¿Qué puedes hacer para aumentar tu bienestar?

Todos los seres humanos sentimos la necesidad de tener paz y bienestar en nuestro corazón, de ser felices, de estar alegres, de llevar una vida plena. Sin embargo, las formas de buscar y acceder a dichas situaciones difieren mucho en función de la sociedad en la que a una persona le ha tocado vivir, de la cultura imperante e incluso del ambiente en el que dicha persona se mueve en su vida diaria.

En nuestra sociedad consumista pensamos que todo se puede comprar y vender, incluyendo estas necesidades más humanas. Por suerte no es así: la paz y el bienestar, la alegría, la felicidad, se pueden tener pero no se pueden comprar.

¿Se puede aprender y trabajar para ser feliz, para tener paz y bienestar? Sí,  podemos trabajar tres aspectos de nuestras vidas que nos aportarán, junto a otros,  bienestar y felicidad: potenciar nuestra parte más hedonista (placeres), cultivar nuestras aficiones (gratificaciones) y buscar un sentido de la vida más allá de nosotros mismos (relaciones).

 

Placer y bienestar

Los placeres tienen un claro componente sensorial y emocional, lo que los filósofos denominan «sensaciones crudas»: éxtasis, emoción, deleite, regocijo, euforia y bienestar. Son efímeros e implican muy poco -o nulo- pensamiento.

Lo positivo de los placeres es que, al proceder de nuestros sentidos, son inmediatos y momentáneos y no requieren esfuerzo, ni interpretación por nuestra parte. Los órganos sensoriales, por cuestiones evolutivas, están conectados de forma bastante directa a la emoción positiva: tocar, saborear, oler, mover el cuerpo, ver y escuchar puede provocar un placer directo, por ejemplo cuando nos damos una ducha caliente, cuando tenemos un orgasmo, nos sentamos ante el fuego de una chimenea una noche de nieve…

Lo negativo es que son transitorios, se desvanecen con gran rapidez en cuanto el estímulo externo desaparece y nos acostumbramos a ellos muy rápido (lo que en psicología del aprendizaje llamamos «habituación»). Por eso, a menudo necesitamos una dosis mayor para conseguir los mismos efectos que al principio, lo que a su vez puede desembocar en conductas adictivas.

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¿Se puede hacer algo para evitar la parte negativa de los placeres? Hay tres conceptos procedentes del estudio científico de las emociones positivas efectuado por el psicólogo Martin Seligman desde hace varios años que pueden ayudarnos a incrementar la cantidad de felicidad transitoria en nuestra vida:

Espaciar. Las neuronas están preparadas para responder a estímulos nuevos y no para activarse frente a situaciones que no aportan información novedosa. Por lo tanto, advertimos la información nueva y omitimos la que no lo es. Cuanto más redundantes son los acontecimientos, más probable es que se fundan en un fondo en el que pasan desapercibidos. Además, los placeres no solo se desvanecen con facilidad, sino que las secuelas de muchos de ellos son negativas. El hecho de que nos rasquen la espalda alivia el picor pero, sorprendentemente, también provoca más picor cuando dejan de rascarnos.

Lo anterior tiene implicaciones directas en cuanto a la optimización del placer en nuestra vida: es crucial espaciar las gratificaciones en el tiempo. Introduzcamos  en nuestra vida tantos acontecimientos placenteros como sea posible, pero hagámoslo de modo que transcurra más tiempo entre los mismos del que permitimos normalmente.  

Saborear.  Hay varias formas que nos ayudan a favorecer el disfrute: compartir la experiencia con otras personas, guardar en nuestra memoria el evento agudizando nuestra percepción y centrándonos en los elementos que más nos impresionan y permanecer completamente absortos e intentar no pensar, sino solo sentir.

Todas estas técnicas respaldan los cuatro modos de disfrutar: solazarse (recibir elogios y felicitaciones); agradecer (expresar gratitud por las bendiciones); maravillarse (perder la individualidad en el asombro del momento); y deleitarse (complacer los sentidos).

Prestar atención. La atención empieza por la constatación de que la inconsciencia domina gran parte de la actividad humana. La atención consciente de la experiencia presente se produce de forma mucho más fácil en un estado mental lento que cuando uno pasa a toda prisa por una actividad o un acontecimiento mientras piensa en el futuro. La forma oriental de la meditación se presenta de muchas formas, pero casi todas ellas, si se practican con regularidad, logran desacelerar la mente de los occidentales.

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Las gratificaciones

En el lenguaje común no distinguimos entre las gratificaciones y los placeres y, sin embargo, son diferentes. Los elementos que definen las gratificaciones son: ensimismamiento total, suspensión de la conciencia y la fluidez y no presencia de placer. De hecho, el ensimismamiento absoluto bloquea la conciencia y produce una total ausencia de emociones.

Está demostrado que hacer lo que a uno le gusta sin importarle si sirve o no para algo, solo por el placer de hacerlo, hace sentirse a uno más útil y más pleno. Cultivar estas aficiones que más nos satisfacen personalmente, en vez de pasar el tiempo libre con acciones que son placenteras pero que no aportan nada a posteriori (como ver la televisión), suponen una enorme fuente de bienestar y felicidad.

Las gratificaciones nos involucran por completo, quedamos inmersos y absortos en ellas y perdemos la conciencia propia. Disfrutar de una gran conversación, leer un buen libro, bailar y jugar al ajedrez son ejemplos de actividades en las que el tiempo se detiene para nosotros, nuestras habilidades están a la altura de las circunstancias y nos hallamos en contacto con nuestras fortalezas.

Las gratificaciones duran más que los placeres, implican más pensamientos e interpretación, no se convierten fácilmente en un hábito y refuerzan nuestras fortalezas y virtudes.

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Las relaciones

El ser humano es un animal social que necesita, para su supervivencia y realización, pertenecer a colectivos integrados por otros iguales. Buscar un sentido a la vida más allá de uno mismo es una de las formas más eficaces de trabajar el bienestar y la felicidad. Estudios con diferentes comunidades indican que la gente que se siente parte de un grupo -ya sea un equipo de fútbol, una congregación religiosa o una familia- es más feliz y disfruta de mayor bienestar a lo largo de su vida. Por eso, a parte de disfrutar de los placeres sensoriales más básicos y de actividades más elaboradas que nos resulten agradables, un ingrediente indispensable para nuestra salud y nuestro bienestar integral son las relaciones personales, que conviene cuidar y fomentar en la medida de nuestras posibilidades.

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