4 cosas que has sentido si estás estudiando en el extranjero

¿Estás estudiando fuera de tu país? Estas son las 4 cosas que probablemente estás experimentando. Todas ellas tienen que ver con una experiencia de estrés, ya que instalarse en un nuevo país es, siempre, un bombardeo de novedades que lleva su tiempo procesar, sobre todo si hace poco tiempo que has llegado.  

1. Choque cultural

A veces te trasladas muy lejos pero el idioma es el mismo que en tu país de origen (en realidad esto es muy relativo). Cambies o no de idioma, las formas de vivir, usos sociales, convenciones, normas y leyes de tu nuevo entorno pueden llegar a ser muy diferentes. 

No hace falta trasladarse desde Marte hasta Júpiter para tener esta sensación. Basta con ir al país de al lado. Cuando venimos de un lugar con un nivel de desarrollo económico y técnico muy elevado y llegamos a un país con condiciones materiales más sencillas, la impresión puede ser la de estar rodeado de un elevado nivel de pobreza (lo cual muchas personas asocian con un alto nivel de peligrosidad). En ocasiones no es tanto la sensación de pobreza o inseguridad sino la enorme diferencia que percibimos en algunas costumbres.

A veces esto es así pero otras veces es, simplemente, que algunas condiciones materiales son diferentes pero que, en lo importante, la gente tiene un nivel y estilo de vida muy parecidos a los de tu país de origen. Además, muchas ciudades, sobre todo aquellas más pequeñas, suelen tener un nivel de delincuencia bajo y una vida cotidiana tranquila. Aunque hay aterrizajes impactantes, no te dejes engañar por las apariencias o las primeras impresiones. Recuerda que la riqueza es relativa y que algunas de las ciudades más violentas del mundo están en los países con mayor desarrollo económico. 

Aprender el idioma hará que te integres mejor en la vida cotidiana

¿Qué hacer frente al estrés de vivir en otro país

Tómate un tiempo. Quizá hayas leído guías, visto documentales o visitado el país con anterioridad como turista, pero todos sabemos que la realidad cotidiana de residir en otro país se aprende con las conductas imprevisibles del día a día

Observa, no te dejes amargar por una primera impresión desalentadora. Si la ciudad lo permite, emplea tiempo en recorrerla, en pasear. Irás descubriendo poco a poco sus distintas capas y verás que, a menudo, lo más interesante es lo que nadie enseña a los turistas. 

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Con el paso de los días y las semanas verás que lo que al principio era un espacio inmenso, deforme e inabarcable va encogiéndose y volviéndose más manejable. Eso sucede conforme aprendes las verdaderas distancias entre los lugares y a medida que vas entendiendo cómo funciona el transporte o dónde hacer la compra a mejor precio. Aunque tengas la sensación de haber aterrizado en otro planeta y las primeras impresiones no sean muy motivadoras, sé paciente y procura tener al menos cada día un ratito agradable, a modo de “reconciliación” con la ciudad, antes de que acabes odiándola innecesariamente o antes de tiempo. 

Busca tus lugares y rutinas, hazte un hueco en este nuevo espacio que ahora también es un poquito tuyo, al menos mientras lo habites. 

2. Estoy pensando en volver a casa

Sobre todo si el choque que hemos descrito en el apartado anterior es más intenso o más prolongado de la cuenta, quizá estás experimentando en tu interior la amarga sensación de la duda. Dudas respecto a la decisión tomada sobre venir a estudiar unos meses a este país, o sobre si quieres continuar aquí. Te preguntas en qué momento tuviste aquella feliz idea con lo a gusto que estabas en tu casa, con tus calles de siempre, tus clases de siempre, tus personas de siempre, en plenitud de comodidad, rodeado de tu universo conocido. 

Dudas porque en el fondo aún persiste en tu interior la voz de tu intuición, la que te indicó que el plan que ahora estás viviendo -no solo imaginando o planeando, sino viviendo de hecho- era algo adecuado para ti, algo significativo, un proyecto que, por la razón que fuera, a ti te merecía la pena emprender. 

Dudas porque, a pesar de que no acabas de hacerte con el clima, el ritmo de vida, el carácter de la gente o el precio de las cosas, también has conocido a personas agradables con las que ya has congeniado, has descubierto dos o tres rincones que -para qué vamos a negarlo- te encantan y estás deseando enseñar a tus visitas. 

Dudas porque, aunque no te sientes a gusto y has pasado por un montón de dificultades propias de los comienzos en un nuevo país, en el fondo te da vidilla toda esta aventura estudiantil en la que te has embarcado. 

¿Cuándo es el buen momento para volver a casa?

Cuidado con las dudas, que son muy engañosas. Tienes todo el derecho del mundo a tenerlas, no te castigues por ello. En las guías, documentales y crónicas entusiastas de alumnos que te precedieron no suele aparecer la letra pequeña, pero existe: estudiar en el extranjero no siempre es fácil ni satisfactorio

No obstante, una vez más, no te precipites a la hora de llegar a una conclusión. Que la primera semana o el primer mes la cosa no esté saliendo como esperabas no indica por sí mismo que hayas cometido una gran equivocación y que debas hacer las maletas para regresar a casa. Quizá sí (no pasa nada) pero plantéate si ya cuentas con la información necesaria para pensar que el viaje ha llegado a su fin. 

Pondera bien lo bueno y lo malo, recuerda que todo es provisional, que realmente las dificultades que estás viviendo no son para siempre y que muchas de ellas pueden tener solución. ¿No te ha pasado nunca que cocinas algo que tiene muy buena pinta pero luego no sabe absolutamente a nada? La tendencia es pensar que lo has hecho todo mal al cocinar cuando, a menudo, basta con añadir un poco de condimento o modificar la temperatura para que el plato cobre todo el sentido.

Salvando las distancias, piensa que a veces tu experiencia poco o nada satisfactoria con la ciudad no es global sino que puede salvarse cambiando uno de sus elementos. Uno de los que tradicionalmente falla es la casa. Sí, el tema casa es muy, muy complicado vayas a donde vayas, pero por eso es importante no conformarse: una casa mal elegida puede arruinarnos toda la estancia, mientras que una casa adecuada puede hacerla prácticamente perfecta. A veces lo que hace falta es cambiar el turno de tus clases si es posible, o apuntarte a algún club de estudiantes en tu misma situación que te aporten el componente de apoyo y compañía que puede marcar la diferencia entre querer irte y querer quedarte

3. Dificultades con el idioma 

Si tus clases tienen lugar en inglés y cuentas con un nivel alto en este idioma es probable que esto no suponga un gran conflicto para ti. Pero recuerda que luego tienes que salir a la calle y que ahí ya no funcionan los códigos que mandaban en el interior de la universidad. Tienes que ver la televisión, hacer la compra, resolver trámites, entender los carteles y anuncios del metro o -esperemos que pocas veces o ninguna- ir al médico o a la comisaría. Y no siempre vas a poder manejarte en inglés. La vida continúa más allá de lo que sabes decir en clase y más te vale tener una buena capacidad para adaptarte a ello.

Hay gente muy rápida aprendiendo idiomas y en seguida se pone al día hasta lograr una supervivencia lingüística nivel avanzado. Si tú estás un poco por debajo de esas capacidades tienes dos opciones: la primera es aislarte en tu burbuja individual o de compañeros extranjeros, con quienes no tendrás que enfrentarte al desafío de expresarte en una lengua diferente, puede que incluso endiablada en comparación con tu idioma materno, y así pasártelo muy bien… y perderte todas esas situaciones a las que te da acceso el idioma local

La segunda opción (oh sorpresa) es que te tomes la molestia de adquirir un nivel razonable en el idioma del país en el que estás ahora. Eso hará que sobrevivas con menor dificultad y, sobre todo que te integres con más facilidad en la vida cotidiana de sus habitantes, en aquellos contextos en los que no se te va a hablar en inglés pero en los que puede ser genial que participes. 

No tienes que volverte bilingüe, pero aprender tu idioma “de adopción” te va a facilitar infinitamente la vida, te abrirá a los demás. Piensa que muchos nativos agradecen que los forasteros muestren un mínimo de interés por el nuevo idioma en lugar de dar por hecho que tienen que poder ser atendidos en inglés en todo momento. En definitiva, manejarte dignamente con el idioma va a enriquecer tu experiencia de estudiar en el extranjero con diferencia

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¿Qué puedo hacer si tengo dificultades con el idioma?

Si, por ejemplo, estás estudiando en España pero el español no es tu lengua materna lo recomendable hubiera sido que fueras a clases de español durante algún tiempo antes de venirte. Si no lo hiciste, ¡no pasa nada! Puedes hacerlo ahora. 

Probablemente tu universidad cuenta con cursos de español para extranjeros destinados a estudiantes como tú. Apúntate a alguno (o a cualquier otro curso de español en un lugar chulo de la ciudad, que te dé buena impresión y te pille cerca de casa). Si te lo tomas en serio, te permitirá mejorar tu nivel más eficazmente que si confías en que el idioma entrará por arte de magia en tu cerebro solo por ir por la calle. Además puede ser una buena oportunidad para conocer gente y hacer amistades. 

Todos sabemos que los idiomas no se aprenden rápido ni únicamente rellenando huecos en las frases de tus ejercicios. Haz tus ejercicios, sí, pero sumérgete en el idioma real: pon la televisión, ve al cine, escucha la radio, ya sean programas o canciones, vuélvete cotilla y presta atención a las conversaciones de tu alrededor (con objetivo didáctico, por supuesto), prueba a leer un libro muy sencillito (aunque creas que te pierdes la mitad del contenido en realidad estás aprendiendo más de lo que parece).

Sobre todo, quítate la vergüenza y practica, practica, ¡practica! No seas uno de esos extranjeros mudos que solo señalan o entregan objetos y se limitan a sonreír: ve practicando con pequeñas frases (como, por ejemplo, los famosos buenos días, gracias, de nada y qué tal, que siempre se agradecen) y ve ampliando tu vocabulario poco a poco. 

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Puedes buscar las palabras en el diccionario con antelación, eso no es hacer trampa, pero prueba a pronunciarlas tú, verás que cada vez que haces alguna de estas cosas el músculo de tu nivel en el idioma correspondiente se va fortaleciendo. 

4. Nostalgia

Volviendo al tema de las dudas, la nostalgia es una emoción que puede estar envolviendo tu experiencia de estudiar en un país extranjero. Es normal. Estar lejos de casa queda muy bien en las películas pero vivirlo (ya lo sabes tú) es otra cosa. 

Recuerda que no es simplemente que seas una persona inmadura e incapaz de vivir la experiencia de estar fuera. En realidad eres un ser humano, sensible y vulnerable, que cuando se aleja de su entorno toma conciencia de los vínculos importantísimos que lo unen a sus seres queridos, a los lugares que le son significativos e incluso a la repetitiva, rutinaria y agradable vida que llevaba en su país de origen. 


La nostalgia no va a durar para siempre. Permítetela pero no dejes que arruine toda la experiencia. Mantén el contacto con tus seres queridos pero vive en el presente

¿Pelearte con la nostalgia? ¿Negarla como si no sintieras nada, como si fuera totalmente fácil estar lejos de tu entorno natural, sobre todo en días en que estás más blandito o que representan una fecha señalada? No tendría sentido. 

¿Qué hacer cuando echas de menos tu país?

Reconoce que hoy, que estos días, que de vez en cuando, estás un poco triste por el mero hecho de que estás lejos, de que echas de menos a alguien, a algo, a todo, sobre todo en esos días en que tu vida de estudiante en el extranjero se pone más cuesta arriba, por ejemplo. 

Recuerda que esa pelota de emociones no te va a durar siempre ni, seguramente, es lo único que sientes. Permítete que esté ahí pero pon atención a ello para que no sea una mancha que nuble todo tu día, haciendo que vayas por la vida simplemente deseando estar donde estabas antes. 

Aprende a cortar la desagradable sensación de nostalgia buscando el apoyo de tus nuevos amigos, o directamente contactando con las personas a las que echas de menos para aliviar un poco “el síndrome de abstinencia”. Puede que después de la llamada sientas que la nostalgia se ha agudizado, pero en el fondo es mejor darse ese “chute” de contacto que recocerse en los recuerdos hasta el punto de explotar. 

Sal a la calle y encuentra un poquito de confort en tus nuevos lugares favoritos, date un pequeño capricho o, si te apetece más recogerte, quédate en casa leyendo un libro o viendo una peli que te guste y que te alegre un poco la tarde. Sobre todo en los días que sabes que son peores (alerta máxima los domingos por la tarde) ten a mano un buen plan o un buen amigo con el que compartir nostalgias del pasado y alegrías del presente.

Estas y otras muchas dificultades son las que te puedes encontrar en tu día a día como estudiante fuera de casa. También vas a encontrar satisfacciones que ni te esperabas. Estas harán que, con un poco de suerte, cuando hagas las maletas para irte te asome a la cara una sonrisa de satisfacción por la experiencia vivida junto con las ganas de volver a casa o la pena por irte. 

Ya lo veremos, de momento volvamos al aquí y al ahora, que es de lo que tienes que cuidar. Por cierto, recuerda que -ventajas de la actualidad- ahora cuentas con la posibilidad de hacer terapia online, sin desplazarte y muchas veces sin pedir cita. Si la aventura estudiantil se te está haciendo muy cuesta arriba piensa que compartir esa experiencia con un profesional que te oriente y acompañe con ello -en tu idioma y aunque sea a miles de kilómetros- puede ser una buena solución. Estamos aquí para ayudarte. 

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