Navidad, esa época del año tan ansiada por unos y tan odiada por otros.
Alegría, ilusión y risas se contraponen al estrés, la tristeza y la ansiedad que desencaja la sonrisa de muchas casas.
¿Por qué? ¿Qué tiene la Navidad para dividir hogares entre tanto contraste?
Los convencionalismos, la publicidad y la sociedad casi nos obligan a sentirnos dichosos en estas fechas. Esta obligación añade una presión social extra que contribuye a hacernos sentir mal, o incluso desgraciados en comparación con los demás.
Ése precisamente es uno de los puntos clave, en esta época del año se remarca más que nunca todo aquello ‘que debería tener y no tengo’, ‘cómo se supone que debería sentirme y no puedo’.
Comenzamos a compararnos con las personas de nuestro alrededor, ponemos el foco en todas esas cosas que echo en falta en mi vida y que siento que nunca tendré, las cosas que nunca he tenido, o que un día tuve y perdí. Algo parecido a cuando rompemos con nuestra pareja y vemos enamorados en cada esquina.
Nos asaltan recuerdos de tiempos mejores que nunca volverán, o recuerdos tristes de la infancia y Navidades pasadas que permanecen atascadas en algún rincón de nuestro corazón.
Hacemos una revisión anual de logros y fracasos centrada en todos nuestros tropiezos, en todas esas medallas que no hemos llegado a conseguir.
Hablamos de pasado y futuro.
Hablamos de expectativas, comparaciones y errores.
¿Pero cuándo llega el momento de centrarnos en ti y en tu presente?
Para poder contar nuestra realidad con la luz encendida, con el foco sobre el ‘sí’.
Lo que sí tienes.
Lo que sí has conseguido.
Lo que sí puedes conseguir.
¿Crees que estaríamos escribiendo este artículo si fueras la única persona que se siente mal en Navidad?
Quizá no estás tan solo/a como crees, y podemos sugerirte estrategias para cambiar de perspectiva.