Cada 8 de marzo se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer. Se trata de una jornada reivindicativa que, como explica la ONU, “es un buen momento para reflexionar acerca de los avances logrados, pedir más cambios y celebrar la valentía y la determinación de las mujeres de a pie que han jugado un papel clave en la historia de sus países y comunidades”.
Con esta ocasión, queremos dar voz a una experiencia de mujer trabajadora. Una experiencia cualquiera que, desde lo individual, puede ilustrar la realidad laboral y psicológica de muchos millones de mujeres en todo el mundo hoy en día.
La escuchamos:
“Si vemos la misma cosa una y otra vez, acabamos por pensar que ese comportamiento es normal. Esto es lo que sucede en muchos trabajos en los que la norma es esta: el hombre es el jefe.
A pesar de que la población femenina es mayor en el mundo, hay una minoría de mujeres que lideran empresas. La mayoría de los cargos de poder están ocupados por hombres.
‘Cuanto más arriba llegas, menos mujer eres’. Esta frase de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie es muy representativa de lo que yo he podido vivir en primera persona.
En mi experiencia laboral he tocado bastantes áreas, pero en la que más explotación he visto ha sido la hostelería durante mi etapa de estudiante, tanto en hoteles grandes como en pequeños. Nunca vi una mujer como directora del hotel. Creo (y quizá me esté equivocando en esto) que en trabajos no cualificados la desigualdad a nivel de trato y oportunidades es mayor que en trabajos más cualificados, porque cuando empecé a trabajar como psicóloga (quizá sea porque en esta área de salud priman las mujeres) esa desigualdad disminuyó.
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Como decía, durante mi trayectoria laboral, sobre todo en el área de la hostelería, he podido ver cómo los líderes, los jefes, han sido hombres. Pocas veces mi jefa ha sido una mujer, pero en estas pocas ocasiones he observado algo muy curioso. Si a esta mujer jefa se le ocurría alzar la voz, ser estricta o dictar normas según su arbitrio, era tachada de loca e histérica. Sin embargo, cuando mis jefes hombres han sido personas autoritarias y agresivas, eran vistos como jefes competentes, con capacidad de liderazgo.
¿Cómo me ha hecho sentir eso? Con rabia, no podría describirlo de otra manera. Siento frustración. Claro, cuando te sientes así, tu conducta cambia, y trabajas con otra predisposición. Llegas a normalizar el liderazgo de los hombres y la histeria de las mujeres.
Volviendo a la hostelería, hay dos situaciones curiosas que me han sucedido cuando he estado detrás de una barra. Una de ellas se da en ese momento en el que una pareja se acerca a pedir. Ella le dice a él lo que quiere consumir y él es el encargado de dirigirse a mí para pedir la consumición de ambos. A lo que yo me he preguntado siempre: ¿será que la chica es vergonzosa y no se atreve a pedir? Pues no.
Si miramos con ojos críticos, vemos que esa conducta se repite una y otra vez, lo que me hace pensar que, obviamente, el hombre macho es el encargado de llevar la batuta en las situaciones cotidianas. Como el simple hecho de pedir en un bar.
Otra de las situaciones curiosas que he podido observar en mi experiencia han sido esas veces en las que he trabajado mano a mano con un compañero y alguien se ha acercado a la barra a pedir: ¿a quién se ha dirigido instintivamente esa persona? Obviamente, a mi compañero. Entonces tú te quedas con cara de perplejidad bastante grande, porque estás libre y él está ocupado. Pero claro, él es hombre y tú eres mujer. Detrás de una barra le van a priorizar a él.
Hoy en día sigue habiendo una desigualdad entre hombres y mujeres a nivel laboral. Es cierto que esa desigualdad se está aminorando, pero creo que es necesario que nos vistamos con ojos críticos, capaces de detectar esas pequeñas situaciones donde priman los hombres. Y aunque esas situaciones sean pequeñas, siguen doliendo, frustrando e incapacitando a las mujeres en el ámbito laboral.
Por lo demás, a nivel de brecha salarial, nunca he cobrado menos que un hombre por el mismo trabajo. Pero claro, no es un buen ejemplo de igualdad, porque en muchos ámbitos el percibir un salario diferente por el mismo trabajo sería algo muy notorio, algo muy visible. ¿Dónde si he sentido que ha habido desigualdad laboral? En cosas menos visibles, como el trato, las oportunidades, los ascensos. Es decir, aspectos donde todavía hay un vacío legal.
Al final, si me preguntaran qué he aprendido de aquellas experiencias, diría que quizá uno de los mayores aprendizajes de mi vida: no juzgar. Según vas mirando con esos ojos críticos, te das cuenta de que, sin quererlo, caes en la misma trampa de aquello que tratas de evitar y acabas juzgando al otro sin pararte a pensar qué hay detrás de esa persona para que actúe así. Volviendo al ejemplo de las parejas frente a la barra del bar, o de cómo se describía a las jefas, me pregunto: ¿será realmente que ella es una chica vergonzosa y no se atreve a pedir, incluso con el apoyo de su pareja para ello? ¿Será que ese hombre que tacha de histérica a una mujer porque se enfada no sabe realmente cuál es el significado de “histeria”?
De todos estos años trabajando en la hostelería y experimentando de algún modo esa desigualdad laboral no visible, me quedo con la complicidad que se desarrolló entre mis compañeros hombres y yo. Con aquellas veces en las que les pedían directamente a ellos y se daban la vuelta para que les atendiera yo. Me quedo con las conversaciones, compartiendo puntos de vista diferentes, sin juzgarnos. Me quedo con las miradas intercambiadas cuando ellos, después de muchas charlas, eran capaces de detectar alguna de esas situaciones que me dolían.
Por otro lado es maravilloso sentir que, cuando te rodeas de mujeres en el ámbito laboral, vas haciendo una pequeña piña, tratando de romper estándares y estereotipos, como el de que ‘las mujeres se matan entre sí’. No, queridos, las mujeres no se matan entre sí, las mujeres se hacen fuertes entre sí”.
Hasta aquí el testimonio individual con motivo del 8 de marzo. Puede que al leerlo no te identifiques con nada de lo que dice, que algo de lo que dice te suene o que, en el peor de los casos, veas lo suyo y dobles la apuesta.
Sea como sea, si estás sufriendo las consecuencias psicológicas del machismo en el trabajo o la discriminación laboral, conviene que te des un espacio neutral, seguro y sin juicio donde poder explorar todo eso que se te mueve junto a un psicólogo profesional, por ejemplo, a través de una psicoterapia online en la plataforma de ifeel. Ese proceso podrá ayudarte a entender, interpretar y decidir qué es lo que puedes hacer con esta situación.
Quizá has leído este testimonio desde un puesto de responsabilidad en la dirección de tu empresa o en el departamento de recursos humanos, y no sabes bien qué medidas tomar para evitar la discriminación, por ejemplo, entre hombres y mujeres. En ese caso también es el momento de pasar a la acción y hacer que lo que se reivindica cada 8 de marzo tenga consecuencias también el resto del año.
Puedes hacerlo a través del programa especial de bienestar para empresas diseñado por ifeel. Contacta con nosotros hoy mismo y recibe el asesoramiento personalizado y continuado que tu empresa necesita para afrontar las consecuencias que la discriminación laboral tiene en la salud mental de tu plantilla, especialmente la de las mujeres. Tú puedes influir en el cambio.