Procrastinar: todo eso que dejas para mañana

A muchos les cuesta pronunciarla y escribirla correctamente: procrastinar no es una palabra sencilla. Sin embargo, sí es un término que ha hecho fortuna desde hace algunos años como versión culta y refrescante (o, más bien, usada por “modernos”) de lo que toda la vida se ha llamado posponer o dejar para más adelante. 

Vale que en nuestra vida cotidiana todos tenemos derecho a programar nuestros quehaceres de la manera que más nos convenga, siempre que eso no signifique anquilosarnos o que haya gente cuyo bienestar queda perjudicado por nuestro propio ritmo o por las decisiones sobre lo que (todavía) no queremos poner en marcha. 

En general hay cosas que son importantes pero que pueden esperar y otras que son urgentes y que tienen que ser resueltas cuanto antes. También hay asuntos que no tienen ninguna importancia aunque convendría ir resolviéndolos y otros que nos apetecen más o que nos apetecen menos… Lo importante es ir gestionando esas tareas de una manera razonablemente eficiente.

Sin embargo, ¿qué pasa cuando el mecanismo de procrastinar se instala en nuestro repertorio de afrontamientos y se hace fuerte ahí? Que acabamos sistemáticamente paralizados, dejándolo todo para más adelante sea cual sea el ámbito en el que nos movamos, también en el trabajo. 

Obviamente, si en nuestros quehaceres diarios vamos procrastinando hasta el infinito es asunto nuestro, pero no conviene trasladar ese estilo a la oficina. Allí tenemos que adecuar nuestro ritmo de trabajo a las responsabilidades que nos han asignado y formamos parte de una cadena cuya eficiencia depende, también, de nuestro funcionamiento particular. 

Por qué nos da por procrastinar 

1. Falta de atención

Nos dispersamos con facilidad, cualquier cosa atrapa nuestra mirada y nos entretiene, alejándonos del foco donde tenemos que tener puestos nuestros cinco sentidos: aquello que toca realizar ahora mismo y que no debería esperar mucho tiempo más. 

2. Falta de energía

En la vida en general y en el trabajo en particular hay algo completamente evidente pero que no debe pasarnos desapercibido: nuestro rendimiento requiere que tengamos energía, tono, activación

Si nos domina la flojera, la indefinición, el aburrimiento, es mucho más probable que nos distraigamos precisamente porque la tarea que tenemos por delante se vuelve infinitamente menos deseable de lo que realmente es. Un poco más de tono y será más fácil estar a lo que tenemos que estar sin dejarlo para más adelante. 

3. Falta de compromiso con la tarea

No hay cosa que más retrase la ejecución de una tarea que el desinterés por ella, la incomprensión, el desacuerdo o la falta de identificación con ella: el no encontrarle sentido. Por tanto, no debemos olvidar que uno de los instrumentos para vencer la procrastinación es el encontrarle sentido a las tareas o el realizar, dentro de nuestras posibilidades, tareas que tengan sentido y con las que podamos comprometernos.

4. Estrategia mal diseñada

A veces las tareas que tenemos por delante son poco apetecibles por sí mismas y cuesta mucho resistirse a procrastinar, ya que cualquier actividad parece más atractiva que ponerse con ellas. 

Sin embargo, más allá de que siempre haya algo mejor que hacer que, sencillamente, trabajar, ¿no será que hemos programado para ahora una tarea que no toca, por difícil, aburrida, larga?, ¿no habría sido mejor posponerla y por eso nos cuesta la misma vida ponernos con ella y, de hecho, procrastinamos todo lo posible?

Cómo combatir la tentación de procrastinar

1. Organízate bien

Prioriza según tus recursos de atención, energía, tiempo, inspiración, etc. A veces lo más adecuado es empezar por la tarea menos apetecible y así quitársela de enmedio y luego poder fluir mejor con el resto de obligaciones. Otras veces conviene dejar lo peor para lo último e ir calentando motores con tareas más asequibles. Decide lo que vaya mejor para este momento y ponte con ello. 

2. Delega, pide ayuda, divide y vencerás. 

Obviamente esto no siempre se puede hacer porque hay cosas que son nuestra exclusiva responsabilidad. Otras veces, con la compañía o la colaboración de alguien, encontramos la manera de desatascar ese muro de procrastinación que nos paraliza y no permite que el trabajo avance. 

3. Ponte en marcha a toda costa, no pienses 

Aunque tu ritmo, tu lucidez y tu motivación hacia una tarea concreta no estén (aún) en su punto álgido, ponte a ello. Recuerda el viejo eslogan de mayo del 68: actúa, la acción es lo que cuenta. Puede que esta pauta no sirva para cualquier circunstancia pero, desde luego, puede ser una herramienta que desencaje ciertos bloqueos mentales que nos llevan a procrastinar indefinidamente aquello de lo que no queremos ocuparnos. 

Ten en cuenta que siempre puedes pedir ayuda a un profesional para que marque tu camino y la procrastinacion deje de ser un problema en tu vida.

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