El maltrato psicológico es un patrón relacional de abuso, manipulación, agresión o extorsión que tiene lugar de manera sistemática entre dos personas. Aunque muy a menudo lo asociamos a las llamadas relaciones de pareja “tóxicas”, puede producirse en cualquier tipo de relación: padres e hijos, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, jefes y subordinados…
Las personas maltratadoras pueden ser de muchos tipos, no existe un perfil muy concreto que permita detectarlas a simple vista o teniendo en cuenta solo cuatro características aisladas. Una persona maltratadora es alguien que ha aprendido a abusar del otro y manipularlo para obtener un beneficio (material o psicológico), estableciendo una manera disfuncional de estar en relación con ella.
Las causas son múltiples y complejas. En primer lugar hay que buscarlas en un determinado tipo de personalidad. Por ejemplo, alguien con una autoestima deficiente, que necesita destruir para sentirse poderoso. O bien alguien con autoestima hipertrofiada, que considera a todos inferiores y, por tanto, asume que puede tratarlos de cualquier manera.
Esto, cuando es muy intenso, está relacionado con la salud mental. Es cierto que no todas las personas que ejercen algún tipo de maltrato psicológico sobre otras tienen una patología mental como tal, pero algunas sí. Por ejemplo una personalidad psicopática, con poca capacidad para empatizar con los otros y darles importancia y respeto, es probable que tienda a maltratarlos psicológicamente sin sentir ningún tipo de culpabilidad.
También hay que explorar las causas del maltrato psicológico en un déficit de habilidades sociales: la manera de relacionarse del maltratador resulta agresiva porque no sabe hacerlo de otra manera y, por tanto, ese estilo es poco eficaz a nivel interpersonal para forjar relaciones sanas.
Además, la persona que ejerce maltrato psicológico ha ido aprendiendo con el tiempo que manipular, engañar y agredir verbalmente al otro da resultados positivos de algún tipo y por eso incorpora este estilo relacional a su repertorio.
¿Cómo detectar el maltrato psicológico?
En ocasiones es difícil saber si una persona está siendo víctima de maltrato psicológico porque este patrón no siempre tiene lugar en presencia de testigos y, en cualquier caso, no deja señales visibles ni medibles. Eso hace que quede demasiado sujeto a la interpretación personal de los posibles testigos o al relato verbal de quien lo padece. Por tanto, es muy susceptible de ser relativizado, a no ser que sea muy notorio.
A pesar de las múltiples sutilezas con que se manifiesta algunas veces, detectar el maltrato psicológico es posible. Obviamente es más fácil cuanto más evidente es: por ejemplo una humillación o insulto explícito. Eres un inútil, siempre lo haces todo mal, no sirves para nada, no haces más que amargarme la vida, sin mí no serías capaz de valerte por ti misma… Todas estas expresiones, sobre todo cuando se dicen en serio y de manera sostenida en el tiempo, son muestras objetivas de maltrato, porque son muy invalidantes y poco respetuosas con la persona a la que van dirigidas.
No hay un tiempo específico para que una víctima de maltrato psicológico se dé cuenta de que lo está sufriendo. Depende del tipo particular de maltrato que reciba, de quién la maltrate, de la medida en que su capacidad para analizar la relación esté nublada por el maltrato psicológico que recibe y de que disponga de otros testigos directos o indirectos que le puedan aportar su versión y acelerar su toma de conciencia.
Las consecuencias del maltrato psicológico
Cuando una persona maltrata psicológicamente a otra, o ambas lo hacen entre sí, la relación se convierte en un espacio tóxico y destructivo que impide el libre crecimiento y desarrollo saludable de sus miembros.
Si el maltrato es intenso y se mantiene durante demasiado tiempo, la persona maltratada puede acabar adoptando un rol sumiso, de falta de autonomía, por el deterioro de su autoestima y las dudas que alberga respecto a sus propios criterios. De esta manera queda “atrapada” en la relación, que le generará un enorme malestar psicológico e incluso físico. Además puede manifestar un patrón de retraimiento, inhibición, desánimo y hostilidad reactiva: estar a la que salta, no saber en quién confiar, no ser capaz de distinguir quién la trata bien y quién la trata mal.
Señales del maltrato psicológico
Para darnos cuenta de que una persona está siendo maltratada psicológicamente podemos fijarnos en aquellas señales que indiquen de manera explícita (normalmente verbal) que la persona maltratada ha adoptado una actitud de sumisión, dependencia o miedo injustificados ante el presunto maltratador/a.
Es probable que notemos en ella una importante dificultad para tomar decisiones o realizar actividades al margen de la persona que la maltrata, a la idealiza o cuyas reacciones teme excesivamente, minusvalorándose a sí misma de manera excesiva.
Estas señales no siempre son muy evidentes. A veces se producen pero más “con la boca pequeña”: son más ambiguas, están más disfrazadas, disimuladas o justificadas, o no se admiten abiertamente.
En lo que se refiere al acto de burlarnos de alguien, técnicamente sí podríamos considerarlo un tipo de maltrato. Por definición, una burla es una agresión hecha con el objetivo de humillar a la otra persona en algún grado. También es cierto que puede ser muy leve y que no hay que dramatizar. Llevando las cosas al extremo, todos estaríamos constantemente maltratándonos unos a otros.
Para hablar de maltrato psicológico sistemático y distinguirlo de una agresión puntual o de una salida de tono también debemos fijarnos en el contexto en que se produce, la frecuencia y la intensidad. Por ejemplo, debemos distinguir una crítica negativa -incluso poco constructiva- de un verdadero acto de desprecio. Todo depende de los términos en que se produzca.
No es lo mismo decir “Lo que has hecho no me gusta” o “Prefiero no hablar contigo ahora” que “Esto que me traes es una mierda, no me toques, lárgate de mi vista”. Este tipo de matices, así como la intención con que se dicen, el contexto y la medida en que se repiten, son lo que debemos discriminar para detectar cuándo alguien nos está agrediendo o cuándo, simplemente, estamos teniendo un desencuentro asumible con una persona.
De hecho, cuando una crítica o una culpabilización se hacen bien y de manera justificada, no pueden considerarse un maltrato psicológico, por muy dolorosos que resulten a la persona que los recibe. Forman parte de las relaciones humanas normales, son inevitables y necesarias para la vida en sociedad.
Otra cosa es que alguien se pase la vida haciendo críticas destructivas, o echándole la culpa de todo de una manera tan violenta que lo importante ya no sea el contenido de la crítica sino el daño que quiere hacerle al transmitírsela.
Por ejemplo, si hemos llegado tarde al teatro por tu culpa y me enfado no pasa nada si te lo digo, de hecho puede ser hasta necesario, pero debo hacerlo de una manera asertiva, sin sobredimensionar lo que has hecho y circunscribiéndolo a los hechos. No debo pasarme tres meses machacándote porque un día llegamos tarde por tu culpa y restregándote por la cara lo mala persona que eres por haber sido tardón/a y lo grave que fue aquello.
Puedo criticar algo que haces si no me gusta, las personas no somos perfectas, nos equivocamos y es importante que nos los comuniquemos mutuamente, pero de manera constructiva.
Manipular y menospreciar
Por definición, la manipulación es algo disfuncional, tóxico e inadecuado pero, una vez más, no hay que sobredimensionar las cosas: la manipulación -en cierto grado- forma parte inevitable de comunicación humana. Todos manipulamos, tergiversamos, maquillamos la verdad, apretamos los datos más por un lado que por otro, dosificamos la verdad y la mentira a nuestra conveniencia… constantemente, y no por ellos somos todos personas pérfidas, maquiavélicas, malvadas o maltratadoras.
La cuestión está en qué manipulación estoy ejerciendo contigo, con qué objetivo, con qué consecuencias, en qué grado, durante cuánto tiempo, para poder hablar no ya de algo asumible sino de un maltrato psicológico.
Por ejemplo, un día te puedo decir: “Anda que menos mal que estaba yo aquí, que si no…”, que puede ser real y legítimo, pero otra cosa es que me pase la vida recordándote que “A ver qué va a ser de ti cuando no estemos juntos, como yo te cuido no te va a cuidar nadie, necesito saberlo todo sobre ti para poder cuidarte y ayudarte, yo te ayudo encantado porque, al fin y al cabo, es que veo que tú no te apañas…”.
En definitiva, existen muchas maneras de maltratar psicológicamente a alguien. Lo importante es darse cuenta de cuándo hay un maltrato real que está perjudicando el bienestar psicológico de la persona que lo recibe y ponerle un límite a esa dinámica. Para ello pueden bastar los propios descubrimientos o la ayuda de las personas del entorno.
Otras veces es necesario recibir ayuda de un psicólogo profesional que ayude a la persona a detectar qué ocurre en sus relaciones y poder construirlas de una manera más saludable.
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