y peticiones de los hijos, especialmente cuanto más pequeños son.

Mi hijo solo quiere dinero

Cuando esto ocurre, lo primero que deberíamos hacer como padres es preguntarnos por qué nuestros hijos, especialmente si son niños pequeños o adolescentes (que también son niños) se fijan tanto en el dinero por sí mismo (aunque sea para cambiarlo por otro bien, por supuesto) y no en objetos con los que nosotros podamos obsequiarles. 

Es decir, debemos observar qué relación tienen ellos con el dinero y con la manera que tenemos de hacer regalos en nuestra familia. Lo queramos o no, los hijos construyen una determinada relación con el dinero a partir de la relación con el dinero que observan en sus padres y lo que estos les han inculcado directa o indirectamente al respecto.

Ya me compro yo lo que quiero 

Por otro lado, conviene plantearse que quizá los hijos empiezan a pedir dinero porque perciben que es la única manera de conseguir el objeto que desean. Muchas veces quienes les hacen regalos (los adultos de su alrededor) no acaban de acertar o, admitámoslo, “se niegan” sistemáticamente a acertar.

Es decir, si año tras año pido unas cosas y se me traen otras, o algo parecido a lo que he pedido pero que no es lo que he pedido (y no porque lo solicitado sea caro o inadecuado sino porque, simplemente, quienes me hacen el regalo hacen lo que les parece) entonces llego a la conclusión de que mejor que me regalen el dinero y ya me compro yo lo que quiero y lo agradezco igual. 

Conclusión: si quiero que mis hijos recuperen la ilusión por los regalos quizá deba empezar por escuchar atentamente sus indicaciones sobre el regalo que quieren (muchos padres no escuchan en absoluto). También debo tomarme la molestia de acertar, la mayor parte de las veces es muy sencillo, sobre todo si seguimos las indicaciones que el hijo nos ha dado. Otra opción es proponerle que vayamos juntos a comprarlo, con lo cual pasamos juntos un rato que puede ser agradable y, de paso, me aseguro de acertar. En cualquier caso, puedo preguntarle amablemente por qué quiere dinero en lugar de “objetos”. Quién sabe, quizá está ahorrando para algo importante que considera el auténtico regalo y el único medio que tiene para ello es obtener tanto dinero como le sea posible. 

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Por último, simplemente, podemos consolarnos pensando que, al fin y al cabo, el dinero es un medio para conseguir algo que se desea, que es básicamente de lo que se trata. De este modo, mientras sepamos más o menos en qué lo va a gastar (para eso hay que comunicarse con el hijo, lo cual es mucho decir en muchas familias) regalarle dinero no tiene por qué ser tan mala idea después de todo. Mejor acertar seguro regalando dinero que regalar cosas que luego hay que cambiar, especialmente cuando esto podría haberse evitado desde el primer momento, o que se van a acumular sin ser usadas. 

¿Cuánto dinero debo regalar?

Eso tienen que decidirlo los padres, no hay un baremo de cifras adecuadas para cada edad porque hay que tener en cuenta, entre otras cosas, el entorno social y geográfico en el que viven los hijos. 

No es lo mismo vivir en un pueblo en medio del campo que en una gran ciudad. Tampoco es lo mismo vivir en un entorno donde el estatus económico general es alto que en un barrio más humilde, ya que el nivel de gasto varía mucho, también cuando se es menor. 

No obstante, como padres también tenemos que responsabilizarnos en este sentido de conocer cómo son la vida, el entorno y las actividades de nuestros hijos para no quedarnos cortos pero tampoco pasarnos. No podemos pretender que nuestros hijos se manejen con una cantidad ínfima de dinero en comparación con la que manejan sus amigos porque eso les va a impedir desenvolverse con normalidad. Sin embargo, tampoco es necesario que un niño pequeño o un adolescente vaya por la vida manejando dinero como si fuera un adulto, porque es evidente que no lo necesita. 

Al margen de esto, que puede valer con carácter general durante el año, si lo que vamos a hacer es un regalo especial de parte de los Reyes Magos de Oriente podemos plantearnos una cifra un poco más alta, o significativamente más alta, de lo que es la “paga semanal” habitual, por ejemplo. Al fin y al cabo, se supone que los regalos de Reyes son especiales. Esto no está reñido con explicarle que no debe gastarlo todo de golpe, que ahorrar una cierta cantidad le puede resultar útil dentro de un tiempo o que piense bien en qué desea gastarlo.

En resumen, hay que “estar en la vida” y saber qué hacen habitualmente nuestros hijos y cuánto cuesta eso para poder adaptar adecuadamente -según nuestros principios y modelo educativo- el dinero que les damos, también en Reyes.

De todos modos, recuerda que tus hijos van a seguir siendo niños durante algún tiempo más aunque esta Navidad se acabe. Por eso, si ves que detrás de todo este tema de los regalos y el dinero lo que hay es una dificultad familiar más grave no está de más que consultes con un profesional. Los psicólogos estamos acostumbrados a tratar con estos temas y poderos ayudaros. Quizá eso se note dentro de un año cuando empecéis a desenvolver regalos. 

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