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No quiero volver a la oficina: claves para el regreso

¿Eres de los que ves venir el regreso al pasado y declaras abiertamente «No quiero volver a la oficina»? En el caso de que la crisis sanitaria por COVID-19 no se haya llevado por delante tu puesto de trabajo, es probable que ya esté rondando por tu cabeza esta cuestión que tanto tiene que ver con la lenta desescalada que llevamos meses viviendo: abandonar el teletrabajo y retomar la presencialidad laboral. 

En pocas palabras, volver a la oficina. Y la respuesta sobre qué modelo de trabajo es más adecuado para cada persona y cuál es más adecuado para la empresa en su conjunto no está tan clara en realidad. 

Normalmente, quien más, quien menos, somos perezosos para los cambios. Nuestro organismo está diseñado para encontrarse bien en la rutina, lo previsible y lo repetitivo, aunque sea imprescindible combinar esto con ciertas dosis de novedad de vez en cuando. Por eso, cuando de repente tuvimos que recoger nuestros bártulos, hacer hueco a la oficina en nuestra casa y acostumbrarnos a hacerlo todo vía telemática la incomodidad y la pereza nos hicieron refunfuñar bastante. 

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Y ahora algunos vuelven a refunfuñar por tener que desandar ese camino mientras otros cuentan los días para desencapsularse y regresar a sus puestos habituales. Los hay que, a pesar de todo, han ganado libertad, tiempo y comodidad con el teletrabajo. Quienes aprecian el comer mejor, el dormir más y el no gastar horas ni dinero (ni paz) en el transporte público. Por no hablar de quienes prefieren desescalar más lentamente por motivos de salud. Los hay también que viven con angustia el desbarajuste entre vida laboral, doméstica y profesional y ansían retornar al viejo orden. Nunca se teletrabaja a gusto de todos y lo mismo sucede con el regreso a la oficina. 

No quiero volver a la oficina: ¿cómo coordinarlo con las necesidades de la empresa?

Parece que haya pasado una eternidad para casi todo pero, en realidad, se trata de quiénes éramos hace solo un año y medio. Algunos, concretamente, no eran mucho de trabajar en casa. Claro, eso era antes de probarlo, podrían decir. Y ahora nosotros, los trabajadores de entonces, ya no somos los mismos, añadirían. Ya no nos gusta lo mismo. Ya no necesitamos lo mismo. O sí: lo necesitamos más que nunca y ahora lo reivindicamos.

Otros fueron siempre partidarios del teletrabajo, pero de un teletrabajo ordenado, bien equipado, elegido y eficiente. Apañar en la emergencia se hizo como se pudo pero ahora, puestos a mirar hacia delante, lo que quieren es hacerlo bien

Algunos antes no eran muy de teletrabajar. Claro, eso era antes de probarlo. Ahora ya no son los mismos

Algunos, en fin, desean regresar a la oficina porque el teletrabajo les ha resultado un enorme embrollo pero, más allá de eso, lo que reclaman es una conciliación inteligente de las diferentes facetas de su vida. Como haría cualquiera.

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¿Cómo coordinar realidades tan distintas sin que la empresa se resienta y sin que parezca que, tras tanto “esto tiene que cambiarnos [para mejor]” se impone de nuevo la presencialidad indiscutible, tan ineficiente y tan típica del panorama laboral español?

Un experimento consumado

Es cierto que ya antes de esta epidemia existían empresas -muy escasas- con políticas ordenadas de teletrabajo para sus plantillas. Como cierto es que en muchas empresas había personas -no tan escasas- que reclamaban con la boca pequeña que esas políticas de teletrabajo empezaran a implementarse. Tanto quienes añoraban trabajar desde sus hogares como quienes necesitaron varios días para adaptarse a ese shock se vieron sometidos a una suerte común: la salud obligaba, todo el mundo a casa

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Ya ha transcurrido un buen puñado de meses con el ordenador corporativo plantificado en el salón, en ese despachito improvisado o incluso en el dormitorio. Durante este tiempo la experiencia del teletrabajo -deseado o no- ha ido cobrando vida propia a medida que nos revelaba una manera inesperada de trabajar. Ahora que los responsables de cada equipo van dejando caer la idea del regreso a la oficina todos tenemos una opinión bien formada sobre qué nos parece esta idea y más de uno lo tiene claro: no quiero volver a la oficina.  

Sí, hay opiniones de todos los colores, en función de las características del puesto y de las circunstancias particulares de cada cual: qué necesitamos para estar a gusto, cómo es nuestra casa, si necesitamos separar ambientes o ya nos va bien vegetar indefinidamente en la reclusión del hogar. Por supuesto, la cosa cambia si vivimos solos o en compañía de (oh, terror) niños y demás matices que pueden hacer que la balanza vuelque los afectos hacia la oficina casera o hacia la de verdad.

El caso es que, al igual que no era oro todo lo que relucía en el momento de abandonar la oficina e instalarnos en casa, tampoco es oro todo lo que reluce ahora ante la perspectiva de desmontar el chiringuito doméstico y reinstalarnos en el espacio habitual que abandonamos en algún momento de la primera quincena de marzo de 2020. 

Cerrar las oficinas e imponer el teletrabajo fue obligatorio, pero interrumpir el teletrabajo e imponer el regreso a la oficina es, en muchos casos, innecesario. Se abre pues, ante nosotros, una importante pregunta a nivel laboral: ¿cuál es la mejor opción para nuestra empresa? Y a esta se le une otra cuestión crucial, ¿qué proporción de cuál es la mejor opción para mejorar la productividad de nuestra empresa se contesta teniendo en cuenta qué es lo más importante para nuestros trabajadores?

Antes del 14 de marzo de 2020 la mayoría de las empresas eran incapaces de argumentar cómo se vería afectado su funcionamiento en caso de que una parte pequeña, mediana o grande de su plantilla tuviera que teletrabajar. Simplemente no lo sabían. Mientras tanto, se resistían con uñas y dientes a hacer la prueba. 

Casi un año y medio después el experimento está hecho en su versión más intensiva y extensiva. Ya no hay lugar para la elucubración sino que los hechos hablan por sí solos. Y, dentro de la enorme diversidad de resultados, los hechos dicen que para muchas empresas el teletrabajo no solo ha sido una opción viable sino que ha sido una opción positiva, al menos en algunos aspectos. Por eso tanta gente lo dice sin dudar: «No quiero volver a la oficina».

De este modo, que el teletrabajo no es factible para una empresa como la nuestra va ser algo muy difícil de argumentar a partir de ahora para muchos equipos de dirección, ya que es tan evidente como que si hemos podido hacer lo mismo desde casa que en la oficina es que es posible hacerlo. Qué proporción de esto es bueno para la tarea (resultado, dinero) y qué proporción es buena para los trabajadores (seres humanos) es un asunto diferente. Para averiguarlo no vale hacer trampas: hay que preguntárselo a esos trabajadores, no mirar únicamente la cuenta de resultados. 

Sea como sea, el tiempo de la desescalada sigue avanzando con la vacunación y toca tomar decisiones. También en los despachos. O en los salones de las casas. 

Por eso, si consideras que el regreso a la oficina es imprescindible para la buena marcha de tu equipo y que el teletrabajo ha sido un apaño provisional a la espera de retomar el funcionamiento de siempre, entonces hay poco que decir y lo único que queda es llevarlo a cabo de la manera más segura posible

Sin embargo, si no está tan claro que la presencia física de tus trabajadores en una oficina sea imprescindible para que la empresa salga (bien) adelante, entonces no te precipites a la hora de tomar una decisión al respecto. 

Se trataba de salir mejores de esto, ¿no es así? De aprender, de mejorar, de ser una empresa adulta que aprende de la experiencia. La oportunidad para hacer esto realidad empezó cuando echamos el cerrojo de la oficina y es en eso en lo que hemos estado esforzándonos durante largas semanas de confinamiento. Ahora este objetivo necesita un impulso igual de trascendente. Y de inteligente.

Cómo decidir qué haremos con el teletrabajo y la presencialidad

Pregunta a tus trabajadores

¿Quieres saber qué es lo mejor para ellos? No lo presupongas, pregúntaselo abiertamente. Es muy difícil que vayas a poder satisfacer completamente las aspiraciones de todos, sobre todo si son muchos y con circunstancias muy diversas. Aun así, pregúntaselo. Te van a dar información que te resultará muy útil para decidir, sentirán que se les tiene en cuenta (y lo sentirán más todavía si luego les explicas bien la decisión final). Además, te aportará una perspectiva mejor ajustada sobre la realidad de tu equipo en este momento. Recuerda: el jefe presupone, el líder pregunta.

Nuevos tiempos, nueva organización

No hay una única opción para regresar a la oficina. Calibra honestamente las necesidades de tu empresa y las características de tu equipo (o, si eres más sensible, las necesidades de tus trabajadores). 

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Tienes diferentes opciones, diseñad entre todos qué plan es el mejor para la mayoría: en los extremos están volver todos a la oficina cada día o seguir todos teletrabajando cada día. En medio tienes dejar la opción para que quien quiera regrese y quien quiera siga en casa. Otra posibilidad es fijar unos días de teletrabajo opcional y otros días de presencialidad obligatoria, o bien hacer turnos rotativos por semanas. Se trata de dinero, no se nos olvida, pero también de ser coherentes y que la mayor parte de la plantilla esté lo más cómoda posible. 

Medidas de seguridad

Asegúrate de que tu empresa tiene un protocolo de seguridad claro, explícito y realista para la vuelta a la oficina. Asegúrate también de que toda la plantilla lo conoce y está preparada para ponerlo en práctica. Si es necesario, ensáyalo. Las salas de trabajo, las áreas de descanso, el baño, el comedor, incluso algo tan tonto como la puerta de entrada pueden convertirse en un problema de salud si no ajustamos bien los horarios y los usos de los espacios. 

La oficina debe posibilitar la distancia física entre trabajadores, que deben disponer de gel hidroalcohólico y saber si es obligatorio u opcional en la empresa el uso de mascarillas. Hazte estas preguntas: ¿estás dispuesto a que tu equipo pase ocho horas cada día con una mascarilla puesta en lugar de estar en su casa a cara descubierta haciendo la misma tarea?, ¿está tu equipo dispuesto?

Calcula bien los riesgos

Nadie duda de que permanecer en casa no siempre es la mejor opción ni para cualquier trabajador ni para cualquier empresa. No obstante, antes de movilizar a un grupo de personas (incluso a cientos de personas) de manera impulsiva o desajustadamente optimista, piensa que con que un solo miembro de la oficina enferme vas a tener que organizar un repliegue de todos por lo menos durante dos semanas. Hazte estas preguntas: ¿le merece la pena a la empresa?, ¿están dispuestos los trabajadores?

Las empresas inteligentes aprovechan las oportunidades

Como en tantos otros aspectos de la emergencia sanitaria que estamos atravesando, generalizar ha sido imprescindible para poder hablar de algo pero en realidad la casuística es infinita. 

No ha habido dos confinamientos iguales, ni muchísimo menos, pero sí ha habido un músculo que todos hemos tenido que entrenar durante los últimos meses: el de la flexibilidad. Ahora que estamos metidos de lleno en esta nueva fase de la emergencia sanitaria es importante que no perdamos el tono en esas fibras… sobre todo si la rigidez (si el volver porque sí, o el teletrabajar porque sí) no es imprescindible.

El equilibrio entre teletrabajo y presencialidad tiene que ser útil para todas las partes implicadas

Ganar tiempo, libertad y comodidad han sido algunas de las grandes conquistas para muchas personas durante su experiencia con el teletrabajo. Teniendo esto en cuenta, se entiende que afirmen con rotundidad «No quiero volver a la oficina». Otras, en cambio, recordarán el desorden de horarios, la falta de separación entre espacios y tiempos, la sensación de vivir peor o de ser peor padre/madre y también peor trabajador. 

En cualquier caso, lo importante es que aquellas personas que han logrado mejorar su salud laboral durante estas semanas encuentren la manera de poner este descubrimiento al servicio de su empresa, para que esta no lo deseche. También es deseable que el equilibrio entre teletrabajo y presencialidad sea precisamente eso, un equilibrio útil y eficiente para todas las partes implicadas, no solo para el producto final del que vive la empresa. 

No es fácil, pero ahora que tenemos el experimento reciente y las pruebas encima de la mesa es el momento de ser valientes y afrontar formas de trabajar mejores, independientemente de que sean nuevas o viejas. Jefes y trabajadores tienen diferentes cuotas de responsabilidad en ello. Ojalá lleguen a un buen acuerdo.

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