Contenidos
ToggleHablar de sexo puede dar más o menos vergüenza o incluso fomentar un rato de risas entre adultos, además de facilitar el intercambio de información de gran interés. Sin embargo, cuando toca responder a las preguntas de un niño al que tenemos que educar la cosa deja de ser igual de divertida. Principalmente si el niño es nuestro hijo y este tema es justo el que habíamos estado temiendo afrontar desde el día que nació.
Que no cunda el pánico. Aquí te ofrecemos una serie de consejos para que la comunicación sobre sexo con tus hijos sea razonablemente exitosa.
1. Educar no es es solo informar
La mera información se puede leer en un folleto pero educar es algo más que proporcionar datos. Se trata de dotar a una persona de herramientas para vivir mejor y permitir que ella también participe a su manera en el proceso educativo. Es decir, educar implica comunicarse de manera abierta y la comunicación debe ir más allá de mensajes unidireccionales que van de emisor a receptor pero que no permiten profundizar.
La sexualidad humana abarca más cosas además de la conducta sexual humana (lo que llamamos “sexo”). En cualquier caso, al comunicarte con su hijos respecto a este tema recuerda que el objetivo último que debes perseguir es que ellos sean más hábiles manejándose con ello y puedan tener una vivencia saludable al respecto.
Mantén abierto el canal de comunicación pero no pretendas saberlo todo. Tus hijos disponen de más fuentes de informaciónPresuponer que el sexo no es importante, que ciertas cosas relacionadas con el sexo no van a ocurrirle jamás a tus hijos o que ya llegará el momento para que se enteren de algunas cosas resulta bastante ingenuo y, desde luego, no contribuye a fortalecer su repertorio de recursos sobre este campo.
2. Adaptarse a las características de los hijos
Es fundamental dar información de manera adecuada a la edad de los menores y de manera acorde a las preguntas que hacen. Es evidente que no hablamos de la misma manera con un niño de cuatro o cinco años que con un niño de diez, pero tampoco es lo mismo un niño de diez que un niño de dieciséis. Recuerda que este último, aunque te saque una cabeza de estatura, sigue siendo un niño en muchos aspectos pero eso no quiere decir que no esté en el mundo.
Adapta el lenguaje y no fuerces. No hace falta “inmolarse” en el altar de la comunicación: no incomodes innecesariamente a tus hijos ni te violentes tampoco tú. Si va a ser un mal rato para todos plantéate si es peor el remedio que la enfermedad y si es mejor enfocar la situación de otra manera. Tampoco confundas educar con regañar o asustar innecesariamente. Piensa en el lugar que quieres que el miedo y la culpa ocupen en la sexualidad de tus hijos, dentro de lo que es tu responsabilidad como educador.
Si tu hijo te pregunta cosas es porque desea conocerlas y porque considera que eres un buen informante al respecto, y eso es muy bonito a nivel de la relación de confianza entre padres e hijos. No obstante, no pretendas ser una enciclopedia sexual, permítete que haya cosas que no sabes o que no entiendes, no pasa nada. Admítelo con naturalidad y oriéntale de la manera que consideres mejor para encontrar ese dato que os falta.
Por otro lado, con niños muy pequeños resulta tentador utilizar un lenguaje cargado de metáforas y fantasía, como si contáramos un cuento lleno de símbolos e imágenes indirectas para ilustrar temas complejos y así hacerlos más comprensibles.
A menudo esto se debe a nuestro miedo como adultos a abordar directamente el tema tal y como es. Otras veces es porque pensamos que el niño lo va a entender mejor con un cuento, un símbolo o una metáfora. En cualquier caso, este método es un error en muchas ocasiones: la mente de los niños muy pequeños (sobre todo menores de 7 años) no está preparada cognitivamente para cierto nivel de abstracción, es decir, para entender que ciertos símbolos se refieren indirectamente a cosas reales y que no son meras fantasías imaginativas.
No pienses que los niños pequeños distinguen la realidad de la fantasía igual que una mente adulta. Puedes contarle una historia sobre dragones, nubes, abejas y viajes por las estrellas y todo lo que tú quieras, pero eso mejor cuando le cuentes un cuento, ahí es donde tiene que volar su imaginación. Por el contrario, conviene no emplear elementos poco realistas para explicarle asuntos muy realistas y que es importante que queden claros porque se trata de su educación. Si te vas al mundo de las hadas, las nubes, las flores y demás lo más probable es que no entienda nada o que llegue a conclusiones completamente disparatadas.
No te pases de simbólico, se puede hablar con perfecta claridad y realismo con un niño muy pequeño, llamando a las cosas por su nombre. Solo hay que hacerlo de manera sencilla para que entienda de qué estáis hablando.
3. No atiborrar de información innecesaria
El hecho de que los niños pregunten algo acerca del sexo o la sexualidad humana en general no implica de por sí que quieran saberlo absolutamente todo o que quieran iniciar una conversación larguísima.
A veces simplemente quieren saber algo en concreto pero no quieren más información, no se les ha ocurrido que puede haber algo más o directamente no están preparados para entender ciertos aspectos de ese tema.
Cuanto mayores son los niños, más capacidad tienen para procesar conocimientos más complejos y también más capacidad para mantener la atención de manera continuada en un mismo tema. Sin embargo, ante la duda, con niños muy pequeños suele resultar muy útil y necesario ceñirnos a sus preguntas y solo ir más allá de manera tentativa, sin forzar conversaciones que más que aclarar conceptos pueden crear confusión, lo cual sería un efecto indeseable de la comunicación.
4. Educar de manera más o menos completa
La educación sexual incluye muchos temas: no se refiere solo a la reproducción ni a la prevención de infecciones de transmisión sexual. Es probable que, como adultos, contemos con una mala formación sexual, resultado de haber recibido durante años una educación sexual deficiente a través de diferentes vías. Una de las consecuencias de esto es que reducimos la educación sexual a aquellos dos temas principales, normalmente con mensajes muy negativos y poco motivadores.
Al reproducir este esquema, al final acaba pareciendo que lo único importante es lograr que los niños entiendan que el sexo tiene como objetivo la reproducción humana y más tarde que el sexo es una fuente de enfermedades horribles y embarazos no deseados que conviene evitar a toda costa bajo pena de echar la vida por la borda. Quizá esto prevenga algunos embarazos y algunas infecciones en el futuro, pero eso no quiere decir que sea una educación sexual óptima.
Es evidente que una de las funciones principales de la conducta sexual humana es la reproducción de la especie y que es importante que toda persona aprenda a cuidar de su salud sexual y prevenir infecciones transmitidas por esta vía. Sin embargo, una educación sexual completa debe incluir la idea de que el sexo cumple otras funciones y facetas en la vida, que tienen que ver principalmente con el intercambio de la afectividad, el placer, la comunicación o la identidad. Es decir, con la satisfacción de necesidades humanas muy relevantes.
Recuerda que educar en la culpa y el miedo en cuanto al sexo puede ser muy eficaz a la hora de evitar ciertas cosas, pero jamás hay que considerar que es infalible y no es en absoluto la mejor manera de educar para la felicidad y la responsabilidad. Es importante que lo tengamos en cuenta porque nuestra visión del sexo va a influir mucho en los mensajes que les demos a los niños.
5. Los niños no parten de cero
No presupongas que, para cuando te consultan a ti, los niños no saben absolutamente nada sobre sexo ni tampoco que tienen que enterarse de ciertas cosas sin más tardanza. Normalmente, para cuando hablamos con ellos por primera vez, no parten de cero pero tampoco necesitan cualquier dato en cualquier momento.
Si estás comunicándote con tu hijo de cuatro o cinco años, por ejemplo, es poco probable que haya visto, oído o dicho grandes cosas fuera de lo que tú puedas imaginar o sin que tú hayas estado presente. Sin embargo, conforme va pasando el tiempo y a tus hijos les llega información de diferente tipo a través de cada vez más vías diferentes, va haciéndose más real el hecho de que también se educan sexualmente -bien o mal, pero se educan- fuera de lo que tú puedes controlar o supervisar.
Por eso, especialmente si tu hijo no es un bebé, piensa que para cuando sacáis por primera vez estos temas él/ella ya ha pensado al respecto, quizá ha preguntado o visto cosas por ahí y lo que busca es la confirmación de lo que ya sabe o cree que sabe. Por otro lado, insistimos en que adaptarse a la edad y las preguntas del niño quiere decir que no debes pensar que porque preguntan algo quieren saberlo todo o tienen que saberlo todo.
Evidentemente lo deseable es que, a un nivel propio de padres e hijos, no debe haber temas que no podáis tocar, pero la educación sexual es un proceso largo y conviene ir poco a poco. Primero hay que asentar en la base lo más importante y dejar para cuando vaya correspondiendo aquellos matices o temas que sean más secundarios o periféricos. A veces estos temas son más difíciles de entender, más controvertidos y requieren, por tanto, esperar a un momento posterior.
6. Educar no es cosa de un día
La comunicación es un proceso, no se limita a una única conversación. Los temas importantes a menudo son complejos y eso hace que no se resuelvan con una única charla, película, comentario, etc. sino que haya que volver a ellos varias veces.
De este modo, el tema siempre es el mismo pero vamos abordándolo de manera diferente en función de la etapa evolutiva en la que estén nuestros hijos. Eso va haciendo que, siempre acerca del mismo tema (la sexualidad humana, que incluye la conducta sexual) podamos añadir datos, tener en cuenta nuevos matices, hacer o contestar preguntas que anteriormente no eran factibles o que, simplemente, no habían aparecido.
7. La comunicación es cosa de dos
Hablar de algo no es solo mencionar, es conversar. Y conversar es algo más que soltar un dato: es intercambiar mensajes, hacer y contestar preguntas y comprobar que hemos sido entendidos.
La comunicación necesita que el canal a través del cual se intercambian mensajes esté suficientemente abierto. Como padres debemos cuestionarnos si el canal de comunicación con nuestros hijos está abierto para temas en general y para hablar de sexo en particular. Es decir, si el semáforo para hablar abiertamente de ciertos temas está en verde, ámbar o rojo.
Por otro lado, podemos soltarles discursos más o menos coherentes a nuestros hijos pero también es interesante que hablen ellos, que sus preguntas sean recogidas. No hay que saber todas las respuestas, ni hay que contestar a cualquier cosa que ellos pidan saber, pero sí deben percibir que se les está escuchando, que los padres no hacen como que no han oído cierto comentario o pregunta y que lanzan balones fuera. Esto indicaría que el semáforo está en rojo y dificultaría recuperar la comunicación en el futuro.
8. No eres el único educador
No cargues con toda la responsabilidad sobre la educación sexual de tus hijos. Nos guste o no, los niños tienen otras fuentes de información y eso puede tener sus ventajas, sobre todo en los casos en los que los padres no son buenos educadores, por la razón que sea.
No es necesario que, como padres, resolvamos todas estas complejidades, nuestros hijos van a tener muchas más fuentes de información a lo largo de su vida y desde luego su educación sexual no concluye con las cuatro cosas más o menos bien dichas que les expliquemos durante su infancia, sino que todos seguimos educándonos a lo largo de todo el ciclo vital y principalmente al margen de nuestros padres.
9. Educar es fortalecer
Educar es dar herramientas, entre otras, la herramienta de la seguridad. Sin embargo, no podemos dar lo que no tenemos. Por eso, como padres, lo deseable es que aparezcamos como personas maduras, es decir, sólidas, no como interlocutores que se incomodan abiertamente y entran en caos cuando el tema de conversación se pone peliagudo. Es importante que el educador sea un modelo coherente para el niño.
No tenemos que conocer todas las respuestas, no tenemos que responder a cualquier cosa ni mucho menos tenemos que dar cualquier dato sobre nuestra propia vida sexual pasada y presente, ya que esto puede generar desconcierto e inseguridad en los hijos y romper cierta distancia necesaria que hay que guardar con ellos.
Recuerda que la educación sexual va más allá de prevenir embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexualLos padres no somos amigos de nuestros hijos y por eso no tenemos que convertirnos en sus colegas modernos y abiertos al hablar de sexo, sobre todo si no somos personas modernas y abiertas en el resto de facetas de la relación con ellos. Los “colegas”, es decir, los iguales, dan complicidad, pero es el rol de adulto sólido -que está por encima y tiene autoridad- el que aporta verdadera seguridad.
Educar es dar información, poner límites, transmitir directa e indirectamente mensajes sobre el estilo de vida que consideramos deseable y ayudar a los hijos a sentirse más seguros de sí mismos porque, lo queramos o no, van a tener una vida sexual (incluso es probable que, si tienen cierta edad, ya haya existido cierta actividad sexual) y necesitan estar preparados para ello al menos en lo más importante.
10. Confía en ti y en tu hijo
Los consejos y recomendaciones están muy bien pero luego tienes que aplicarlos a tu realidad, es decir, a cómo es tu hijo y cómo es vuestra relación. Tú eres quien mejor conoce qué tal manejas este tema y eres quien conoce a tu hijos. Vosotros tenéis ya vuestra propia manera de comunicaros, vuestro lenguaje, vuestros propios códigos. Es con ese material con lo que vais a trabajar a la hora de abordar la educación sexual en casa.
No pretendas ser perfecto, a veces no captamos bien lo que nos está queriendo decir nuestro hijo, o nos bloqueamos, o no sabemos si nos hemos pasado o no hemos llegado. No pasa nada, no es el fin del mundo. Piensa que si tu semáforo comunicativo está en verde habrá más ocasiones, y que no eres el único responsable de la educación de tu hijo en este aspecto, va a haber más oportunidades para aprender.
Sin transmites una información, lo importante es que sea correcta y rigurosa y que esté destinada a que tu hijo disfrute de una manera sana y asertiva de su vida sexual (ya sea presente o futura). Sin traumas y sin situaciones embarazosas o inadecuadas que podrían haberse evitado.
Educar no es fácil y menos cuando se trata de temas peliagudos como la sexualidad. Si esto está ocasionando algún conflicto en vuestra familia, o bien si tú eres una víctima de la mala educación sexual que recibiste por parte de tus padres y demás referentes, no te desanimes. Puede que haya llegado el momento de consultar con un profesional que pueda ayudarte a poner las cosas en orden para evitar posibles futuros “desastres”. Nunca es tarde. Solo date esa oportunidad.