terapias de tercera generación

¿Qué son las terapias de tercera generación?

En ocasiones tomamos una decisión importante cuando nos encontramos en un punto  vital complicado: decidimos ir a terapia, pedir ayuda profesional, más concretamente, buscar un psicólogo. Entonces asalta la pregunta: ¿cómo sé que elijo adecuadamente? Para responderla puede comenzar un periplo de investigaciones en la red, peticiones de consejo a amigos, etc.

Con todo, finalmente acabamos encontrando que el complejo mundo de la oferta psicológica ofrece un gran número de distintas posibilidades. Aparecen ante nosotros distintos tipos de terapias y profesionales formados bajo diferentes ópticas. ¿Qué es mejor o peor?  

La realidad es que, en referencia esa búsqueda de terapeuta, deberíamos estar tranquilos en cuanto a saber si acertaremos o no. Acertar no depende tanto de nuestra elección previa sino un poco más de la “química” que tengamos  con el terapeuta.

No obstante, no está de más entender de qué nos están hablando cuando alguien nos dice que practica una u otra terapia. Es muy común que hoy en día escuchemos hablar con mucha frecuencia en este contexto de las terapias psicológicas de tercera generación y no sepamos exactamente qué significa todo esto. Vamos a tratar de aclararlo y dar una visión más amplia del tema.

Es importante indicar que este tipo de terapias se engloba dentro de lo que se llama las terapias cognitivo-conductuales o, más bien, parten de este paradigma. No obstante, existen otro tipo de terapias que no deben ser desdeñadas en cuanto a su influencia directa sobre nuestros días. Entre ellas están, por ejemplo, la terapia psicoanalítica, la terapia gestalt o la humanista.

En 2004 Steve Hayes fue el primer autor en exponer este resurgir. Denominó a estas terapias terapias como de tercera ola o de tercera generación con el objetivo de diferenciarlas de las terapias anteriores. Las de primera generación serían las técnicas conductistas y las de segunda generación, las cognitivo-conductuales.

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Las tres generaciones de terapias

De entrada, si hay terapias de tercera generación, es que ha habido una primera y una segunda generación de terapias. Así es, en psicología se considera que existió una primera generación de terapias con la irrupción del conductismo.

Este surgió como reacción a las terapias de origen psicoanalítico, que imperaban en ese momento. El conductismo llevado a la terapia interpersonal ponía el énfasis en el ambiente como origen y modulador de los problemas del paciente.

Para estos psicólogos todo estaba en función del aprendizaje que hacíamos de nuestro entorno. Un mal aprendizaje en nuestro sistema psíquico provocaba un problema. Por tanto, para revertir este problema había que realizar un nuevo condicionamiento psicológico, un aprendizaje distinto que corrigiera ese primer aprendizaje erróneo.

Rápidamente las limitaciones de este tipo de terapia se hicieron evidentes. Fundamentalmente no contemplaban los complejos procesos que trascienden al ambiente, ni tenían en cuenta el nivel de conciencia, pensamientos y emociones del ser humano.

La segunda ola

Es entonces cuando surgen, alrededor de los años 60 las terapias de segunda generación. Hablamos sobre todo de la terapia cognitivo-conductual, la cual sigue siendo hoy en día la terapia de referencia para muchos profesionales de la psicología.

Sus principales ejemplos podrían ser la terapia racional emotiva de Albert Ellis y la terapia cognitiva de Aaron Beck. El paradigma cambia con respecto a las teorías conductuales anteriores. Ahora el énfasis no está en el contexto sino en los procesos mentales del sujeto. No sería tan crucial el aprendizaje o la vivencia que la persona tiene del entorno como la interpretación subjetiva que hará de ella.

Por ejemplo, diferentes personas viviendo la misma experiencia traumática variarán en su manera de expresar las posibles secuelas de dicha experiencia. En algunos de los casos podrá haber ausencia de esas secuelas.

Según el cognitivismo, esto se debe exclusivamente a la interpretación mediada por nuestros pensamientos. “Si cambias tu pensamiento cambia todo” podría ser la afirmación que resume a este paradigma. La terapia cognitiva añadió los pensamientos irracionales, esquemas cognitivos patológicos o estilos desadaptativos del procesamiento de la información como blancos clínicos a modificar.

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Terapias de tercera generación

Llegamos por tanto a nuestros días y nos encontramos con lo que sería el tercer paradigma: las terapias de tercera generación. Se han planteado nuevos tratamientos que fundamentan su práctica en principios conceptuales diferentes al enfoque cognitivo-conductual que había estado imperando.

Algunos de ellos son: terapia de conducta dialéctica, terapia de aceptación y compromiso, psicoterapia analítica funcional, terapia integral de pareja, terapia de activación conductual o la terapia cognitiva basada en mindfulness. Todas estos tipos de psicoterapia son de tercera generación y abordan variables, asuntos y temas de corte humanista-existencial. Digamos que,  de alguna forma, añadimos más variables a la ecuación que representa el complejo equilibrio de nuestra salud mental.

Es importante ir más allá de los reduccionismo de “ todo está mediado por el ambiente” o “ todo depende de nuestros pensamientos”. Veremos que entorno, pensamientos, lenguaje, vínculos e, incluso, otras dimensiones como la dimensión de ética y valores que poseemos, mediarán en nuestros procesos psicológicos y, por tanto, serán recogidas por todas estas técnicas.

¿Qué caracteriza a las terapias de tercera generación?

  • Contextualismo funcional. Esto significa que en este tipo de terapia el psicólogo usará el contexto de la terapia y el contexto vital del sujeto para provocar cambios. Tendrá muy en cuenta aspectos de la vida diaria del paciente, dónde trabaja, con quién se relaciona…etc. El centro es el contexto y la función de los pensamientos, sensaciones o emociones, en lugar de tomar como objetivo principal la intensidad o frecuencia de estos eventos psicológicos.
  • El lenguaje como motor de cambio. El lenguaje que el paciente y el terapeuta usan serán foco de interés para este tipo de terapias. El del paciente porque puede estar vinculado a potenciar los propios conflictos. El del terapeuta porque puede modular y modificar patrones desadaptativos del paciente. Cabe decir que la interpretación de lo que dice el paciente en terapia era algo ya existente en la terapia psicoanalítica y en la terapia gestáltica. Por tanto, en este tipo de terapia, nos encontraremos frecuentemente con señalamientos del terapeuta hacia citas literales nuestras. Lo que pretende es que podamos pararnos con detenimiento a analizar lo que decimos y, por tanto, lo que nos decimos a nosotros mismos en ese llamado diálogo interno.
  • Se abandona el concepto de “lucha con nuestros síntomas o problemas”. No luchamos contra nuestra ansiedad, porque eso sería luchar contra nosotros mismos y no comprender nada.
  • Aceptación. Este tipo de terapia se caracteriza por ofrecer habilidades dirigidas a aceptar lo que no se puede cambiar y a cambiar lo que es susceptible al cambio. No debemos estar tan orientados a eliminar nuestro malestar psicológico como a entender su origen y funcionamiento y darle la legitimidad que le estamos negando. Todo lo que negamos nos acaba sometiendo de una u otra forma. De entrada debemos aprender a relacionarnos con nuestro malestar, es el primer paso para que todo mejore.
  • Despatologización. El objetivo de la terapia no es tanto la desaparición de los síntomas típicos del trastorno y que se recogen en los manuales de psiquiatría sino que hay que considerar otras metas más globales, como el ajuste psicosocial, la calidad de vida o la recuperación por parte del paciente de la autonomía perdida o no desarrollada para hacerse cargo de su propia realización personal y vital.

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¿De qué terapias estamos hablando?

Los principales tipos de terapias de tercera generación desarrollados hasta el momento son:

Es una de las primeras en surgir reuniendo todos los conceptos que hemos analizado anteriormente. La aceptación es el proceso que da nombre y delimita la ACT. Consiste en abrirse a la experiencia de los pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones sin hacer nada para que desaparezcan. Aunque en un primer momento de la terapia no se busca la extinción o la habituación, finalmente esta se llega a dar gracias a otras técnicas.

Esta terapia se basa en lo que sucede dentro del propio marco de la consulta con el terapeuta. La terapia se basa en lo que hace y dice el cliente en la sesión terapéutica. Es lo que Robert Kohlenberg y Mavis Tsai denominan conductas clínicamente relevantes.

  • Terapia dialéctico-conductual

Esta terapia fue ideada y desarrollada por Marsha Linehan en 1993 para tratar específicamente los síntomas característicos del  trastorno límite de personalidad. Está basada en el entrenamiento en habilidades sociales y de relación, así como en el entrenamiento de habilidades de conciencia. Aquí las técnicas de mindfulness cobran especial relevancia.

  • EMDR y trauma complejo

Este método se basa en el entendimiento del efecto de las experiencias vitales tempranas y traumáticas sobre la persona y hace énfasis en el procesamiento de dichas experiencias a través de procedimientos estructurados que incluyen movimientos oculares u otras formas de estimulación bilateral. Dicho procesamiento psicológico del trauma será el protagonista en la terapia. A día de hoy este método sigue causando mucha controversia y encontraremos grandes defensores del mismo pero también grandes detractores.

Lo que básicamente defiende este modelo terapéutico es que procesamos la información traumática del exterior a través de los movimientos oculares que se producen durante el sueño REM (Rapid Eyes Movement). Diversos estudios neurológicos han mostrado pruebas de que los sueños ayudan a consolidar los recuerdos y metabolizar toda la información de los acontecimientos del día y las emociones respectivas. Otros estudios además sugieren que sufrir un hecho traumático provoca descargas adrenérgicas en la amígdala y estos neurotransmisores causan cambios en la membrana del hipocampo, que interrumpen el proceso que tiene el cerebro de procesar un suceso negativo. A través de técnicas de estimulación bilateral (sonidos bilaterales, ligeros movimientos y toques…etc), el terapeuta EMDR  tratará de reprocesar esa información traumática.

Este es un tratamiento formulado específicamente para el tratamiento de la depresión. Se sustenta bajo el principio de que son las experiencias vitales y no los factores internos (como las cogniciones) la explicación más eficaz para la depresión. Lo que sucederá básicamente en esta terapia es que sujeto y terapeuta irán fijando una serie de actividades que el paciente tendrá que cumplir. Se trata de a ir buscando ese reforzamiento positivo en el entorno que en muchas ocasiones ha perdido la persona al deprimirse. La ausencia de refuerzos positivos, relaciones personales, actividades placenteras está en la base de muchas teorías sobre el origen de los procesos depresivos.

Estamos cada vez más acostumbrados a escuchar este término. Esta práctica se ha unido a muchas corrientes psicológicas como parte de programas terapéuticos. El significado más habitual es el mindfulness como estado, que implica la consciencia que emerge al prestar atención de forma deliberada, en el momento presente y sin juicio. Uno de los especialistas más destacados en este área es Jon Kabat-Zinn. El entrenamiento mindfulness consistiría, por tanto,  en una serie de ejercicios que permiten prestar atención al presente de manera no enjuiciadora. Con la práctica de este tipo de ejercicios podemos acabar cambiando patrones atencionales. También se pueden modificar modos profundos de procesar la información que nos llega tanto del entorno como desde nuestros pensamientos. Muy posiblemente con el entrenamiento constante también cambien maneras de interpretar sucesos emocionales, sensaciones en nuestro cuerpo etc…. Pero el mindfulness por sí mismo no constituye una terapia, sino una técnica que puede ser parte importante o incluso piedra angular de un proceso terapéutico.

Hemos hecho un repaso de las principales técnicas de tercera generación que hoy se están ofreciendo. No obstante, si estás buscando un profesional adecuado para tu caso, recuerda que hay variables más allá de la técnica que cobrarán importancia cuando comiences tu tratamiento.

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