Pedir ayuda no siempre es fácil. Tal vez en algún momento de tu vida has preguntado a un amigo o familiar: ‘¿Por qué no me dijiste nada? ¿Por qué no me pediste ayuda?‘ Quién sabe, tal vez en algún momento fuiste tú la persona que necesitó ayuda y no la pidió, y ahora te planteas por qué no diste ese paso.
Ir a la consulta de un terapeuta para buscar apoyo no es sencillo, supone desnudar partes de ti mismo que te avergüenzan o no comprendes. Sin embargo, para muchas personas tampoco es fácil recurrir a su propio entorno, ni siquiera para pedir un favor.
Sentirte incomprendido/a, no molestar o el miedo a la reacción del otro (críticas, enfados, juicios…) son razones habituales que impiden pedir ayuda a los demás. No es fácil expresar una dificultad, pero menos aún cuando sientes que nadie va a escucharte o que van a hacer un juicio negativo sobre ti, por ejemplo.
Asociar el hecho de necesitar ayuda con un signo de debilidad o cobardía también es frecuente. Sin embargo, implica precisamente lo opuesto…
¡Pedir ayuda es de valientes!
Ser consciente de tus potenciales «flaquezas» o «puntos débiles» (léanse bien las comillas) no es tan fácil como parece y requiere cierto nivel de autocrítica. Pero además, para ser capaz para verbalizarlo y decirlo en voz alta… Para eso hace falta valor.
Si bien es cierto, no es fácil encontrar personas por las que sentirse escuchado y comprendido pero, reflexionemos un segundo: ¿de verdad no hay ninguna persona dispuesta a escucharte o con la que pudieras compartir tus problemas?
Llegados a este punto es necesario preguntarse si tiene sólo que ver con los demás o si algo se esconde dentro de uno mismo…
¿Por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?
Vergüenza. Ocultamos aquellas cosas que no nos gustan de nosotros mismos y juzgamos negativamente: por no saber hacer algo o no cumplir con la imagen ideal que tenemos en nuestra cabeza, por ejemplo.
Parece que lo que no se cuenta no existe, pero el problema sigue existiendo, sólo que sin aceptarlo se hace más difícil superarlo.
La gestión del «no». En muchas ocasiones tiene que ver con cómo gestionamos que los demás no respondan como nos gustaría. ¿Cómo te sientes cuando pides algo y no recibes lo que esperas o deseas?
Sentimientos de rechazo, decepción, frustración o falta de reciprocidad generan sufrimiento. La forma de gestionar este dolor, las experiencias pasadas y la explicación que construimos, favorece o frena nuevos intentos de petición de ayuda.
No querer molestar o ser una carga para otros. Ante el derecho de pedir, el derecho de no dar. Si alguien no quiere hacer algo es responsabilidad suya decir que no. Somos animales sociales por algo, y todos necesitamos de los demás de cuando en cuando.
Temor a que se enfaden. No pedir ayuda a veces nos lleva a cometer errores y, al intentar resolverlo por nuestra cuenta, lo empeoramos. Imagina haces una apuesta y pierdes dinero; para resolverlo vuelves a apostar (incluso dinero que no tienes) y vuelves a perder… Y así constantemente.
Tememos la consecuencia o reacción del otro. Si consideramos que el otro se va a enfadar las posibilidades de pedir ayuda se reducen, pero seguir en el bucle tampoco nos permite resolver el problema, tan sólo lo posterga.
No mostrar debilidad. A veces nos enseñan que debemos ser fuertes y hacer las cosas solos, pero la fortaleza va mucho más allá. Ser fuerte significa ser capaz de mirar dentro de ti: ser consciente de tus virtudes y defectos, y sacar de ahí la mejor versión de uno mismo.
No es más débil quien pide ayuda, sino quien es capaz de sacar valor y reconocer aquello que no le sale bien, y buscar nuevas formas para aprender.
La autosuficiencia. Al pensar que nos rebajamos al pedir algo a alguien encontramos al orgullo escondido, y es preciso diferenciarlo del amor propio… Este ego nos impide conectar con lo que nos apetece hacer, nos limita, en vez de hacernos avanzar. Te separa de ti, y del resto.
No querer verse dependiente. Una cosa es pedir ayuda o intercambiar favores o actuaciones, y otra muy diferente, depender de alguien. No olvidemos que el intercambio o concepto de comunidad ha hecho que los humanos evolucionen.
Evitar el juicio por parte de los demás. ¿Acaso alguien quiere exponerse a pedir ayuda y desde la vulnerabilidad, sentirse enjuiciado? La opinión de los demás nos afecta, sobre todo si pensamos que alguien cercano va a opinar negativamente sobre nuestros actos.
¿Por qué es necesario pedir ayuda?
Puede ocurrir en el ámbito laboral, sentimental o familiar. Atravesamos un momento complicado o una situación que nos está siendo difícil de gestionar: al tratar de solventarlo por uno mismo invertimos mucha energía -mental y emocional-.
Además, sentirse incapaz de solventar el problema por uno mismo genera una sensación de impotencia o incapacidad y, con frecuencia, un juicio hacia nosotros mismos: «no eres capaz…», «eres un…». Todo ello hace que la situación se vuelva aún más frustrante, y añade una presión extra que te bloquea o te genera aún más estrés emocional.
¿Cuál es el problema de esto?
Que cuando el estrés llega a cierto límite, la capacidad de resolución de problemas se reduce. Gestionar la situación consume cada vez más energía y nos agota. Desde esa posición la carga que acarreamos parece cada vez más grande.
Así el problema se convierte en un bucle del que parece imposible salir, hasta que algo hace que explotemos o nos rompamos. Desemboca en ansiedad, tristeza, depresión, búsqueda de vías de escape alternativas poco saludables, mentiras, explosiones emocionales, etc. Por eso ¡cuidado!…
Es mejor pedir ayuda que pedir auxilio.
No es necesario dejar que las cosas lleguen al límite. No tienes por qué esperar a que la olla exprés explote -hacia fuera o hacia dentro-. Se puede apagar el fuego. Si no sabes cómo hacerlo, mira a tu alrededor: siempre habrá alguna persona o profesional con una manguera al lado.
Sí, lo sabemos. Pedir ayuda no es fácil. De hecho muchas veces intentamos buscar apoyo y al no recibir lo que necesitamos, desistimos y dejamos de intentarlo.
Es importante tener en cuenta ciertos factores antes de pedir algo y a lo largo de estos días vamos a darte unos trucos para tratar de pedir ayuda o lo que necesitas de forma sana y asertiva. Para conseguir transmitir lo que tú quieres de forma más eficiente y sin sentirte mal contigo mismo.