No cabe ninguna duda: las relaciones humanas son complejas. Sin embargo, ¿alguna vez te habías planteado que tuvieran forma de triángulo? Pues el psicólogo Stephen Karpman pensó en esta forma geométrica cuando propuso su modelo para comprender mejor desde dónde nos relacionamos con los otros seres humanos y cómo se relacionan estos con nosotros. Esta idea de los tres vértices puede ayudarnos a entender los diferentes patrones que tienen lugar en nuestras relaciones y que no siempre dan la cara. Concretamente, Karpman postuló un modelo triangular que explica las fuerzas que entran en juego en relaciones poco saludables. Según este autor, nos relacionaríamos desde tres posiciones: perseguidor, víctima o salvador.
Para entender mejor este triángulo recurriremos a unos personajes con los que quizá puedas identificarte:
«Victimaria y Amortonio llevan casados ya bastante tiempo, pero últimamente están teniendo dificultades. Victimaria es una mujer trabajadora y luchadora que siempre se ha caracterizado por su afán de superación. Amortonio, por su parte, es un hombre cariñoso y atento que en estos momentos apenas trabaja unas horas al día; por eso se ocupa de las tareas de la casa y de cuidar a sus dos hijos, de tres y cinco años, que cada día están más revoltosos. Cuando Victimaria termina su jornada laboral y va a casa con Amortonio, se da cuenta de que las “circunstancias le sobrepasan”: Amortonio se bloquea y se queda paralizado ante la tarea de lidiar de los niños. En esos momentos Victimaria suele apartarle y tomar las riendas de lo que esté pasando.
Cuando discuten ella suele echarle en cara todo esto y le acusa de no ocuparse de sus obligaciones; se siente como un ogro con él, pero está harta de que no sepa hacerlo mejor. Él, por su parte, toma una actitud autocompasiva y se siente muy culpable por no saber hacerlo mejor, se suele disculpar y se apena por no recordar las tareas a las que se comprometió, dice de sí mismo que es un desastre y que siente que no tiene remedio. Al ver esto, Victimaria se llena de ternura y, aunque está cansada de su jornada laboral, Amortonio le pide ayuda porque el poco trabajo que tiene le agobia y ella opta por echarle una mano en sus papeles: él confía en que así tendrá más tranquilidad para asumir los quehaceres diarios.
Por si esto fuera poco, las relaciones de Victimaria con su suegra no son especialmente buenas. A la madre de Amortonio, la Sra. Mari Mucho, nunca le ha parecido bien cómo Victimaria educa a sus hijos. Son frecuentes las discusiones, porque Victimaria no quiere ir los domingos a comer con sus suegros. En estos casos, Amortonio no cede un ápice: tiene claro que sus padres son mayores y quiere poder disfrutar de su compañía, así que en las discusiones reprende duramente a Victimaria por su egoísmo y le hace ver que esto es importante para él, aunque es habitual que pierda las formas por el camino. Ella se siente culpable y va los domingos generalmente sin rechistar: se siente mal por no ser más considerada con Amortonio».
Tomando a Amortonio y Victimaria como ejemplo podríamos preguntarnos: ¿desde qué punto del triángulo se relaciona Victimaria? ¿Y Amortonio? ¿Víctimas, perseguidores o salvadores del otro?
En relación al modelo que propone Karpman, observamos que las posiciones no son estables. La propia Victimaria pasa de ser perseguidora de su marido a ocupar el lugar de salvadora. Por su parte, Amortonio pasa de víctima a perseguidor en su relación con ella. Lo interesante es prestar atención a que en la medida en la que nos situamos en una de las posiciones, la otra persona no tiene más opción que situarse en una de las dos restantes. Esto quiere decir que si yo me posiciono como víctima, a la otra persona no le queda más remedio que situarse en el rol de perseguidor o en salvador. Si me sitúo en perseguidor, el otro tan solo puede ser víctima o salvador. Por último, si soy salvador, al otro le quedan solo la posición de víctima o de perseguidor.
Desde la posición de víctima, Amortonio no da opción a Victimaria de que se sitúe en una posición que no sea la de perseguidora o de salvadora. Pareciera que necesita que le salven o le regañen por sus acciones. De igual manera, Victimaria no le da opción a Amortonio de situarse más que en la posición de víctima si ella es perseguidora o salvadora. Las relaciones en este triángulo son siempre bidireccionales, es decir, la posición que asuma uno afectará inevitablemente a la posición que adquiera el otro.
Desde esta alentadora perspectiva podríamos preguntarnos sobre las relaciones en las que nos sentimos víctimas o sobre aquellas relaciones en las que sentimos que siempre estamos “salvando al otro” o acusándole de algo. ¿Qué se movería si decidiéramos salir de nuestra posición habitual?
El aprendizaje e identificación de estos juegos relacionales es complicado y muchas veces inconsciente; sencillamente no nos damos cuenta de que entramos en un círculo vicioso en el que si yo soy siempre X, tu siempre tendrás que ser Y.
¿Qué hacer si nos sumergimos en uno de estos juegos? El camino para conseguir unas relaciones lo más saludables posible requiere esfuerzo y tiempo. Aun así, podemos seguir unas sencillas pautas para encaminarnos en esa dirección:
Si tu posición es habitualmente la de perseguidor/a, será enriquecedor para ti trabajar la asertividad, es decir, aprender a defender tus propios intereses y derechos teniendo en cuenta también los del otro sin recurrir a la agresividad. De este modo, defenderás lo tuyo sin perjudicar a la relación.
Si tiendes a relacionarte más desde la posición de víctima, sería conveniente que enfocaras tu crecimiento personal en la asunción de tus responsabilidades, así tomarás también mayor control sobre tu vida sin esperar que sean siempre otras personas quienes resuelvan siempre tus dificultades.
Por último, si interactúas desde una posición de salvador, saber poner límites a los demás y aprender a cuidar de ti mismo es una habilidad que te ayudará a desarrollarte personalmente.