Uno de los temas que más aparecen en terapia es el deseo de “olvidar un gran amor”. Cuando las historias de amor no salen bien, en el lenguaje coloquial hablamos de “olvidar” este tipo de experiencias vitales para describir la necesidad de desembarazarnos de ellas. Además, pretendemos hacerlo al poco tiempo de que hayan acabado: nos entra la prisa por “olvidar”, es decir, por eliminar el efecto negativo que esas relaciones y su final puedan estar teniendo ahora mismo en nuestras vidas. Queremos pasar página y que eso ya no nos afecte.
Evidentemente, a nadie le gusta que una relación que ya forma parte del pasado ocupe todo su espacio vital, que no le deje concentrarse o que le haga sentirse muy mal. A veces es porque la persona ha sufrido mucho y no quiere seguir haciéndolo. Otras es porque aquella relación fue algo muy bueno que ya ha acabado y la melancolía la supera.
¿Es imposible olvidar un gran amor?
Utilicemos las palabras que utilicemos, al final es importante aterrizar en la realidad. Y la realidad nos indica que olvidar, lo que se dice olvidar, las experiencias importantes de nuestra biografía no se olvidan. Es decir, no se borran. Incluso aunque desaparezcan del primer plano de la conciencia, permanecen con nosotros e influyen en nuestro mundo psíquico, aunque sea de manera inconsciente. Es cierto que su efecto puede ir atenuándose con el tiempo, pero no desaparecen al cien por cien: si las olvidáramos nos quedaríamos sin biografía.
Lo que hay que hacer -y lo que, de hecho, hacemos- es seguir con nuestra vida lo mejor que sabemos mientras, de manera más o menos espontánea, vamos integrando la nueva realidad en nuestro día a día y recibiendo las siguientes experiencias que nos van llegando.
Decimos espontáneamente porque, según cómo sea nuestro estilo de afrontamiento, podemos empujar más la dirección de seguir en contacto con esa historia de amor pasada (recordar, rememorar, conectar con los recuerdos, hablar de ello, intentar revivir aquella historia) o bien nos puede dar por lo contrario: hacer que desaparezcan los objetos, no estimular los recuerdos, evitar el tema, distraernos al máximo, apartar ese asunto completamente de nuestra atención.
Por supuesto, ambos estilos son correctos y a menudo vamos saltando de uno a otro en función del momento. Sin embargo, lo que está claro es que lo que es importante de verdad no se olvida, sino que se integra en nuestra “biblioteca de experiencias”, sin desaparecer. Y, mientras tanto, seguimos con nuestra vida.
Obsesiones, ideales y otros obstáculos para olvidar un gran amor
Hay historias que nos marcan mucho. Por la razón que sea, tienen un gran impacto en nosotros y no es fácil “desembarazarse” de ellas una vez que han finalizado. Por el contrario, su recuerdo, secuelas o coletazos nos acompañan con mucha más presencia que los de otras relaciones en las que la implicación emocional es menor. Esa presencia puede llegar a ser obsesiva, cuando nuestra energía mental y emocional se focaliza en el asunto de una manera demasiado intensa y demasiado rígida.
Esta hiperpresencia de la relación pasada, que la persona experimenta como una dificultad para olvidar un gran amor, puede estar asociada a un malestar psicológico intenso. Si persiste o va más, puede aparecer un patrón muy disfuncional en el que la persona tiene serias dificultades para adaptarse a un mundo en el que esa relación amorosa del pasado ya no continúa.
Independientemente de lo patológico o incómodo que pueda resultar, es evidente que la obsesión aparece por algo, tiene un sentido desde el punto de vista psicológico y lo interesante es que la persona que está en ese punto pueda explorar qué hay detrás de ello, qué le está pasando para reaccionar o actuar así.
Llegados a cierto punto lo más interesante es poder hacerlo junto a un psicólogo que acompañe a la persona en el proceso de tomar conciencia de los diferentes matices de la situación.
Idealizar las relaciones
Existen muchos factores que nos llevan a idealizar o mitificar las relaciones sentimentales que hemos vivido en el pasado. Nuestra educación, nuestro estilo de apego, nuestro proyecto personal sobre cómo deben ser nuestras relaciones de pareja, nuestras experiencias biográficas previas y posteriores, que nos sirven como referentes para comparar… Todo eso va conformando una determinada interpretación del “gran amor” que hemos vivido y le asignamos un significado a esa experiencia, una interpretación que a veces puede consistir en una gran distorsión de la realidad.
Las personas más “idealistas”, es decir, las que tienen una visión del mundo más romántica, aventurera, abierta a la experiencia, novelesca… tenderán a idealizar más ciertas historias. Es decir, tenderán a interpretarlas sobredimensionando la parte buena y minimizando las imperfecciones. Por el contrario, otras personas son más “positivistas”, es decir, tienen los pies más en la tierra, se apegan a lo objetivo, son menos soñadoras y más estrictas en la intensidad con que interpretan lo que les ocurre.
Damos significado a las cosas por lo que son individualmente pero también al compararlas entre sí. Por eso, cuando todo nos va mal o estamos muy a oscuras vitalmente, por ejemplo en medio de una ruptura amorosa vamos buscando significados a lo vivido. Si vemos un rayito de luz, o recordamos que lo vimos, tendemos a darle una importancia a ese rayito que quizá no le daríamos si estuviéramos en un momento de mayor claridad.
Tener una impresión estupenda de las relaciones que han finalizado no es malo necesariamente: es fantástico tener maravillosos recuerdos con los que deleitarnos según va pasando el tiempo, incluso aunque estén un poco “inflados” o edulcorados de más. Otra cosa es que ese nivel de maravilla no hagan sufrir cuando la relación acaba, nos suma en un estado melancólico demasiado duradero o nos impida abrirnos a nuevas experiencias porque consideremos que ninguna experiencia reedita los estándares de aquella que hemos idealizado.
Cuando la memoria se resiste a dejar ir
1. No pretendas olvidar porque, como mucho, solo podemos distraernos. Date cuenta de que una parte de ti necesita olvidar y otra parte de ti necesita seguir recordando. Poco a poco irán poniéndose de acuerdo.
2. Date tiempo: la mayor parte de las experiencias tienden a perder intensidad con el paso del tiempo y acaban encontrando su verdadero lugar en nuestros recuerdos.
3. Permítete hacer lo que sea que necesites en este momento: a veces es recocerte en el recuerdo, otras veces es distraerte, otras es hablar de ello, otras es cambiar de tema… Todas son reacciones normales.
4. Intenta recordar la historia y a la persona de una manera ecuánime, sin idealizar. Nadie es perfecto y ninguna historia es perfecta, aunque lo parezcan. Eso te hará sufrir menos ahora que tienes que seguir caminando por tu cuenta.
5. No pienses que solo hay un gran amor en la vida. No existen las medias naranjas únicas ni los trenes pasan solo una vez por las estaciones, ni nada de eso. La vida es larga, hay muchos peces en el mar. Cuando estés preparada ábrete a ello y sigue viviendo tu vida, disfrutando de tus recuerdos.
Y recuerda: si la incapacidad para “olvidar un gran amor” empieza a revelar otros asuntos de tu personalidad que necesitan ser atendidos, o sientes que la ruptura te está generando un nivel de malestar difícil de sostener, pide ayuda especializada. Los psicólogos trabajamos cada día con estos temas y podemos ayudarte a poner un poco de orden en esta situación. Conéctate hoy mismo a nuestro chat y te explicaremos cómo iniciar hoy mismo tu terapia.