Qué (no) regalar por Reyes a tus hijos

Hacer un regalo siempre es un desafío. Los hay que se hacen por compromiso y otros que se hacen más desde la ilusión. En el caso de los primeros, el objetivo está bien claro: quedar bien con la persona en cuestión, cubrir el expediente (a ser posible con nota) y, de este modo, ponernos en buena situación para un futuro quizá no muy lejano en el que podamos necesitar los favores de esa persona. La metodología para decidir el tipo de regalo por compromiso que vamos a realizar suele basarse en un cálculo frío y más bien protocolario, para acertar al máximo y desaparecer de la escena lo antes posible.

En el caso de los segundos, los regalos que se hacen con ilusión, porque nos apetece, porque queremos cuidar a la persona, el sistema es un poco diferente. Claro que queremos quedar bien, ya que cualquier regalo se hace con el objetivo de conectar con alguien positivamente, de estar más cerca de esa persona, pero siempre en un marco de cariño bastante más desinteresado que cuando regalamos por compromiso. 

Pero, ¿qué ocurre cuando las personas a las que vamos a regalar algo, por ejemplo ahora que estamos esperando la visita de los Reyes Magos, son nuestros hijos? Es evidente que no les regalamos cosas por compromiso ni por interés, al menos lo deseable es que este no sea el marco principal. Les regalamos cosas porque les queremos y una manera de demostrar nuestro cariño hacia ellos es obsequiarles con bienes materiales porque sí, por el placer de disfrutar juntos de la vida. Vaya, lo que comúnmente conocemos como regalos

Escucha a tus hijos: se pasan el año dando pistas sobre lo que les gusta

A veces son los propios hijos los que nos indican qué desean que les regalemos, ya tengan cinco años o diecisiete. Otras veces no lo dicen claramente pero, si somos padres observadores, sensatos y agudos, capaces de fijarnos en lo que dicen y hacen nuestros hijos, es decir, si los conocemos y escuchamos (cosa que no hay que dar por hecho ni siquiera conviviendo durante años) tendremos una idea bastante ajustada de qué les apetece y qué les hará ilusión y será muy probable que acertemos. 

Cuando no está tan claro qué quieren nuestros hijos por Reyes y tenemos que darle vueltas a la cabeza sobre qué es lo más apropiado regalarles este año pueden surgir un montón de dudas: ¿es apropiado esto para su edad?, ¿cuánto dinero se supone que debo gastarme en sus regalos?, ¿regalos útiles y didácticos o mejor un capricho maravilloso, aunque inútil?

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Quizá eres un padre o una madre que, a pesar de los años transcurridos, guarda con rencor el recuerdo de aquella bicicleta que nunca llegó, de aquellos libros que recibiste sin haber pedido (y que, por supuesto, jamás leíste), de aquel aparato/disco/modelito/artefacto que todos en tu clase tuvieron… menos tú. Ahora eres tú el padre o la madre que tiene que tomar decisiones rápidas con la carta a los Reyes “enviada” por sus hijos y te debates entre la posibilidad de evitar el rencor eterno de tus hijos por el regalo siempre pedido y nunca recibido y que crees que no deberías comprarle, y la posibilidad de hacerle pasar por el aro de los regalos “apropiados” que sabes que no han pedido y que no está tan claro que vayan a disfrutar. En definitiva, ¿qué es apropiado regalarle a los hijos?

1. Pantallas

Las pantallas no son exclusivas de ahora (si fuiste pequeño durante los ochenta recordarás que ya antes había pantallas en tu vida). La cuestión es que ahora están por todas partes, a todas horas, para cualquier actividad. La otra cuestión es que abusar de ellas no es bueno ni para la vista ni para la actividad cerebral. Quizá temes que si no regalas artilugios con pantallas táctiles a tus hijos de cuatro años estos vayan a perder el tren de la Historia y sean unos inadaptados pero tranquilízate, no es verdad. Van a tener pantallas de sobra durante toda su vida. Sobre todo si tus hijos son muy pequeños (léase, por poner un ejemplo, educación primaria) dosificar su acceso a las pantallas es una buena decisión. También a la hora de hacer regalos. 

2. Teléfonos móviles

Debería estar claro que un niño de seis años no necesita ningún móvil. De ningún tipo. Para ninguna actividad que tenga que realizar. La duda está en si tu hijo de quince años necesita un móvil. La respuesta intuitiva es que evidentemente, lo que se dice necesitar, tampoco. Ahora bien, como los tiempos son los que son, vamos a discutirlo. Actualmente la adolescencia (etapa eterna que abarca desde los últimos pañales hasta el matrimonio) parece un periodo propicio para regalarle a tu hijo su primer móvil, sobre todo porque si todo su entorno tiene uno al final es peor no tenerlo que tenerlo. Al fin y al cabo, no se le pueden poner puertas al campo, ¿verdad? No, pero sí le debes poner puertas a la educación de tu hijo.

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Recuerda que, aunque su estatura -y a veces su aspecto- sean los de un adulto, una persona de catorce o quince años es un niño a muchos efectos. Si le vas a regalar un móvil lo adecuado es que te informes sobre un modelo sencillito (tu hijo quiere el móvil básicamente para hablar por Whatsapp y hacerse selfies para Instagram, no le hace falta la nave espacial último modelo). No seas histérica pero tampoco irresponsable: infórmate también sobre cómo ponerle límites a su saldo y las páginas que puede visitar. 

3. Libros

Cualquier edad es buena para regalar y leer libros. Si eres muy fan de este artículo puedes matar dos pájaros de un tiro y regalarle libros de papel en lugar de electrónicos (recuerda el punto uno: ya hay muchas pantallas en su vida, un poco de papel no le matará).

Dentro de un orden y del sentido común (Guerra y Paz no es para leer a los nueve años, ¡un poco de contención!) yo no me preocuparía mucho por lo apropiado del contenido porque si el libro es bueno, es decir, de reconocido prestigio, y más o menos se ajusta a la edad de tu hijo, el ejercicio de su lectura va a ser interesante. Sabemos que engullir muchos libros de caballerías volvió loco a Don Quijote, pero se sabe de nadie de ninguna edad que haya muerto o se haya traumatizado de por vida por leer un libro. Observa a tu hijo o hija, confía en su criterio y déjate aconsejar por tu librero de confianza. A no ser que tu hijo sea adicto a la lectura y esta sea la razón de su existir, complementa este regalo con cosas más desenfadadas (lo siento por tus aspiraciones narcisistas de tener un pequeño humanista ilustrado en casa pero ningún niño se derrite de ilusión cuando le regalan exclusivamente libros). 

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4. Dinero

Cuando no se tiene muy claro qué regalar, el dinero puede ser muy socorrido. De acuerdo, no parece muy adecuado regalarles a nuestros hijos (menores de edad) solo dinero, ni parece adecuado darle “mucho” dinero a un niño realmente pequeño.

No obstante, adecuadamente gestionado como regalo, regalar dinero a un niño puede ser una herramienta educativa muy interesante. Al fin y al cabo, si durante el año, a partir de una cierta edad, se les da una paga semanal o mensual, que también es un regalo, ¿por qué no hacerlo, de manera un poco más especial, con motivo de los Reyes? Por ejemplo, si tu hijo o hija va a empezar a recibir su asignación semanal este año, puedes regalarle su primera hucha, una que se pueda abrir y cerrar, para que aprenda a guardar su incipiente fortuna y administrarla de manera ordenada. Si es un adolescente avanzado y tiene más capacidad para esperar, un regalito curioso puede ser una hucha de barro que le dure un año, por ejemplo. Piensa en cómo a través del dinero puedes educar en el orden, la paciencia, el ahorro, la capacidad para recompensarse con los ahorros pacientemente administrados, etc.

Como siempre, sentido común. Regalar dinero a un niño que es tan pequeño que no puede ir solo ni a comprar el pan no parece muy adecuado. Regalar una cantidad prudente de dinero a un niño que lo puede utilizar para pasar la tarde con sus amiguitos, o para comprarse con su propio dinero un objeto que le guste y que sea acorde a su edad puede ser perfectamente válido, siempre como complemento a otros obsequios: no todo en la vida es aprender a autoadministrar billetes desde la infancia.

5. Ropa

Como sucede con otros posibles candidatos a regalo, la ropa es el escenario propicio para hacer pasar por un regalo (algo especial) lo que no es más que una necesidad (reponer ropa que se ha quedado vieja o pequeña). No hay nada de malo en que regales a tus hijos, también por Reyes, prendas de ropa que, literalmente, necesitan o les vienen bien. Sin embargo, si reducimos los regalos de Reyes a mero utilitarismo entonces pierden la magia y la ilusión, es decir, pierden lo que les convierte en regalo y pasan a ser solo “obtener algo que necesito pero que tampoco me mata de la alegría”.

En definitiva, si se optimiza un regalo con la satisfacción de una necesidad, fantástico. Pero si no, los Reyes están ahí para poner, dentro de un orden, un toque de capricho, de obtener aquello que no necesitamos urgentemente pero queremos, nos gusta, nos apetece o hace ilusión. Es decir, a través de los regalos que le hacemos a otras personas conseguimos que obtengan algo que, bien porque es demasiado especial, o demasiado caro, o demasiado atrevido, o demasiado innecesario, ellas no se comprarían por sí mismas, y por eso mismo se lo regalamos.

Un regalo es algo especial, sobre todo en Reyes, también a los hijos. Es decir, siempre teniendo en cuenta los límites de la edad, del dinero, de lo apropiado, los Reyes son el momento para esas botas que no son lo más necesario del mundo pero le hacen ilusión, o ese abrigo que a ti no te parece muy bonito pero tampoco está tan mal y a él le encanta, o esa sudadera, o ese vestido, o ese… Lo que sea. Es un regalo. Tú eres el padre, tú eres la madre, seguro que sabes medir qué es lo apropiado para tu hijo, confía en tu criterio.  

Recordad que hacéis regalos para vincularos a vuestros hijos, no para enemistaros con ellos

En definitiva, el reto que los padres tienen por delante -siempre que su presupuesto se lo permite- es combinar educación, con ilusión, con necesidad, con puro materialismo y con puro pragmatismo. Y encima, acertar y que el regalo guste.

Que no cunda el pánico: escuchad a vuestros hijos, ¡observadlos!, se pasan el año dando pistas verbales y no verbales de lo que les gusta. No proyectéis en ellos vuestros gustos: el regalo es para ellos. Tampoco pretendáis ser los pajes perfectos de sus majestades de Oriente: unos años se acierta más y otros, menos.

Recordad que regalar también es educar y que hacéis regalos para vincularos a vuestros hijos, no para enemistaros con ellos. Pensad en el mensaje que les dais con los regalos que les hacéis: ¿Mamá y papá tienen la más mínima idea de quién soy? ¿Mamá y papá van a boicotear cada año lo que les pido y que sería tan fácil que me compraran? ¿Mamá y papá solo me regalan cosas para convertirme en un pequeño catedrático y pretenden que, encima, me guste? ¿Mamá y papá se han vuelto locos y les ha tocado la lotería y eso siempre va a ser así? ¿Mamá y papá no se han enterado de que hay cambio climático y por eso me sepultan bajo una montaña de embalajes y papeles de regalo? ¿Por qué me regalan unas construcciones si les pedí una muñeca, será que los niños no pueden tener muñecas?

Una vez combinado todo esto, recordad: el próximo día 5 hay que acostarse temprano, si no, los Reyes no vienen. 

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