La dificultad para lograr el embarazo es un problema cada vez más frecuente en nuestra sociedad. Aunque algunas parejas en seguida se agobian cuando el embarazo no llega pronto, la definición de infertilidad supone el no haberlo logrado tras al menos doce meses de relaciones sexuales frecuentes no protegidas.
Si revisamos la estadística, la incidencia de infertilidad en nuestra población, se sitúa en torno al 15-20%.
Generalmente, las pacientes muy fértiles, suelen quedar embarazadas tras seis meses de intentos, mientras que a medida que nos alejamos de dicho plazo, debemos de empezar a preocuparnos y tomar medidas al respecto.
Cuando este momento llega, es la mujer la que, en la mayoría de los casos, toma la iniciativa de consultar al médico e iniciar los estudios pertinentes. El estudio básico inicial debe implicar a ambos miembros de la pareja, ya que la mujer se hará una valoración ginecológica integral y la pareja deberá valorar el estado seminal mediante un seminograma.
Desde estos momentos, se inician los miedos e inquietudes al estar expuestos a recibir resultados alterados. Es importante que la pareja se sienta unida y que, entre ellos, traten el tema con normalidad. Compartir sus emociones, sus miedos y sus dificultades facilita la vivencia de la situación.
Si finalmente se diagnostica cualquier patología que implique la necesidad de iniciar un tratamiento de fertilidad recomendamos tratarlo con confianza a nivel de pareja y familiar. En el mundo son más de 5mll los niños que han nacido gracias a las técnicas de reproducción asistida (TRA), fijaros que esto implica a mucha densidad de población, por lo que ya no es un tema tabú ni desconocido para la mayoría de las personas, restando incomodidad a la hora de tratarlo.
Es recomendable que los pacientes traten este tema como abordan cualquier otra dificultad con la que se encuentran en la vida. Contar con un buen apoyo social/familiar es una estrategia de afrontamiento muy válida ante cualquier situación de crisis vital. La infertilidad está definida como tal. Por este motivo, se considera que hablar con familiares y amigos sobre la situación que se está atravesando es de gran ayuda. Sin embargo, muchos pacientes ven el apoyo social como un “arma de doble filo” y a menudo refieren que no hablan de la situación por evitar tener que dar después explicaciones más detalladas, o porque les abruma recibir preguntas continuas sobre la marcha del proceso. Ante esto, prefieren “no hablar nada” que sentirse presionados por “tener que hablarlo todo”. En esta situación, puede ser interesante que los propios pacientes hablen con su entorno más cercano sobre cuál es la mejor forma de ayudarles.
Un discurso de este tipo podría ser acertado: “Sé que quieres ayudarme y apoyarme en este proceso. Agradezco y valoro mucho tu ayuda. En este momento, lo que necesito es saber que puedo contar contigo cuando quiera hablar, eso me hace sentir bien. Ten la tranquilidad de que recurriré a ti cuando lo vea necesario. En estos días, lo que me vendría bien sería.” De esta forma, se puede adecuar la ayuda recibida a la necesidad del paciente.
Aunque he comentado con anterioridad que cada vez es un tema más normalizado a nivel social, también sería necesaria una mayor sabiduría para tratar los temas de infertilidad. No hay consciencia social del sufrimiento que conlleva la situación y, por este motivo, el apoyo que se presta, a menudo, no resulta apropiado. Las típicas preguntas que se lanzan a la mayoría de las parejas que han iniciado una convivencia, (del tipo “¿Y los niños para cuándo?”, “¡Se os va a pasar el arroz…!”) deberían evitarse y/o hacerse con mucha más prudencia en la mayoría de los casos.
En resumen, los problemas de fertilidad debemos tratarlos con naturalidad, con respeto y dándole la importancia que precisan.