El otro juego de tronos de Jon Nieve

Que no cunda el pánico. Este post NO destripa ni el principio, ni el medio ni el final de Juego de tronos. Aunque te parezca increíble, no vamos a cometer el mismo crimen que otros medios: en el blog de ifeel somos perfectamente capaces de hablar de la salud mental de Kit Harington sin necesidad de mezclarla con lo que le pasa o le deja de pasar a Jon Snow, el personaje que interpreta en la conocida serie. Una vez aclarado esto, adelante, lee sin miedo.

Y es que Harington vuelve a ser noticia porque, coincidiendo con el final de la serie que lleva años protagonizando con gran éxito no, lo siguiente, ha ingresado en una exclusiva clínica de la Costa Este estadounidense para ver si despresuriza del todo.

Concretamente, tal y como ya habrás oído, el conocido actor ha decidido ponerse en manos de la psicología y someterse a un completo tratamiento para atajar el enorme cuadro de estrés que lleva arrastrando desde que su destino quedara ligado al bueno de Jon Nieve.

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No es ningún secreto que el consumo de alcohol ha sido una de las estrategias de afrontamiento de su malestar psicológico. Tampoco lo es que interpretar a Jon Snow durante nueve años ha marcado su vida en muchos sentidos positivos pero que también le ha supuesto un enorme coste personal.

Y es que cuesta creerlo, pero verse inmerso en algo de esta envergadura no solo te trae una cantidad grotesca de dinero, también te vuelve famoso para siempre. Si no cuentas con los recursos suficientes a nivel de madurez, autoestima y apoyo social, esa fama puede ir devorándote desde dentro en un juego de tronos paralelo que, con toda seguridad, tendrá como fichas principales unos cuantos síntomas de ansiedad y depresión. Te aseguro que, por muchos millones que dé la partida, no querrás sentarte ahí.

Una gran contradicción

Cuando alguien se imagina convirtiéndose de la noche a la mañana -o en el transcurso de unos pocos meses- en una estrella de la pantalla todo lo que viene a la mente es positivo. Tener mucho, muchísimo dinero, es el sueño del ser humano medio. Ser bienvenido allá donde sea con los brazos abiertos pinta bien. Que miles de hombres y mujeres a ambos lados del océano te consideren un icono sexual no parece algo excesivamente desagradable. Y si encima consigues generar un cierto consenso en torno a lo buen actor que eres, ¿qué más podrías pedir?

Sin embargo, cuando fantaseamos con la idea de triunfar de esta manera olvidamos que en el trono de la fama no siempre hay un mullido cojín en el que reposar, ni todo brilla tanto como los pectorales de Khal Drogo tras la batalla.

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De este modo, cuando apartas todo el glamour, convertirte en uno más de los dioses de la pequeña y gran pantalla puede dejarte completamente desnudo ante la sensación de que, literalmente, todo el planeta te está mirando. Todo el planeta está juzgando lo bien o mal que trabajas, si se acostaría o no contigo, si tu voz es bonita. Todo el planeta está envidiando lo bien que debes vivir, convencidos de que no tienes ningún problema. Creen que te conocen personalmente porque te confunden con tu personaje. Todo el planeta te reconocerá si se cruza contigo por la calle, así que ten cuidado con sonarte los mocos, tropezar, emborracharte o quejarte de algo delante de alguien: todo el planeta te estará mirando fijamente y te estará señalando con el dedo. Si piensas que las alabanzas de millones de personas pueden llegar a pesar mucho sobre tus hombros… imagina lo que deben pesar las críticas o los chismorreos.

Escucha tu malestar

De hecho -y parece que no es el único del elenco en sufrir la dureza del trono- Kit Harington afirma que ha llegado a pasarlo muy mal en ciertos momentos de la serie, abrumado por una especie de tapón emocional que no ha sido capaz de disolver por sí mismo.

En principio no hay nada de malo en conectar con nuestra vulnerabilidad y cuestionarnos si somos buenos trabajadores o si nuestro trabajo es lo suficientemente bueno o sobre si tiene sentido seguir haciéndolo. Al contrario, indica que somos personas humildes y con un cierto sentido de la autocrítica, no robots desalmados que viven de puntillas y actúan automáticamente. El problema aparece cuando ese diálogo interno en el que nos preguntamos si estamos a gusto con lo que nos ocurre o si percibimos que la gente lo valora adecuadamente se convierte en una fuente de sufrimiento. ¿Cuál es el límite? Depende de cada caso pero, ante la duda, piensa que pasarlo un poco mal de vez en cuando es normal, pero sentir que necesitas una baja por depresión debe saltarte como una señal de alarma.

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Ten en cuenta que lo malo del sufrimiento no es solo que exista sino que, lo quieras o no, vas a tener que poner en marcha algunas estrategias de afrontamiento para darle una respuesta. Lo sentimos, tu sufrimiento no se va a quedar flotando encima de tu cabeza ni se disolverá por sí solo. Voluntaria o involuntariamente vas a tener que ponerte en marcha para responder a su llamada de atención. Cualquier respuesta que encuentres para ello será la mejor que hayas podido encontrar hasta ese momento, pero no cualquier respuesta va a ser buena para tu salud.

Responder al estrés

Harington probablemente empleó más de una estrategia de afrontamiento para salir adelante y, por lo que se dice en la prensa, una de ellas puede haber sido el consumo problemático de alcohol como respuesta a su estrés. Como sabes, el estrés es una reacción compleja de nuestro organismo ante una situación en la que el entorno nos demanda más de lo que le podemos dar.

Es decir, aparece cuando la exigencia de una tarea sobrepasa los recursos con los que contamos para resolverla. Que se produzca esa sensación de estrés, de sentirnos abrumados o sobrepasados, no es en sí mismo mala señal, de hecho es buena: significa que nuestro sistema funciona correctamente y es capaz de enviarse a sí mismo señales que indican que o bien pedimos refuerzos para conseguir ese maldito trono o bien tenemos que retirarnos. No hacer alguna de estas dos cosas hará que el sistema se colapse a corto, medio o largo plazo.

Es decir, un cierto nivel de estrés puede llegar a ser adaptativo e inevitable, ya que no siempre es posible cuadrar al milímetro lo que el entorno pide con nuestras capacidades. Ahora bien, vivir en una permanente situación estresante -ya sea porque nuestro entorno es muy adverso o porque nuestros recursos son de por sí muy escasos- va a generar en nosotros importantes problemas de salud física y psicológica que tendrán que ser atendidos de un modo u otro.

Kit Harington sabe mucho de esto y se lo está mirando en algún rincón paradisíaco de la costa de Connecticut rodeado de un ejército de terapeutas. Ante esto, ¿qué podemos decir? Que estamos deseando comprobar los resultados de tanto esfuerzo porque estamos seguros de que un adecuado y completo tratamiento psicológico es lo más adecuado en situaciones así.

Te puede pasar a ti

Antes hablábamos de una gran contradicción entre lo que algunas cosas parecen y lo que son. Esa misma contradicción, en forma de culpa, es lo que seguramente habrá estado atenazando al intérprete de Jon Nieve.

Cuando hablamos de culpa nos referimos a una discrepancia importante entre lo que se supone que debes sentir cuando te ocurre algo muy bueno (alegría, realización personal, dosis ingentes de validación externa, un chico con suerte) y otras cosas que -también- sientes: presión, estrés, angustia ante la idea de no satisfacer las expectativas ajenas, sensación de inadecuación por no ser feliz cuando se supone que eres la persona más afortunada del mundo… ¿Soy tonto? ¿Soy un ingrato? ¿Soy alguien con incapacidad para disfrutar? ¿No sé apreciar las cosas buenas de la vida o gestionar el estrés del trabajo de una manera normal como -se supone que- hace todo el mundo?

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La única respuesta válida a estas hipotéticas preguntas de Kit Harington es: no importa si eres tonto, ingrato o incapaz para el disfrute. Lo único que importa aquí es que eres humano y tus reacciones son las que tendría cualquier ser humano en tu lugar. De hecho son las que tiene cualquier ser humano medio en su respectivo lugar. La diferencia es que cuando cualquier ser humano medio se rompe solo se entera un puñado de personas -a veces ninguna, a no ser que la situación se haya desmadrado-, mientras que cuando Kit Harington se rompe porque Jon Snow le golpea se entera todo el planeta, lo que contribuye a magnificar el problema, que ya de por sí es grave.

Aunque no lo creas, ahora que has visto las barbas de Jon Snow cortar deberías poner las tuyas a remojar. Quizá no seas una estrella de Hollywood pero tu organismo funciona exactamente igual que el de los actores de Juego de tronos, así que tienes que cuidarte.

Puede que ya estés sintiendo el peso de las expectativas y las contradicciones haciendo presión en tu salud mental o que creas que hace tiempo que llegaste a tu límite. Si estás en una situación así recuerda que consultar con un especialista es lo mejor que puedes hacer. En ifeel contamos con un amplio equipo de psicólogos y psicólogas que pueden ayudarte a manejar tu estrés y el resto de tu sintomatología. Mejor no esperes a que llegue el invierno para pedir ayuda.

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