La alimentación es una parte fundamental de nuestro día a día y es un proceso inseparable de nuestra propia supervivencia. Por otro lado, en los últimos años ha aumentado la cantidad de personas que experimentan altos niveles de insatisfacción corporal y distorsión de la imagen corporal. Eso ha generado un aumento a nivel epidémico de los trastornos de la alimentación, también llamados trastornos de la conducta alimentaria.
La transición cultural y la globalización han vuelto muy estrictos los ideales de belleza. La difusión de los mismos en los medios de comunicación ha contribuido a esta creciente incidencia de trastornos de la alimentación en países no occidentales.
El estándar social de apariencia física por el cual las mujeres y los hombres somos juzgados, se ha vuelto cada vez más exigente y más difícil de alcanzar. Muchos de estos estándares pueden conducir a los jóvenes a ignorar su propia felicidad, belleza y habilidades.
Individuos vulnerables a las presiones sociales tienen el potencial de quedar atrapados en una búsqueda constante de cambios en su cuerpo. La creencia extendida de que «nunca se está demasiado delgada», «ganar es adelgazar» y «el éxito es delgadez» denota un problema serio con la imagen del cuerpo.
El sistema verbal del ser humano forma reglas y, en el caso de algunas personas, funcionar con la regla “si estoy gordo no soy perfecto ni tendré todo el éxito que anhelo” las lleva a utilizar métodos poco saludables de reducción de peso, provocándose importantes daños físicos y un alto nivel de estrés.
¿Son los trastornos de la conducta alimentaria característicos de nuestra época? No. Personas de diferentes culturas y naciones a lo largo de la historia han practicado hábitos de alimentación perjudiciales para la salud. Los egipcios creían que las purgas alimenticias mensuales eran beneficiosas para la salud. Durante la antigüedad, los romanos crearon un lugar llamado «vomitorium», donde los hombres pudieran vaciar sus estómagos y continuar comiendo. De hecho, la bulimia -o el “hambre de buey”- fue ampliamente practicada entre los griegos y romanos. Sin lugar a dudas, todas estas conductas se alejan de las formas de alimentación saludables.
¿Qué son los trastornos de la conducta alimentaria?
Los trastornos de la alimentación más estudiados y conocidos son la anorexia y bulimia nerviosa, que se consideran dos de los problemas mentales más comunes de mujeres durante la pubertad y la adolescencia. Debido a la alta mortalidad y morbilidad, así como a la creciente expansión de los mismos, los trastornos de la conducta alimentaria conducen a numerosas complicaciones médicas. Dichas complicaciones se agravan cuando el diagnóstico es tardío.
La característica principal de estas enfermedades es el cambio de comportamiento con respecto a la nutrición, ya sea como una restricción intencional de los alimentos (dietas extremas, ayunos, etc.) o comer en exceso, es decir, atracones compulsivos. Dieta extrema, omisión de comidas, vómitos autoinducidos, ejercicio excesivo y un mal uso de laxantes y diuréticos con el fin de controlar el peso son algunos de los comportamientos compensatorios de los pacientes con trastorno alimentario.
Anorexia Nerviosa
La anorexia nerviosa constituye un síndrome fácilmente reconocible porque las personas con anorexia se niegan a mantener un mínimo peso corporal saludable condicionado por un miedo intenso al peso y una percepción distorsionada de la forma o el tamaño de sus cuerpos. El trastorno se asocia con desnutrición de gravedad variable, con cambios endocrinos y metabólicos secundarios y alteraciones de la función corporal.
Bulimia Nerviosa
La bulimia nerviosa es un síndrome caracterizado por repetición de episodios de comer en exceso y una preocupación excesiva con el control del peso corporal. Esto lleva al paciente a adoptar medidas extremas para no engordar por la comida ingerida.
¿Son frecuentes estos trastornos?
Existe un alto porcentaje de adolescentes que presentan un riesgo elevado de padecer un trastorno de la conducta alimentaria en España (según los últimos estudios epidemiológicos realizados, alrededor de un 4’45% de adolescentes españoles).
Estos datos son solo una estimación, dado que la manifestación de estas enfermedades mentales rara vez se externaliza fuera del ámbito familiar. La estigmatización social que hay con las enfermedades mentales aísla en gran medida a padres y niños de sus semejantes. Además, individuos con otros desórdenes alimenticios, como comer en exceso también deben lidiar con las actitudes negativas de la sociedad hacia la obesidad. Estas actitudes los aíslan y la pérdida de la autoestima que sufren agrava la enfermedad.
Tratamiento y prevención
El curso del tratamiento se determinará según la evaluación de la condición de salud del paciente, sus comportamientos y hábitos alimenticios, la experiencia del propio cuerpo, los rasgos del carácter y de la personalidad del individuo.
Dada la naturaleza de esta enfermedad pacientes, familiares y profesionales de la salud deben trabajar de manera colaborativa para un tratamiento efectivo. La psicoterapia resulta esencial para la reeducación de la persona hacia hábitos saludables. También para proporcionar el apoyo emocional necesario con el que empezar a trabajar la autoestima y el empoderamiento de lo que nos es legítimo en pos de nuestro bienestar.
La prevención debe ser planificada en cooperación con diferentes agentes para detener la epidemia de estas enfermedades y mejorar la salud de la población general.