El gran conflicto moral del ser humano es la mentira: está muy mal vista pero no podríamos vivir sin ella. De hecho, nos pasamos la vida exigiendo que se nos diga la verdad pero si la verdad es excesiva no podemos soportarla. 

Es decir, pedimos con más fuerza aquello que más nos intoxica porque son los venenos más peligrosos los que más tendemos a confundir con lo que necesitamos.

Entonces, disimulando, tratamos por todos los medios de que se nos diga la verdad solo en cantidades tolerables. A esas cantidades tolerables las llamamos “toda la verdad”. Por supuesto, intentamos -también por todos los medios- acertar con la dosis de verdad que consideramos que tenemos que compartir con los demás. A esa dosis de verdad también solemos llamarla “toda la verdad”.

Seguro que tú eres de esos que van siempre “con la verdad por delante”. En realidad, como sabes que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, procuras ceñirte exclusivamente a las mentiras piadosas. Sin embargo, ¿te has parado pensar qué ocurriría en tu vida si les dijeras a las personas de tu entorno todo lo que piensas de ellas? Que tomarías una conciencia más amplia de la utilidad de la mentira en tu vida. Y por nada del mundo desees conocer todo lo que las personas de tu entorno piensan de ti. No olvides que el verdadero peligro del iceberg está en la parte que no se ve

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Nos cuesta admitirlo y muchos no lo saben, pero vivimos en un permanente acuerdo interpersonal para que la verdad y la mentira queden convenientemente mezcladas, cuando no agitadas. Ellos confían en que nosotros les damos la dosis suficiente de “toda la verdad” (queremos creer) y nosotros confiamos en que ellos hacen lo mismo (o eso es lo que ellos creen). En política a esto se le llama “pacto de no agresión”. En psicología, simplemente, lo llamamos convivir. 

Ya hemos desvelado las grietas de nuestra sinceridad. Ahora, en lugar de reconcomernos, es bueno que sepamos manejar correctamente un arma tan poderosa como la mentira. O, al menos, ya que vamos a pasarnos el resto de nuestra vida mintiendo fanáticamente, al menos sepamos por qué lo hacemos.  

10 características de las mentiras

1. Son útiles. Los seres humanos mentimos, sencillamente, porque al hacerlo obtenemos un beneficio. De hecho, en innumerables ocasiones las personas han salvado -literalmente- su vida gracias a la decisión de no decir la verdad. 

2. Son necesarias. Los seres humanos no somos tan fuertes ni tan pacíficos como para tolerar la verdad tal y como es. Para que las relaciones interpersonales no sean destructivas tienen que incluir una parte de disimulo, diplomacia, silencios y, sin paños calientes, mentiras. Por tanto, hay mentiras que son buenas.

3. Se aprenden a una edad muy temprana. Aunque la creencia popular dice que “los niños (como los borrachos) siempre dicen la verdad”, esto no es del todo así. Los niños mienten mucho. Aprenden a hacerlo en torno a los cuatro o cinco años, cuando tienen una capacidad cognitiva suficiente como para darse cuenta de que a veces la verdad no les hace quedar bien y necesitan salvarse. Por supuesto, aprenden a mentir cuando descubren algo más sutil aún: que a veces mentir no tiene consecuencias negativas, sino positivas. Entonces la conducta de mentir se refuerza y… ¡pam!, tiende a repetirse de ese momento en adelante. 

4. Son un mecanismo de control social. Nuestra naturaleza nos obliga a convivir permanentemente con personas muy diferentes a nosotros y que, a veces, detestamos. La mentira nos ayuda a movernos en un terreno tolerable y no agresivo para que podamos cooperar en lugar de destruirnos literalmente “hasta el último hombre en pie”. 

5. Siguen un continuo entre sutil y burdo. Aunque estemos hablando de las mentiras en general, existen mentiras de muchos tipos. Todas tienen en común que son mensajes no verdaderos expresados a conciencia de que no son verdaderos. Sin embargo, pueden variar mucho en el grado en que se alejan de la verdad, la intención con que se expresan y las consecuencias positivas o negativas que tienen. 

6. Son un mecanismo comunicativo universal. Todos los seres humanos mienten periódicamente en distintas situaciones de su vida, a no ser que tengan algún tipo de daño cerebral que les impida inhibir las dosis excesivas de eso que hemos llamado “toda la verdad”. 

7. No mentir nunca es patológico, por antisocial. Cuando alguien dice todo lo que piensa en cualquier situación se convierte en un personaje destructivo para la convivencia y tiende a ser aislado. 

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8. Impregnan intensamente todas nuestras interacciones sociales. Todos los seres humanos -sin patología que lo impida- mentimos en algún momento en el cien por cien de nuestras relaciones familiares, sentimentales, sociales, laborales y cualquier otra transacción que podamos llegar a establecer. Si esto no ocurriera tendríamos un grave problema.

9. No se debe confundir la mentira con “omitir una información” ni con “decir algo que es falso” ni con “mistificar”. Mentir es decir algo que no es verdad a sabiendas de que no es verdad. Si digo algo que no es correcto pero yo creo que sí lo es, no estoy mintiendo: simplemente me estoy equivocando. Y luego está el maravilloso mundo de las mistificaciones. La RAE define “mistificar” como engañar, embaucar, falsear, falsificar y deformar. En efecto, son un engaño pero que a veces puede estar a medio camino entre mentir y decir algo que es falso, ya que la conciencia sobre lo que es verdad y lo que no lo es está un poco emborronada: “Sí, estoy a régimen, sí, estoy ya con el trabajo muy avanzado, sí, estoy poniéndome a ello, sí, estoy fumando menos”… pero lo digo porque quiero creer que eso es así cuando en realidad no lo es. 

10. Es un fenómeno humano tan importante que ha estado regulado desde tiempos ancestrales por la religión y la legislación. Mentir es pecado y, a veces, es un delito (con sus correspondientes agravantes y atenuantes). Y aun así, no podemos dejar de hacerlo, ¡es más fuerte que nosotros!

La mentira es inevitable y, en ocasiones, necesaria pero eso no quiere decir que esté justificada porque sí. Para convivir adecuadamente y tener relaciones sanas es importante tener una relación adecuada con la verdad y un manejo maduro de las mentiras. Si crees que este no es tu caso entonces es importante que te plantees indagar qué está ocurriendo. Los psicólogos podemos ayudarte con ello. Créenos, porque esto sí que es verdad. 

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