La sexualidad humana es diversa y, aunque lo que más abunda en ella es la heterosexualidad, lo cierto es que la madre naturaleza ha previsto muchas variaciones en este campo (y no solo con la especie humana, ¡te sorprendería conocer la cantidad de especies animales en las que lo no heterosexual se produce con absoluta normalidad! Y sí, te aseguro que esto va mucho más allá del “Uy, yo creo que mi perro…”). Por eso ya no hablamos solo de personas gais y hererosexuales: hoy mencionamos con orgullo a bisexuales, pansexuales, asexuales, intersexuales, transexuales… Es una diversidad que habla tanto de las personas que nos gustan como de las personas que sentimos que somos.
Actualmente empleamos la palabra “homosexual” con cierta naturalidad pero, en realidad, esta etiqueta no siempre existió. De hecho, apareció en el siglo XIX como un término médico para describir conductas -no sentimientos ni atracción- inapropiadas entre personas del mismo sexo, fundamentalmente hombres (hasta para eso la mujer ha estado invisibilizada). Así fue como la homosexualidad completó su particular triángulo de estigmas: además de pecado y delito pasó a ser una enfermedad.
¿Algo del pasado remoto? No te creas. El proceso para despatologizar la homosexualidad ha sido tan largo que no fue hasta 1973 que la Asociación Americana de Psiquiatría dejó de incluir la homosexualidad en el DSM, el libro que recoge la lista de trastornos mentales con el que los psicólogos trabajamos de manera cotidiana.
Si todavía esto te parece algo de las cavernas, piensa que la Organización Mundial de la Salud hizo lo mismo ¡el 17 de mayo de 1990! cuando retiró la homosexualidad de su propio libro, la CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades). Es por eso que, para recordarlo, cada 17 de mayo se celebra el día mundial contra la homofobia, bifobia y transfobia. Buenas noticias: eso significa que si naciste después de esa fecha lo hiciste libre de esa terrible enfermedad y si naciste antes… ¡ya hace más de 27 años que te curaste!
Al margen de esto, estos días se celebra en todo el mundo -al menos en todo el mundo más o menos democrático- lo que se conoce como Orgullo Gay. Se trata de una serie de actividades que cada año por estas fechas organiza la comunidad LGTB (y demás letras, ¡de nuevo la madre naturaleza!) para reivindicar sus derechos y celebrar la diversidad natural humana. De ahí lo del arcoíris: muchos colores, todos juntos, en un mismo reflejo. La idea no es hacer de menos a los heterosexuales, sino visibilizarse como colectivo en sana convivencia con ellos.
Quizá has notado que llevamos varios días calentando motores. Sin embargo, aunque hay actos durante todo el mes de junio, el día clave es el 28. Pero, ¿por qué esa fecha?
Para explicarlo tenemos que hacer un largo viaje en el tiempo. Es un viaje bonito, ¡nos vamos al Nueva York veraniego de finales de los sesenta! Fue allí, el 28 de junio de 1969 y días posteriores, donde tuvo lugar la conocida revuelta de Stonewall: numerosos miembros de la comunidad LGTB neoyorkina se revelaron contra las redadas que la policía acostumbraba a hacer en los locales del Greenwich Village, por ejemplo en el célebre Stonewall Inn, donde estas personas solían hacer vida nocturna y diurna. Aquel barrio ya era muy underground para lo que se acostumbraba entonces y este acoso institucional era bastante sistemático, ya que en aquella época todo lo relacionado con las personas no heterosexuales seguía considerándose delictivo y enfermizo. De hecho, piensa que si en 2017 muchas personas siguen pensando que la homosexualidad tiene algo (o mucho) de trastorno mental, ¡imagina lo que pensaba la gente hace 50 años! Aun así, la rebeldía que aquellos pioneros mostraron ante la represión dio lugar a varios días de disturbios callejeros que hoy son considerados como el inicio del moderno movimiento social por los derechos de las personas LGTB.
Estos derechos no solo deben alcanzarse sino defenderse día a día, tanto en aquellos países que los reconocen como, sobre todo, en solidaridad activa con quienes viven en comunidades mucho más restrictivas. Una manera de hacerlo es visibilizarse y sentirse acogidos por la sociedad en su conjunto, y qué mejor manera para hacerlo que con la celebración del Orgullo. Por eso, esta fiesta sigue siendo tan necesaria como en 1969. Se trata de expresar públicamente que lo que durante siglos se consideró pecaminoso, delictivo y patológico hoy es merecedor de toda dignidad. Por eso no existe un Orgullo Heterosexual: las personas heterosexuales no tienen ni han tenido nunca problemas al hacerse visibles, en realidad lo han hecho siempre con total naturalidad y sin que se las haya clasificado como enfermas mentales.
Este viaje por la historia y la psicología no acaba aquí. Si en algún punto del camino ves que te tropiezas con un color, con una redada, con una etiqueta, podemos ayudarte a reconducir la trayectoria hacia donde tú quieras llevarla y siempre que sea para tu bienestar. Somos profesionales y te acompañaremos en ese camino.