De manera muy resumida, entendemos la hipocondría como una preocupación excesiva ante la posibilidad de padecer una enfermedad grave. En estos casos, la persona se observa más allá de lo necesario, de manera obsesiva y minuciosa, llegando a conclusiones erróneas sobre su salud debido a un análisis inadecuado de signos y síntomas. Esa conclusión es, básicamente, el convencimiento de padecer un problema de salud -normalmente grave- y es tanto causa como efecto de esa manera peculiar de gestionar la preocupación por la propia salud.
De este modo, hay que entender la hipocondría como un patrón catastrofista, es decir, consistente en situarse en el peor escenario posible a partir de unas determinadas premisas, en este caso en torno al binomio salud-enfermedad.
Como sucede con otros términos propios de la psicopatología, a menudo empleamos el término hipocondría o hipocondríaco en un sentido coloquial sin referirnos estrictamente a la presencia real de un problema de este tipo. Igual que a veces hablamos de que una situación es “esquizofrénica”, que alguien es un poco “bipolar” o “psicópata” o que está “autista”, nos referimos a nosotros mismos o a otras personas como hipocondríacos simplemente porque tenemos algún rasgo en común con este problema de salud mental, pero no afinamos mucho más.
Distraerse, hacer ejercicio, seguir las recomendaciones y tener ejemplos de tranquilidad son pautas que pueden ayudar mucho a los hipocondríacosCuando esto sucede, normalmente nos referimos a alguien que tiende a ser preocupadizo por su salud y que tiene la costumbre, derivada de esa preocupación y a la vez alimentada por ella, de hacer indagaciones al respecto en diferentes fuentes de información.
En efecto, esto es lo que hace el hipocondríaco. Sin embargo, también es importante recordar que, como sucede en tantos otros problemas o trastornos de salud mental, lo que hace quien tiene el problema es exactamente lo mismo que hacen las personas que no lo tienen, únicamente que en un grado mucho más extremo y, por tanto, con consecuencias más graves para su bienestar.
Dicho de otro modo, todos en un momento u otro tenemos una preocupación leve, intensa o muy intensa por nuestra salud a raíz de tal o cual síntoma, de tal o cual indicio. Entonces nos preocupamos más o menos y buscamos la manera de confirmar, tratar o aliviar ese síntoma y, por tanto la inquietud que nos produce. A menudo eso incluye darnos cuenta de que hemos exagerado algo tanto en nuestra preocupación como en los medios desplegados para mitigarla. Lo que distingue al hipocondríaco es la frecuencia, duración e intensidad con que vive esta patrón. Es decir, pasar de la preocupación a la angustia, de la comprobación a la hiper-observación, del hacer una consulta aislada a, como se dice coloquialmente, remover Roma con Santiago a la búsqueda de una confirmación para su grave problema de salud y, de ahí, una solución.
Son estos excesos los que nos permiten distinguir entre funcionamiento normal y problema. Dicho en forma de breve trabalenguas, cuando nuestro problema nos genera problemas es que tenemos un problema.
A veces el problema no es nuestro, sino de alguien con quien convivimos. Convivir con un hipocondríaco de verdad es convivir con alguien dominado por la ansiedad o, en casos más serios, por la angustia. Por supuesto, esa convivencia se complica en tiempos de confinamiento debido a la sensación de enjaulamiento, es decir, por la preocupación añadida de no poder acudir con fluidez a un especialista que lo tranquilice, o por la “certeza” de que su situación se agravará irremediablemente al no tener la posibilidad de ser atendido “en condiciones” por las restricciones que impone la emergencia sanitaria.
Hay que entender que el hipocondríaco no es ningún “loco”, sino alguien que, a su manera, pide ayuda pero se topa con dificultades serias para obtenerla, y el confinamiento complica esta situación. Convivir con alguien en estas condiciones no es fácil pero existen algunas recomendaciones relativamente sencillas que pueden ayudar tanto a esa persona como a sus compañeros de confinamiento a afrontar la hipocondría de una manera saludable.
El deporte, siempre socorrido
Propón algún tipo de ejercicio o actividad física. En estos días internet está lleno de tutoriales sobre cómo hacer ejercicio físico en casa, algunos de ellos realmente sencillos y adaptados a personas que no tienen costumbre de hacer deporte, otros algo más intensos. No es imprescindible plantearlo como algo que se va a disfrutar muchísimo, sino como una “medicina”, es decir, una recomendación profesional que le va bien a todo el mundo y también a él/ella en concreto para “su problema”. La actividad física -correctamente realizada- ayudará a la persona a descargar su ansiedad y elevar los niveles de endorfinas. Es decir, le aportará sensación de cierto disfrute, además de ocupar tiempo y poner su atención en su cuerpo de una manera diferente a cuando atiende solo a sus presuntos síntomas. Hacerlo en compañía de otros, aparte de más entretenido, puede ser incluso divertido.
Cambiar el foco de la atención
Potencia actividades distractoras en general, en lugar de estar todo el día en el sofá rumiando obsesivamente la preocupación. Encargarle tareas de la casa, ver lo mínimo las noticias (los contenidos tranquilizadores todavía son muy escasos), dirigir la conversación en la medida de lo posible a temas que no sean ni la emergencia sanitaria ni las presuntas enfermedades que esté desarrollando la persona hipocondríaca. Si necesita hablar del tema tampoco es necesario negarlo, porque eso sería “taponarlo” y generar más tensión; se puede acoger de manera amable y comprensiva pero dedicándole un tiempo cerrado. Las actividades distractoras, si están relacionadas con algo gratificante para la persona, mejor.
Dar ejemplo de tranquilidad
Si convives con alguien con un problema de hipocondría intenta ofrecer serenidad y normalidad, tanto en tu actitud como en tus quehaceres cotidianos. Se habla mucho del “contagio emocional” para las emociones negativas o displacenteras, pero los estados emocionales positivos o agradables también pueden transmitirse a otras personas. Cuando convivimos podemos ser modelos tanto de lo positivo como de lo negativo para quienes nos ven.
Seguir las recomendaciones sanitarias
Seguir las recomendaciones y prevenciones indicadas por los organismos oficiales. La mayoría son básicas y fáciles de cumplir por cualquier persona, son de sobra conocidas y su utilidad está más que demostrada. Es importante recordarlo y seguirlas, ya que son el medio por el cual -si la preocupación del hipocondríaco es infectarse por COVID-19– la persona puede tener un papel activo en la prevención más que en la preocupación. Aun así, previsiblemente el hipocondríaco tenderá a preocuparse por si el virus se le escabulle, por si no se lava lo suficiente las manos, por si hay algo que se le esté olvidando hacer, etc. No podemos hacer milagros, pero es importante ayudarle a que vuelva a poner su atención en las pautas generales que ya hemos mencionado para que su nivel de ansiedad vaya regulándose poco a poco.