¿Cómo hablar de sexualidad con los hijos?

Odiaste ese momento con tus padres y ahora el padre eres tú. Cómo hablar de sexualidad con los hijos sigue siendo una asignatura que muchos padres sienten que tienen pendiente, aunque en general lo hagan mucho más dignamente de lo que piensan. 

No es fácil determinar cuál es el mejor momento para plantear una conversación “sobre sexo” con los hijos, pero hay que tirar de sentido común. Por ejemplo, no hacerlo delante de desconocidos o de personas con las que los hijos/as no tienen confianza. Puede ser una buena idea aprovechar que el tema sale cuando se habla de terceras personas o bien en la televisión: llevarlo indirectamente a nuestro terreno es una manera poco violenta y relativamente casual de generar algún tipo de comunicación sobre este tema. 

Quizá no se produzca la gran conversación justo en ese momento, pero sí es una oportunidad para lanzar algún comentario o pregunta que, aunque quede en el aire, al hijo/a le da pistas de por dónde van los tiros. Quién sabe, quizá en otro momento, otro día, es él/ella quien tira de ese hilo. 

Cómo hablar de sexualidad con los hijos

Cuando nos planteamos cómo hablar de sexualidad con los hijos tendemos a obsesionarnos con la idea del mejor momento, o de la edad adecuada, tratando de encontrar ese semáforo en verde ideal para que lo que sea que tengamos que hablar encaje a la perfección. 

En realidad este asunto debe abordarse a partir de cualquier edad. Lo que cambia con los años no es el tema (este está presente durante toda la vida) sino cómo se habla del mismo. 

Obviamente no vamos a hablar sobre deseo sexual y conductas sexuales concretas a un niño de cuatro años que ni siquiera entendería qué son esos fenómenos ni para qué sirven. Sin embargo, sí le podemos enseñar cómo se llaman las partes del cuerpo, por ejemplo, ya que muy poco después va a empezar a averiguar los fundamentos de la reproducción humana (aunque tarde un poco más en asociar eso con lo que los adultos llamamos “sexo”). 

cómo hablar de sexualidad con los hijos

También desde una edad muy temprana va a empezar a preguntar por las estructuras de la familia y, más concretamente, de las parejas, observando a las parejas de adultos de su entorno. Hablando sobre ello, de una manera muy sencilla, se transmiten mensajes sobre la orientación sexoafectiva. No le estamos hablando de nada que suceda en la cama porque, una vez más, no lo entendería en esos términos, pero sí estamos estableciendo una base para lo que vendrá después. 

Lo que hay que tener en cuenta a la hora de plantearse cómo hablar de sexualidad con los hijos es que los niños no son tontos y no sirve de mucho ocultar cosas: las van a averiguar tarde o temprano. Hay que tratarlos de acuerdo a su edad, contestando a lo que preguntan siempre que sepamos cómo hacerlo, sin pretender saberlo todo, sin atosigarles ni abrumarles ni tampoco incomodarles a ellos o a nosotros mismos si no sabemos cómo manejar bien la situación. 

¿Qué hacemos si los niños nunca preguntan nada?

Los niños muy pequeños normalmente preguntan, excepto en familias muy cerradas donde la comunicación es realmente pobre. Es decir, ya a edades muy tempranas los niños ven mujeres embarazadas y preguntan cómo lo ha hecho el bebé para meterse ahí dentro, y ven parejas de diferente tipo y empiezan a entender que el vínculo entre ellas no es ni paterno-filial ni de amistad, sino que es de otro tipo (sexual y afectivo, aunque ellos no lo llaman así). Muy a menudo, preguntan al respecto. 

Cuando nunca preguntan y van pasando los años y nadie dice nada convendría cuestionarse por qué: ¿ya saben todo lo que tienen que saber o no quieren preguntarles ciertas cosas a sus padres? Y, si no quieren hacerlo, ¿es porque no consideran que los padres sean los adecuados para esa conversación? 

Un error muy común -y que suele hacer quedar bastante mal a los padres- es “llegar tarde”, es decir, hablarle al hijo de cosas que hace años que tiene más que interiorizadas y sabidas y que no entiende por qué aparecen ahora. Esto suele suceder en familias donde la comunicación sobre este tema lleva años fallando, produciéndose a trompicones, sin una estrategia muy clara. Por tanto, si bien no generan un gran mal, en realidad a la hora de la verdad suelen ser episodios completamente inútiles

Otro error sería inmiscuirse en la vida del hijo a través de preguntas inadecuadas: ¿ya te has acostado con alguien?, ¿te masturbas?, ¿dejas que un chico/chica te haga tal cosa? Según cómo se enfoquen van a generar un enorme semáforo en rojo en el hijo/a y, si eso pasa, va a costar mucho que pase a verde. 

No hay “un” buen momento para hablar de sexualidad con los hijos, cualquier momento puede serlo siempre de acuerdo a la edad de los niños y a las capacidades de los padres para poder afrontar con madurez la comunicación sobre estos temas. 

Tampoco hay que obsesionarse con la sexualidad de los hijos, ni pretender ser para ellos catedráticos sobre este tema, sobre todo si carecemos de las habilidades para ello. Llegado un cierto punto, vale más callarse que regañar, distorsionar información, censurar innecesariamente, llegar tarde o meterse donde a uno no le llaman.

A veces es difícil remitir a los hijos a referencias adecuadas sobre sexualidad que puedan paliar nuestras carencias comunicativas sobre este tema. A cambio, podemos plantearnos qué referencias es importante no darles. Se les puede indicar que tener curiosidad por el sexo está muy bien, igual que está muy bien querer divertirse y disfrutar de la vida, pero que tienen que tener cuidado con lo que ven por ahí, por ejemplo en la pornografía o, sin ir tan lejos, en multitud de series y películas que están perfectamente a su alcance y que son de difusión general. No censuramos, ni atacamos, ni criticamos ni vamos de padres moralistas, pero sí podemos enviarles un mensaje muy importante sin entrar en complejidades: “No te pienses que todo lo que ves por ahí sobre el sexo se corresponde con el sexo de verdad, no te confundas. Eso no es la vida, es una película”. 

Mi hijo/a me pide anticonceptivos

Si un adolescente (chico o chica) solicita métodos anticonceptivos a sus padres, cosa que probablemente es muy infrecuente, pueden estar pasando varias cosas. Una de ellas es que ya haya tenido algún tipo de actividad sexual (con o sin penetración) o que esté planteándose seriamente tenerla. Otra es que, a priori, tenga una confianza enorme con sus padres, al menos la suficiente como para admitir delante de ellos que tiene una vida sexual. 

Si este es el caso, como padres debemos ser muy cuidadosos para no arruinar ese capital tan positivo de la relación con el hijo/a. Llevados por el miedo podemos optar por un enfoque de censura pura y dura de las intenciones del hijo/a y quizá con eso contengamos durante un tiempo su conducta, porque lo desaprobemos tanto que él/ella descarta la idea de tener ese tipo de relaciones sexuales. Sin embargo, seríamos muy ingenuos si supusiéramos ciegamente que solo por regañarle o asustarle vamos a poder ponerle puertas al campo. Tengámoslo en cuenta cuando nos planteemos cómo hablar de sexualidad con los hijos.

Recordemos además que no basta con tener métodos anticonceptivos sino que hay que saber utilizarlos para que sean eficaces. Todo lo que hagamos como padres por impedirlo o por retrasar ese momento tiene fecha de caducidad (a veces, horas de caducidad). 

Por otro lado, es normal que, como padres, nos cuestionemos cuál es la consecuencia de darle anticonceptivos a nuestros hijos: por un lado parece que es dotarles de una medida de prevención, pero por otro lado parece que les estamos autorizando totalmente a tener relaciones sexuales como si se tratara de cualquier cosa. Al final en cada casa los adultos tendrán que decidir en función de sus valores pero también interpretando bien qué es exactamente lo que su hijo o hija está solicitando

Pillar a los hijos consumiendo porno

No es una situación fácil pero tampoco es el fin del mundo. Aquí también hay que tomar decisiones que irán variando de familia en familia. Hay que tener en cuenta que no todos los padres tienen la misma opinión acerca de la pornografía: los hay que son indiferentes, los hay que ellos mismos han sido o son consumidores de pornografía y los hay que son abiertamente enemigos de estos contenidos

Lo ideal es siempre conducir las conversaciones por el lado de lo pedagógico, sin condenar conductas que -en principio- no hacen daño a nadie sin hacer muchos aspavientos. No obstante, resulta difícil pedirle esto a unos padres que tienen una opinión terrible sobre la pornografía. Si sienten que este tipo de contenidos es lo peor de lo peor, les va a costar mucho ser ecuánimes, comprensivos o pedagógicos, porque su rechazo a la conducta del hijo/a o a aquello en lo que la conducta del hijo/a podría convertirse seguramente los va a llevar a reacciones un poco extremas: regañinas, amenazas, explicaciones poco rigurosas sobre los efectos que puede tener el consumo de pornografía, etc. 

cómo hablar de sexualidad con los hijos

Una vez comprobado que lo que el hijo/a estaba consumiendo no era un contenido ilegal o abiertamente inadecuado (por ejemplo de carácter pedófilo) conviene entender su conducta como algo que forma parte de la curiosidad y no tanto de una desviación patológica. 

Lo primero que deberían preguntarse los padres es si el asunto merece o no una conversación específica, es decir, si lo que ha ocurrido es tan grave como para abordarlo abiertamente con esa categoría. 

No está mal tener con el hijo/a una conversación al respecto siempre que los padres sepan hacerlo y que padres e hijos tengan la suficiente confianza entre sí como para hablar de ello. A menudo, ambas cosas son mucho decir. Por otro lado, los padres también deben ser realistas y pensar que es muy poco probable que el hijo vaya a dejar de consumir esos contenidos solo porque ellos le digan que está mal y que no debería hacerlo. 

Si la comunicación en la familia es fluida y tenemos buena relación con los hijos puede generar cierto rubor pero ambas partes van a sostenerlo bien. Sin embargo, muchas veces esto no ocurre, no existe ese tipo de cercanía entre los padres y los hijos y es peor el remedio que la enfermedad. 

Por eso, suponiendo que hayamos decidido que vamos a sacar el tema abiertamente, habría que pensar cuál es el enfoque que le vamos a dar como padres: ¿de reproche y censura?, ¿de apertura a lo que el hijo quiera contarnos?, ¿vamos a revelar algún dato nuestro o no?, ¿esto merece un castigo? Obviamente todo esto estará muy influido por la edad del hijo/a, ya que no es lo mismo hablarlo con un niño de diez años que con alguien de 16 que nos saca una cabeza.  

En definitiva, no es fácil llegar a un punto de consenso sobre esto porque cada familia tiene sus propios principios sobre lo que es correcto o no cuando se plantean cómo hablar de sexualidad con los hijos. Los padres tienen que decidir qué les parece adecuado para sus hijos y, a ser posible, no educar únicamente a base de miedo, de culpa o de ingenuidad. 

Ante la duda -y partiendo de la base de que si nuestros hijos quieren tener relaciones sexuales y las tienen a su alcance las van a tener- siempre es preferible que lo hagan con la información adecuada y suficiente sobre los aspectos fundamentales de la sexualidad humana.  

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