¿Cuándo fue la última vez que le diste un abrazo a alguien ajeno a tu “burbuja de convivencia”? ¿Y la última vez que te presentaron a alguien y os disteis la mano o dos besos?
Si has cumplido con las prevenciones de manera más o menos laxa, quizá no haga mucho tiempo de esto. Sin embargo, si las aplicas de manera estricta, puede que la próxima vez que te toque dar dos besos (si es que esa vez llega, dirían los más pesimistas) no te acuerdes ni de cómo se hace.
En efecto, la pandemia de Covid-19 nos ha vuelto más fríos a la fuerza pero no menos necesitados de afecto. También nos ha hecho aprender el miedo al contacto y a interpretar el intercambio físico de afecto como un riesgo para nuestra salud. ¿Por qué nos afecta tanto esta relación conflictiva con los abrazos?
El coste de no abrazar
La distancia interpersonal ha sido, junto con la higiene de manos y el uso de mascarillas, la medida preventiva número uno para vencer al coronavirus. Cuando esto se ha llevado a cabo de manera correcta, la primera consecuencia ha sido un descenso importante de los contagios. Sin embargo, no ha sido gratuito: el contacto físico, con todo lo que supone, ha sido inevitablemente una de las grandes víctimas psicosociales de la prevención de la Covid-19.
Va a cumplirse un año desde que eso de acercarnos y tocarnos alegremente (que es una de las mejores maneras de acercarse y tocarse) quedó desterrado de nuestro repertorio interpersonal, al menos oficialmente.
Y eso se nota. El contacto físico es un potente vehículo de afecto entre las personas, una herramienta comunicativa básica, primaria, inevitable. Los seres humanos la hemos desarrollado porque ayuda a fortalecer vínculos, a expresar lo que sentimos por las personas, a comunicar mensajes y a elaborar adecuadamente nuestras emociones.
¿No te ha pasado nunca que cuando estás muy, muy, muy triste te pones a llorar justo cuando te abrazan? No es casual. ¿Verdad que, cuando estás decaído y necesitas mimitos, un abrazo o una simple caricia reconfortan tanto o más que una palabra de ánimo? Bingo, tampoco es casual. ¿Y a que un pacto sellado con un apretón de manos parece más fuerte que un simple acuerdo verbal? Porque tocar es importante para nuestras relaciones y nuestra salud.
¿Cuántos abrazos son necesarios?
La medida en que cada persona, sobre todo aquellas que viven solas, está acusando el fin de los abrazos abundantes está sujeta a muchas diferencias individuales. No todo el mundo necesita o tolera el mismo nivel de contacto físico, ni todas las culturas manejan igual las interacciones físicas y su simbología.
Que la pandemia haya disminuido drásticamente nuestras interacciones físicas tampoco quiere decir que nos vayamos a morir (si somos adultos) si nadie nos toca o abraza. No obstante, no hay ningún ser humano que pueda encontrarse de manera óptima, sobre todo psicológicamente, si jamás nadie le toca.
Existe la creencia de que, para tener una adecuada salud mental, es importante recibir unos cuatro abrazos cada día. ¿Cuatro al día? En los buenos viejos tiempos, cuando aún nos tocábamos, muchas personas pensarían que si recibían uno por semana podían darse por satisfechas. Cuánta gente habrá hoy en día que podría contar con los dedos de las manos los abrazos recibidos desde que comenzó la pandemia.
En realidad, si los abrazos necesarios para tener una buena salud son cuatro al día, uno por semana o doscientos por año no es fácil de precisar y tampoco es necesario. Lo que sí es indudable es que abrazarse, tocarse, recibir afecto a través del contacto físico es indispensable para tener una salud adecuada, tanto física como psicológica.
¿Volveremos a abrazarnos? Sin duda, que lo tengan claro aquellos que han perdido la posibilidad de hacerlo de manera prácticamente total desde hace unos meses. Mientras tanto quedan los sucedáneos, las excepciones que cada cual decida permitirse y, sobre todo, el recordar que la ausencia de contacto físico no es una maldición inútil, sino un medio provisional para evitar un contagio.
De todos modos, si la soledad, el aislamiento o cualquier otra circunstancia relacionada con la pandemia está dañando tu salud mental es el momento de pedir ayuda: al psicólogo no hay que abrazarle, de momento basta con que le pidas una cita, puedes hacerlo sin salir de tu casa a través de la terapia online.