Esto de la vacuna para acabar de una vez por todas (o casi) con la Covid-19 no está siendo tan simple como podría parecer. Al menos a nivel psicológico. En otro artículo ya analizamos los motivos por los cuales muchas personas experimentan rechazo ante la idea de ponerse esta vacuna. En esta ocasión vamos a analizar con más detalle cómo superar ese miedo y qué otras reacciones psicológicas podemos experimentar respecto a la vacunación. ¡Vamos con ello!
Vencer el miedo y decidirse
En los casos en los que el rechazo a la vacuna se base en un planteamiento radical y generalizado hacia todas las vacunas no hay mucho que hacer. Por el contrario, en personas que tengan dudas, reticencias o miedos hacia la vacunación pero no basados en la radicalidad, el fanatismo o el pensamiento mágico sí que existe un cierto margen de maniobra: podemos observar cambios en lo que piensan, sienten y dicen que van a hacer respecto a la vacuna para Covid-19. A continuación vamos a comentar cómo podrían modificar su opinión.
1. Reflexionar sobre sus verdaderos motivos
Más allá de repetir mecánicamente los comentarios de rechazo que oyen por ahí, ya sea en broma o en serio, quienes hayan decidido no vacunarse o esperar unos meses para hacerlo -o bien se lo estén planteando- deben pensar por qué no quieren ponerse a la vacuna además de sentir su miedo/aversión hacia esta.
No estamos hablando de cualquier decisión, sino de una que puede tener importantes consecuencias para su salud individual y, además, contribuir a la salud pública. Por este motivo, no debe tomarse a la ligera, sino estar lo mejor motivada posible, no vaya a ser que aquello en lo que se basa la negativa a recibir la vacuna no sea más que humo.
2. Valorar las ventajas de vacunarse
La reflexión sobre los verdaderos motivos que acabamos de mencionar probablemente pondrá el foco en las desventajas de ponerse la vacuna. Es decir, pondrá encima de la mesa todas esas razones -seguramente pocas y, en la mayoría de los casos, deficientemente argumentadas- que llevaban a la persona a decir “No quiero ponerme la vacuna”, “Me da miedo ponerme la vacuna”, “No creo que esta vacuna sea una buena decisión”.
Sin embargo, todo buen discernimiento debe contemplar no solo los contras, sino también los pros. Debe tener en cuenta todos los escenarios posibles tanto si la persona se vacuna como si no.
Por este motivo, las personas que se plantean no vacunarse o que han decidido no hacerlo deberían sopesar también qué ventajas podrían obtener de la vacunación, es decir, por qué es bueno que ellas se pongan la vacuna. Si esto se hace en serio es muy probable que muchas de ellas cambien su opinión.
3. Tener referentes de vacunaciones
Muy a menudo el miedo viene de lo desconocido, de la incertidumbre, de la falta de información o de ejemplos.
Durante estas semanas hemos visto imágenes de personas anónimas -incluyendo personal sanitario- poniéndose la vacuna. Esto es muy importante y sirve como un ejemplo muy potente a la hora de animar a otras personas a administrársela.
Si, además, el público percibe que las personas que salen en los medios vacunándose son ejemplos con los que se puede identificar (personas de su edad, de su profesión, de su extracto social) o bien son personas que por su autoridad o su celebridad le dan confianza, pasará a considerarlos como referentes: “Si él/ella se pone la vacuna también podría ser bueno para mí”, “Si él/ella se pone la vacuna es que no debe ser mala, sino buena”.
4. Disponer de información veraz
Contra la desinformación, información. Una campaña de vacunación de estas características debería estar acompañada de un potente componente didáctico, es decir, no solo informativo sino también formativo.
Las personas, especialmente aquellas más reticentes a vacunarse, necesitan saber qué grupos se vacunarán con prioridad, dónde y cuándo comienzan las vacunaciones, en qué consiste la vacunación, etc. También es útil que sepan qué es una vacuna, qué efecto tiene en la salud pública, qué efecto tendría el no administrarla, qué efectos secundarios reales deben esperarse, etc.
El lenguaje simplista que reduce el asunto a un comentario de barra de bar del tipo “Uy yo esta vacuna no me la pongo, que la han hecho muy rápido y no me fío” debe ser considerado como un mal ejemplo de prevención de enfermedades y promoción de la salud. Contrarrestarlo eficazmente pasa por utilizar información veraz y bien explicada.
El “encontronazo” con quienes se niegan
Todo el mundo es libre de no querer vacunarse. Del mismo modo, también todo el mundo es libre de querer mantener ciertas distancias con aquellas personas a las que consideran un riesgo para su salud o que consideran que no mantienen una actitud preventiva marcada por la responsabilidad y la prudencia.
Como siempre, existen una serie de habilidades básicas para que unos y otros cuiden sus interacciones. Practicar los buenos modales, la paciencia, la empatía, el respeto mutuo, la escucha y la asertividad siempre es útil como herramienta para mantener la paz de las relaciones. Además, podemos complementarlas con los siguientes aspectos:
–No pretendas cambiar a quien no quiere cambiar. Ni ellos ni tú sois mesías de ninguna causa y todos tenemos ya mucha tarea responsabilizándonos de nosotros mismos como para responsabilizarnos también de los demás.
–Da ejemplo de manera constructiva. Si alguien te dice que no piensa vacunarse o no de momento, puedes contestar que tú sí lo harás, lo antes posible, por tu salud y por la de los demás y que, ya de paso, vivirás más tranquilo/a. Los mensajes claros, que ponen el foco en contenidos clave y que se expresan como una autoafirmación en lugar de como un ataque o un reproche son mucho más constructivos que ponernos a discutir sobre epidemiología avanzada.
–Evita temas conflictivos, incluso compañías conflictivas, a veces es la única solución para eso mismo. De lo contrario, corres el riesgo de desgastarte en disputas estériles y frustrantes o bien de ponerte delante de alguien que consideras que no cuida su salud ni la de los demás. Una retirada a tiempo es una victoria.
Reacciones psicológicas al vacunarnos
Nuestras reacciones psicológicas una vez recibida la vacuna dependerán de cuál sea nuestra expectativa al hacerlo. También estarán en función del nivel de riesgo de enfermar tanto nosotros como nuestros seres queridos y de cómo sea nuestro estilo habitual de afrontamiento de este tipo de situaciones (tranquilo, seguro, fóbico, evitativo, dubitativo, abierto a la experiencia, etc.).
Algunas reacciones psicológicas que son esperables serían las siguientes:
1. Inquietud por cómo reaccionará nuestro cuerpo
Al fin y al cabo, el deseo de vacunarnos y la confianza en este tratamiento no nos hacen olvidar que la medicina no son matemáticas, que cada cuerpo es cada cuerpo y que la Covid-19 es aún una enfermedad muy desconocida, al igual que su tratamiento preventivo.
2. Liberación y seguridad
Confiar en la eficacia de la vacuna y recibirla quiere decir que, si todo va bien, ya no vamos a infectarnos con el Sars-cov-2 y, por tanto, es muy improbable que infectemos a otras personas al interactuar con ellas.
Tras tantos meses en los que hasta el más mínimo ámbito de la vida ha estado bombardeado por el tema de la pandemia, con el miedo a enfermar o contagiar a otros en primer lugar, es de esperar que muchas personas experimenten la vacunación como un acto de liberación, es decir, de descanso anímico y de seguridad, que es lo contrario del miedo.
3. Satisfacción altruista
Una característica importante de las vacunas es que no son útiles solo para la salud individual de la persona que las recibe, sino que, administradas a la cantidad apropiada de individuos, generan un bien colectivo que los protege a ellos y también a aquellos que -por distintas razones- no estén vacunados.
Es la tan célebre “inmunidad de grupo”, que no debe despreciarse como una motivación importante a la hora de vacunarse: las personas se vacunan para estar sanas ellas, pero les satisface más todavía -y las refuerza en su decisión de vacunarse- el hecho se saber que contribuyen a un bien colectivo.
4. Emociones contradictorias
En relación con todo esto, no debemos sorprendernos si lo que sentimos al vacunarnos es una emoción muy clara, si no sentimos nada en absoluto o si experimentamos una mezcla de emociones que chocan entre sí. Por ejemplo, por un lado puedo sentirme más seguro cuando pienso que funcionará, pero a la vez me da miedo que no funcione o que me haga daño y eso me va a intranquilizar unos días. También me puede gustar el hecho de contribuir al bien común pero no quisiera estar sacrificando en vano mi salud por otros cuando mucha gente se permite no hacerlo.
La buena noticia es que, pase lo que pase, con el transcurso de los días y las semanas las personas que se vacunen y que no tengan claro qué sienten al respecto irán aclarando sus sensaciones.
El 2020 pasará a la historia, sin duda, como el año de la pandemia de Covid-19. Tenemos en nuestra mano la posibilidad de que 2021 sea el año en que acabamos con esa pandemia. Una gran parte de ese logro reside en el éxito de la vacunación pero eso no va a hacer que mágicamente desaparezcan los múltiples destrozos que ha provocado en muchas personas esta emergencia sanitaria. Recuerda que, como en sus peores momentos, los profesionales sanitarios seguimos estando aquí para ayudarte a cuidar de tu salud psicológica. Cuenta con nosotros si lo necesitas.