Muchas personas se preguntan si es bueno llorar, cuándo el llanto está justificado y cuándo, en cambio, es excesivo.
Lo primero que conviene clarificar es que el llanto no es una emoción en concreto, sino la expresión de una emoción. Por tanto, llorar es una manera muy útil para que los demás se den cuenta de que estoy sintiendo algo, pero no es la emoción en sí misma.
Llorar “mucho” no es a priori un signo inequívoco de mayor fragilidad o mayor sensibilidad. La sensibilidad es la capacidad para reaccionar a un estímulo, es decir, para sentir, apreciar, percibir -con mayor o menor matiz, o con mayor o menor intensidad- lo que ocurre a nuestro alrededor. Eso puede ocurrir con o sin llanto, que sería la última parte de la cadena, pero no la más importante ni la que más significado tiene.
¿Es bueno llorar mucho o no aporta ningún beneficio?
Es bueno llorar cuando toca, claro, porque es un mecanismo biológico necesario para regular nuestro organismo, integrar nuestras emociones, expulsar toxinas, liberar estrés y comunicarnos con los demás. No obstante, esto varía de persona a persona: no podemos determinar cuánto es bueno llorar (número de veces, duración del episodio de llanto…). En esos términos «topográficos» resulta difícil hablar.
Obviamente, cualquier exceso indica una disfunción, un problema psicológico, pero para ello hay que observar detenidamente cuáles están siendo en una persona determinada las consecuencias de llorar “mucho” y, sobre todo, cuáles son los motivos de ese supuesto exceso. En cualquier caso, en algún momento hay que llorar, porque es una respuesta natural.
Desde este punto de vista, evitar el llanto cuando se tienen muchas ganas de llorar no es conveniente desde un punto de vista meramente biológico, aunque puede ser muy conveniente y adaptativo si la situación requiere que nos mantengamos “enteros” y no mostremos de esa manera nuestra emoción.
Es decir, yo puedo tener muchas ganas de llorar delante de mi jefe y llorar me ayudaría a desahogarme (a corto plazo) pero quizá me haga quedar mal con él y dar una imagen que no me conviene y que me puede generar problemas en el futuro.
Todo es relativo, al final se trata de tener una adecuada regulación de nuestras emociones que permita que, si es eso lo que necesitamos, completen su ciclo en forma de llanto, pero siempre recordando que debemos adaptar nuestra conducta a cada circunstancia y que a veces nos puede convenir no llorar.
Educación para llorar desde la infancia
El hecho de que una persona exprese o no sus emociones a través del llanto, por ejemplo su tristeza pero también su rabia o su miedo, tiene que ver con la intensidad, el contenido y el tipo de emoción que están sintiendo, pero también con el tipo de expresividad que han ido desarrollando y aprendiendo a lo largo de su vida. El llanto, además de ser una expresión (visible para otros) es un mecanismo del cuerpo para liberar una tensión emocional y, de esta manera, permitir que el organismo se regule.
En definitiva, todo nuestro mundo emocional está parcialmente influido por lo que hemos aprendido, principalmente en casa a lo largo de nuestra infancia y adolescencia y luego también, en general, en cualquier ámbito de la vida. Conforme vamos creciendo y nos vamos socializando aprendemos qué emociones existen, qué significan, cuáles se pueden expresar y cuáles están prohibidas, cuál es la manera adecuada de expresar las emociones en cada situación…
Un ejemplo es cuando sentimos vergüenza por llorar. Ese es uno de los múltiples aprendizajes que hemos hecho a lo largo de la vida. Hemos aprendido que en ciertos espacios, momentos o situaciones llorar es una respuesta inadecuada. Lo hemos aprendido porque en alguna ocasión (o muchas) esa respuesta ha sido castigada, se nos ha afeado. Eso no quiere decir que no repitamos la conducta de llorar, pero lo hacemos con vergüenza, es decir, con una sensación de inadecuación, de estar fuera de lugar o estar haciendo algo censurable.
La educación no lo es todo (no es el único factor que nos influye) ni todo en la educación es determinante, pero por supuesto que tiene un papel. A la hora de configurar nuestro “estilo de llorar” influyen los mensajes que hemos recibido y los modelos que hemos tenido en nuestros padres sobre el manejo de emociones o sobre las posibles “consecuencias de llorar mucho”: cómo se expresaban en casa, cómo se regulaban emocionalmente ellos, cómo atendían mis emociones…
Es definitiva, con el tiempo vamos incorporando ciertos códigos -y sus muchos matices- sobre el manejo de emociones que se consideran adecuados en nuestro entorno. Por supuesto, luego hay que tener en cuenta lo que la persona haga con ese aprendizaje según su propia individualidad: no todo lo que aprendemos en la vida lo ponemos en práctica, a veces hacemos justo todo lo contrario, el aprendizaje es un condicionamiento pero no es determinista.
Cuando cuesta retener las lágrimas
No es fácil de explicar por qué a veces resulta tan difícil contener las lágrimas. Probablemente porque el tema (el contenido de significados que encierra esa emoción) es muy importante para nosotros, es decir, “nos toca la fibra sensible” en un momento dado. También porque la emoción produce una activación del cuerpo tan intensa y rápida que no logramos contenerla a tiempo y se expresa en forma de llanto.
Esto es lo que sucede en condiciones normales, hablando en términos muy generales. Por otro lado, hay que tener en cuenta que algunas personas son particularmente lábiles, es decir, tienen poca capacidad para contener ese tipo de expresiones y se las considera, por ejemplo, “de lágrima fácil” sin que eso implique que están viviendo una emoción muy intensa o que son personas muy sensibles. Simplemente no pueden (o no hacen el esfuerzo de) contener las lágrimas, pero no están tan afectadas como pudiera pensarse, y en seguida se les pasa. Es importante recordar que, por ejemplo ante una situación dolorosa, no está peor ni es más sensible quien más llora ni es más frío o está “mejor” quien no llora nada. El mundo emocional de los seres humanos es mucho más complejo que todo eso.
Diferencias de género al llorar
Muchas personas consideran que la afirmación de que las mujeres lloran más que los hombres no es más que un estereotipo. Sin embargo, no es así: se dice porque es real. Asunto diferente son los motivos que expliquen este fenómeno y la interpretación que se le dé.
Es decir, en nuestra sociedad las mujeres muestran más apertura al llanto que los hombres o, al menos, esa es la impresión que da por el hecho de que lo hacen de una manera más pública.
Eso conduce a distorsiones interpretativas como que son dadas por naturaleza a llorar mucho o que son más débiles que los hombres solo porque parecen prestarse al llanto con más facilidad. En realidad que unos lloren más o menos que las otras, o viceversa, no es ni bueno ni malo per se, sino en la medida en que la expresión (o la inhibición) de algunas emociones a través del llanto representa consecuencias negativas para el bienestar psicológico y físico de la persona.
Que las mujeres “lloran más que los hombres” es aparentemente cierto, aunque difícil de medir con rigor pero, sobre todo, es algo carente de significado si nos quedamos solo en describir esa conducta de manera tan limitada. Además, esta diferencia entre hombres y mujeres en cuanto a la frecuencia o facilidad para el llanto está disminuyendo (muy lentamente) y no es tan exagerada como cabría pensar, aunque sigue estando ahí.
Los hombres lloran mucho más de lo que parece pero, con frecuencia, lo hacen de manera más privada que las mujeres, en público se lo suelen permitir menos, a no ser que la situación sea muy grave (por ejemplo un funeral) o muy solemne y emotiva (una boda). Esas son situaciones en las que llorar no está tan censurado socialmente. Fuera de ahí, la censura social hacia el llanto del varón, sobre todo en ciertos ámbitos, sigue existiendo, aunque ahora se haga de manera más leve o sutil.
Al margen de llorar mucho o llorar poco, lo importante es que una persona tenga una capacidad suficiente para identificar sus emociones y expresarlas de una manera adaptativa, para que no se queden bloqueadas y puedan cumplir su función: permitirnos vivir mejor y relacionarnos de una manera más coherente con otras personas.
Si sientes que existe alguna dificultad con tus emociones es bueno que consultes con un profesional. La función y la expresión de las emociones es el material con el que los psicólogos trabajamos cada día. Conéctate hoy mismo a nuestro chat y una de nuestras psicólogas te explicará cómo puedes comenzar tu terapia hoy mismo. Digan lo que digan tus lágrimas, haz que sirvan para tu bienestar.