VIH. Sé que no quiero tenerlo. Sé que no es algo bueno. Probablemente tenga en la cabeza el “tipo de personas” que lo tienen (no recuerdo dónde, cómo o cuándo aprendí, pero está ahí). Ahora en serio, ¿realmente sé de qué estoy hablando? ¿Sé a qué se enfrenta alguien que tiene un diagnóstico de VIH+? ¿Es lo mismo que tener sida? ¿Cómo se transmite?
Es muy probable que muchos de nosotros, al leer estas preguntas, tengamos la certeza absoluta de saber responderlas pero, ¿es realmente así? Vamos a ponernos a prueba.
¿Cómo se transmite?
Mediante el intercambio de fluidos en las relaciones sexuales, la sangre o la leche materna. En cambio, no a través de la saliva ni las lágrimas.
¿Tener VIH y tener sida significa lo mismo?
El Virus de la Inmunodeficiencia Humana, el famoso VIH, es el virus que con el tiempo y sin el tratamiento adecuado, lleva a desarrollar sida. Este síndrome se caracteriza por interferir con el sistema inmunológico, aumentando el riesgo de sufrir infecciones y tumores.
¿Cuánto tiempo pasa desde que se detecta el VIH hasta que se desarrolla la enfermedad (sida)?
Depende de diferentes factores, características individuales, estilo de vida… y puede ser muy variable, desde unos pocos meses hasta años.
¿Por qué nos vienen a la cabeza hombres homosexuales y personas drogodependientes cuando pensamos en VIH y sida?
Entre las formas de contagio del sida se encuentran el sexo y el intercambio de agujas hipodérmicas. Los hombres homosexuales han estado comúnmente más relacionados con la infección de VIH, por una razón principal. Se ha argumentado que en las relaciones anales existe un mayor riesgo de transmitir VIH que en las vaginales. El motivo es que en el coito anal hay más propensión a que se desgarre la mucosa y el virus pueda traspasar a la sangre. En lo que respecta a las personas drogodependientes, estas tienen más riesgo de infección de VIH si intercambian jeringuillas de personas con la infección y que no están bajo tratamiento.
¿A qué se enfrenta una persona cuando le diagnostican VIH?
Se enfrenta a la aceptación de una condición que nunca se había esperado padecer, igual que la mayoría de nosotros. Se enfrenta, por ejemplo, a tomar medicación de por vida, entre otras… Pero, sobre todo, una persona VIH+ debe hacer frente a la preocupación de cómo va afectar eso a sus relaciones sociales, sentimentales, familiares… Porque, cuando una persona dice que es seropositiva, se genera una oleada de conductas a su alrededor con respecto al tema. Por ejemplo, comentarios aleccionadores o acusadores, del tipo “te dije que tuvieras cuidado”, “no has tomado medidas”, intromisiones en la vida personal («¿cómo lo has pillado?»), actitudes de rechazo («Yo ya no comparto el vaso con él, eh»), miedo, pena…
¿Por qué se producen estas reacciones en los demás? ¿Es eso lo que realmente la persona necesita cuando está contándolo o cuando se está planteando hacerlo? La cruda realidad es que hoy en día sigue habiendo un fuerte estigma con todo lo relacionado con el VIH.
¿Por qué ocurre esto?
Lo más habitual es que se deba a la desinformación. En realidad, cuando una persona entiende de verdad qué es tener VIH, qué consecuencias tiene en la actualidad (con un tratamiento adecuado), su miedo pierde las razones de las que se alimenta y acaba entendido que, frente a una persona seropositiva no hay nada que temer. De este modo se flexibiliza su posición con respecto a la persona con VIH.
Los estudios científicos indican que una persona que esté en tratamiento alcanza una carga viral indetectable. En esta situación, no puede transmitir el virus a otra persona, como comentó Juan Ramón Barrios, presidente de CESIDA. CESIDA es la Coordinadora estatal de VIH y sida, la entidad más representativa del movimiento ciudadano de VIH y sida en nuestro país. Eso no quiere decir que la infección desaparezca (es decir, desgraciadamente la carga viral nunca vuelve a ser igual a cero) pero se mantiene tan baja que no es posible que se transmita a otra persona.
Estigma y discriminación
El Programa Horizontes del Population Council informa de que la falta de comprensión de la situación, está relacionada con la complejidad de los conceptos de estigma y discriminación.
El estigma, haría referencia a la “marca” que tienen las personas que han contraído el virus o padecen la enfermedad, una característica que los diferencia del resto.
La discriminación, por otro lado, serían las conductas de rechazo de las personas que les rodean por tener esa característica.
A menudo, los grupos que tradicionalmente han sido más vulnerables frente a la infección con este virus estaban estigmatizados. Es decir, hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres, consumidores de drogas inyectables y también trabajadores sexuales, ya se habían visto discriminados por otros motivos . De esta manera se ha generado una fuerte unión entre el estigma y la creencia de tener VIH y pertenecer a uno de estos grupos. Esto es lo que según la Dra. Pulerwitz, especialista en el estudio de la conducta que trabaja en el Programa Horizontes, se llama un “estigma compuesto”, es decir, un círculo vicioso de estigmas que se refuerzan mutuamente.
¿Cómo superarlo?
Numerosas campañas buscan informar sobre el contagio de VIH y el sida. El objetivo no es sólo hacer visible una realidad que sigue presente en nuestro día a día, sino también poder eliminar las barreras contra las que se chocan muchos de los afectados.
La campaña del Día Mundial de la lucha contra el sida de este año se ha centrado en el derecho a la salud para todos y en cualquier lugar. Lo ha hecho con el hashtag #myrighttohealth. No sólo la desinformación sobre la enfermedad y su transmisión hacen que aparezca rechazo. En muchas ocasiones, las personas más allegadas de los afectados se alejan de ellos o los abandonan por pensar que se han infectado por llevar a cabo conductas inmorales o imprudentes.
Realmente, ¿es tener sexo una de estas conductas?
Castigar a una persona porque ha tenido una relación sexual sin protección no es algo que se haga tan a menudo, a menos que la persona haya contraído alguna Enfermedad de Transmisión Sexual. De hecho, según el análisis de la encuesta de los perfiles de discriminación en España, un 11,4% de los encuestados mostraron actitudes de rechazo hacia las personas con VIH/sida.
¿Qué puedo hacer si algún familiar o amigo tiene VIH?
Es importante preguntar, saber cuáles son las necesidades que tiene y cómo podemos ayudar a esa persona. También es interesante que nos planteemos cómo nos está afectando a nosotros conocer ese dato. Es probable que, aunque no queramos, sintamos que nos estamos alejando de esta persona. Puede que su diagnóstico nos haya caído como un jarro de agua fría. Tomar conciencia de qué se te remueve al pensar que tal o cual persona tiene VIH, es un paso importante para acercarte a ella de una manera más honesta. Cuidando de cómo nos estamos sintiendo nosotros, de cómo está afectando esto a cómo nos comportamos, también podemos resultar de más ayuda que si nos dedicamos a hacer como si no hubiera pasado nada.
¿Qué puedo hacer si me estoy viendo afectado y discriminado por tener VIH?
En estos casos lo importante es tener claro que el autocuidado es fundamental. Saber que merecemos respeto -como cualquier otra persona-, que no somos ningún peligro para nadie y que tener VIH no es una característica que nos convierta en personas menos válidas.
A veces resulta muy complicado plantarse y mirar hacia delante. La cosa se complica si, además, sientes que no tienes personas que te apoyen a tu alrededor. Sin embargo, recordar que nuestro bienestar depende de nosotros mismos, de lo que hagamos con nuestra forma de pensar y de vivir, puede darnos el empujón necesario para pedir ayuda. Tener el valor de reconocer que lo estamos pasando mal y que nos vendría bien una mano amiga puede ser un punto de inflexión. Si no podemos contar con nuestros más allegados o no nos sentimos cómodos para hablar de esta situación con ellos, siempre podremos hablar con un psicólogo. Tomarse una pausa en el camino y recordar que un terapeuta puede estar junto a ti en los momentos que se te hagan más cuesta arriba.