Peter Pan y Wendy, una pareja de síndrome

[:es]Seguro que alguna vez has oído hablar del síndrome de Peter Pan y es probable que también te suene algo llamado síndrome de Wendy. No son etiquetas clínicas oficialmente aceptadas, sino más bien expresiones que poco a poco van calando en el lenguaje coloquial de la gente y, por qué no, también en el de la psicología, que los utiliza para referirse a patrones de funcionamiento no demasiado adecuados en algunos sujetos.  

Muchos hemos crecido soñando con un mundo delirante, colorido y siempre lleno de excitantes aventuras exentas de toda obligación: Nunca Jamás, la isla donde Wendy y sus hermanitos aterrizaron siguiendo la estela de polvo de hadas de un enigmático niño perdido llamado Peter Pan. Sí, lo cierto es que Disney ha hecho mucho por el mundo de la psicología, solo hace falta observar cómo sus historias se deforman cuando pasan de la pantalla de cine a las personas de carne y hueso.

Porque Peter Pan existe de verdad, pero ya no es un dibujo sino la inspiración para un síndrome. Seguro que tú le conoces, quizá te has planteado que tú mismo eres un poco Peter. Hablamos de hombres inmaduros, que se resisten a crecer, que luchan con uñas y dientes por prolongar una juventud o, incluso, una adolescencia contra el paso inexorable del tiempo. Personas que se niegan a asumir las responsabilidades sobre sí mismos -y sobre otros- que les corresponderían por su edad.

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No debemos confundir esto con el criterio bastante subjetivo -y, en ocasiones, bastante conservador- con el que a veces se considera que alguien “no ha sentado la cabeza” o que solo lo hace cuando cumple con algunos estándares socialmente aceptados (tener un “buen trabajo”, tener una pareja estable, dejar de divertirse como antaño…). El síndrome de Peter Pan no se refiere a alguien que no “sienta la cabeza”, sino a alguien (a menudo un hombre, pero ya te habrás dado cuenta de que Peter también puede ser una chica) incapaz de asumir responsabilidades bajo la excusa de la rebeldía, la libertad o la independencia.

A veces los vemos como “niños grandes”, lo cual da una imagen de ellos bastante tierna y benevolente, pero normalmente lo que sucede es que estamos ante una persona que se ha quedado detenida en algún punto de su infancia en el que tener pataletas, no querer preocuparse de nada o ser dependiente de los adultos que le rodean era normal… pero que debió haber evolucionado hace mucho tiempo. Disney nos enseñó que “la magia nunca crece”, pero las personas de verdad, las que no somos de dibujos animados, debemos ir integrando esa magia con el paso del tiempo de manera saludable si no queremos convertirnos en un esperpéntico conjunto de signos y síntomas.

Peter suele tener a su lado una Wendy, alguien cuya necesidad es resolver las necesidades de los otros, por ejemplo las necesidades de un marido “menor de edad” o de unos hijos a quienes no deja crecer ni caerse. No es casualidad: Peter y Wendy hacen una pareja estupenda, porque de la misma manera que detrás de todo gran hombre suele haber una gran mujer, al lado de todo Peter suele haber una (o un) Wendy fervientemente decidida a postergar lo suyo para priorizar lo de los demás y evitarles todo esfuerzo. Una persona que, a fuerza de volverse complaciente y solícita, se olvida de sí misma porque le es más fácil ocuparse de los demás. Este “ya lo hago yo por ti” no es sino una forma distorsionada de pedir cariño y aceptación, una manera maquillada de controlar a los demás y un método fantástico para olvidarse de sí misma/o  mientras se vuelve imprescindible para quienes la rodean.

happy birthday

Divertirse y llevar una vida relajada es algo tan noble como cuidar de otros y ayudarles en sus dificultades. El problema aparece cuando se confunde el divertirse con hacer el ridículo, llevar una vida relajada con la dejadez y la desidia, o cuidar a los demás con hacérselo todo y volverles inútiles para que así nunca dejen de necesitarme porque “necesitarme equivale a quererme”.

Las barreras entre estas cosas son difusas. Si te cuesta verlas o si las ves claramente pero estás en el lado de la barrera que te genera problemas piensa que los psicólogos estamos acostumbrados a trabajar con ello. Por eso, podemos ayudarte a modular tu manera de funcionar para que puedas pasarte al otro lado, ese donde madurar es divertido y cuidar al otro no le impide crecer.

 [:en]Seguro que alguna vez has oído hablar del síndrome de Peter Pan y es probable que también te suene algo llamado síndrome de Wendy. No son etiquetas clínicas oficialmente aceptadas, sino más bien expresiones que poco a poco van calando en el lenguaje coloquial de la gente y, por qué no, también en el de la psicología, que los utiliza para referirse a patrones de funcionamiento no demasiado adecuados en algunos sujetos.  

Muchos hemos crecido soñando con un mundo delirante, colorido y siempre lleno de excitantes aventuras exentas de toda obligación: Nunca Jamás, la isla donde Wendy y sus hermanitos aterrizaron siguiendo la estela de polvo de hadas de un enigmático niño perdido llamado Peter Pan. Sí, lo cierto es que Disney ha hecho mucho por el mundo de la psicología, solo hace falta observar cómo sus historias se deforman y pervierten cuando pasan de la pantalla de cine a las personas de carne y hueso.

Porque Peter Pan existe de verdad, pero ya no es un dibujo sino la inspiración para un síndrome. Seguro que tú le conoces, quizá te has planteado que tú mismo eres un poco Peter. Hablamos de hombres inmaduros, que se resisten a crecer, que luchan con uñas y dientes por prolongar una juventud o, incluso, una adolescencia contra el paso inexorable del tiempo. Personas que se niegan a asumir las responsabilidades sobre sí mismos -y sobre otros- que les corresponderían por su edad.

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No debemos confundir esto con el criterio bastante subjetivo -y, en ocasiones, bastante conservador- con el que a veces se considera que alguien “no ha sentado la cabeza” o que solo lo hace cuando cumple con algunos estándares socialmente aceptados (tener un “buen trabajo”, tener una pareja estable, dejar de divertirse como antaño…). El síndrome de Peter Pan no se refiere a alguien que no “sienta la cabeza”, sino a alguien (a menudo un hombre, pero ya te habrás dado cuenta de que Peter también puede ser una chica) incapaz de asumir responsabilidades bajo la excusa de la rebeldía, la libertad o la independencia.

A veces los vemos como “niños grandes”, lo cual da una imagen de ellos bastante tierna y benevolente, pero normalmente lo que sucede es que estamos ante una persona que se ha quedado detenida en algún punto de su infancia en el que tener pataletas, no querer preocuparse de nada o ser dependiente de los adultos que le rodean era normal… pero que debió haber evolucionado hace mucho tiempo. Disney nos enseñó que “la magia nunca crece”, pero las personas de verdad, las que no somos de dibujos animados, debemos ir integrando esa magia con el paso del tiempo de manera saludable si no queremos convertirnos en un esperpéntico conjunto de signos y síntomas.

Peter suele tener a su lado una Wendy, alguien cuya necesidad es resolver las necesidades de los otros, por ejemplo las necesidades de un marido “menor de edad” o de unos hijos a quienes no deja crecer ni caerse. No es casualidad: Peter y Wendy hacen una pareja estupenda, porque de la misma manera que detrás de todo gran hombre suele haber una gran mujer, al lado de todo Peter suele haber una (o un) Wendy fervientemente decidida a postergar lo suyo para priorizar lo de los demás y evitarles todo esfuerzo. Una persona que, a fuerza de volverse complaciente y solícita, se olvida de sí misma porque le es más fácil ocuparse de los demás. Este “ya lo hago yo por ti” no es sino una forma distorsionada de pedir cariño y aceptación, una manera maquillada de controlar a los demás y un método fantástico para olvidarse de sí misma/o  mientras se vuelve imprescindible para quienes la rodean.

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Divertirse y llevar una vida relajada es algo tan noble como cuidar de otros y ayudarles en sus dificultades. El problema aparece cuando se confunde el divertirse con hacer el ridículo, llevar una vida relajada con la dejadez y la desidia, o cuidar a los demás con hacérselo todo y volverles inútiles para que así nunca dejen de necesitarme porque “necesitarme equivale a quererme”.

Las barreras entre estas cosas son difusas. Si te cuesta verlas o si las ves claramente pero estás en el lado de la barrera que te genera problemas piensa que los psicólogos estamos acostumbrados a trabajar con ello. Por eso, podemos ayudarte a modular tu manera de funcionar para que puedas pasarte al otro lado, ese donde madurar es divertido y cuidar al otro no le impide crecer.

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