¿La queja te hace infeliz o eres infeliz porque te quejas?

Las personas nos quejamos un promedio de 20 veces al día y, cuando lo hacemos, malgastamos una energía muy valiosa en cada queja, elevando potencialmente el riesgo de enfermar.

Hoy en día vivimos en un mundo lleno de quejas, las encontramos por todas partes sin parar. ¿Cómo podemos hacerlo para no contagiarnos? La primera medida que debemos adoptar es saber que somos dueños de nuestra mente. Somos los creadores de nuestra realidad, no los esclavos de nuestras experiencias.

“Comprender que el sufrimiento surge de ti mismo es algo radicalmente transformador que cambia tu mirada hacia el mundo y, por tanto, cambia el mundo”

Lama Jampa Monlam

¿Sabías que cuando desperdicias el tiempo quejándote por las cosas que no tienes no te das la oportunidad de ver las cosas que sí tienes y con las que puedes trabajar?

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Las personas que han conseguido erradicar de sus vidas la toxicidad de las quejas han experimentado como resultado mejor salud, relaciones más felices, mayor éxito profesional y un aumento significativo en su felicidad.

Un proyecto llamado Complaint Restraint february, creado por dos amigos, unió a más de mil personas en la iniciativa de no quejarse durante un mes. Los participantes de dicha iniciativa, tras un mes sin quejas, recalcaron que su sensación de felicidad había aumentado. A la vez, se dieron cuenta de que tenían conocidos muy negativos, que no paraban de quejarse y de cómo estos les afectaban negativamente. Lo importante de esta actitud es darte cuenta de las quejas que generas para poder redirigir esa energía hacia aspectos positivos.

La queja podría describirse como una inconformidad con lo que es, es decir, no aceptar las cosas tal cual son, fueron o serán. Una expresión de malestar con lo que sucede en el mundo y que te pone en el punto de mira lo negativo que pasa a tu alrededor.

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El psicólogo Rafael Santandreu nos habla en sus libros de la sensibilidad a la incomodidad, la cual abarca distintos grados de intensidad. En realidad, la hipersensibilidad nos la creamos nosotros con nuestras quejas acerca de lo que nos incomoda. Nos irritamos con nuestro diálogo interno y una continua búsqueda de comodidad, absurda e innecesaria, cuando en realidad podemos aprovechar cada momento para ver una oportunidad de aprender o tener una vivencia interesante. Por eso debemos transformar nuestra forma de pensar, nuestro diálogo personal, nuestra manera de evaluar lo que nos sucede, para dejar de quejarnos y empezar a disfrutar de lo que está a nuestro alcance.

Cuando se abusa de la queja, parece que todo sale mal, que la suerte no te acompaña. De hecho Richard Wiseman, catedrático de la Universidad de Hertfordshire, dedicó varios años a estudiar a las personas que se consideraban afortunadas, así como a las que se consideraban desafortunadas. Wiseman demostró que una de las características más importantes que presentaban los “suertudos” era que prácticamente jamás se quejaban. Estas personas tendían a positivizar todas las contrariedades que les sucedían, mostrándose siempre optimistas. Los individuos con suerte tienen la habilidad de afrontar un cambio como algo deseado o positivo, pueden imaginar al instante que las cosas podrían haber sido mucho peores pero que, afortunadamente, no lo son. A eso se le llama mentalidad de inversión y es exactamente lo que debemos hacer cuando tenemos el impulso de quejarnos. En el momento en que nos sucede algo que no esperamos o que nos incomoda podemos afrontar libremente la situación para cambiarla. También podemos hacer un ejercicio de cambio de perspectiva, cambiar la mirada hacia lo positivo que podemos extraer de esa situación. Si algo no te gusta cámbialo, si no puedes cambiarlo aprovéchalo, date cuenta de que siempre puedes sacar algo bueno de cualquier situación, porque si aprendes ya has ganado.

Según Wiseman, solo el 10% de nuestra existencia es aleatoria y el 90% restante se define por nuestra forma de pensar. Así, el bienestar estaría compuesto por dos facetas básicas: una centrada en nuestros estados de ánimo y otra centrada en los aspectos cognitivo-valorativos, referidos a la evaluación de satisfacción que hacemos sobre nuestra propia vida. Es decir, en realidad no es lo que nos sucede lo que afecta a nuestro bienestar, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede. Por eso una situación puede ser vivida de manera totalmente diferente por dos personas que han coincidido en el mismo instante.

Ser positivos nos ayuda a que el mundo nos responda de manera positiva. Nuestra realidad se compone de aquello en lo que nos enfocamos, así que si nos enfocamos en la queja atraemos malestar y negatividad a nuestras vidas. Lo que creemos nos controla.

Existe un fenómeno acuñado por el sociólogo Robert K. Merton, llamado profecía autocumplida, referido a una falsa creencia declarada como verdad que directa o indirectamente llega a su propio cumplimento. Por ejemplo, si alguien nos habla mal de una persona antes de que la conozcamos es probable que, al conocerla, esta persona nos resulte desagradable y a la inversa. Nuestro comportamiento inconsciente influye en cómo percibimos a las personas o a las situaciones, ya que nuestra conducta intenta ser coherente con las creencias que sostenemos.

Solemos reaccionar a las situaciones no por cómo son realmente, sino más bien en función de cómo percibimos tales situaciones. Por tanto, nuestro comportamiento está determinado según la percepción y el significado que demos a las situaciones, y una vez que nos convencemos de ese significado adecuamos nuestra conducta a esa creencia, provocando así consecuencias en el mundo real.

 

Lo mismo sucede con las quejas, que colapsan nuestro pensamiento de negatividad y nos arrastran hacia el dramatismo. Al definir la situación de una manera en particular, se ponen en marcha las actitudes, el comportamiento y los medios adecuados que nos irán encaminando hacia lo que consideramos. Nos quejamos de lo que no nos gusta y lo atraemos mientras nos preguntamos qué estamos haciendo mal. Cada vez que nos quejamos entramos en un bucle de mal humor, tensión, enfados, críticas y lamentos, haciendo que aparezcan cada vez más motivos que propicien la queja, mientras nuestra mirada no para de enfocarse en lo negativo.

Deberíamos reconsiderar el dicho popular:

“Piensa mal y acertarás… Piensa bien y también acertarás”.

Tu eliges qué pensar.

La queja es un muro que te separa de la felicidad, así que es fundamental que dejes de dedicarle atención a lo que no te gusta: “Hace frío”, “Siempre llega tarde”, “Me duele la cabeza”, “No tengo dinero”, “Me sale todo mal”… Si dejas de hacerlo en tu día a día estarás dejando espacio para apreciar lo que sí te gusta y empezarás a enfocarte en lo que deseas, permitiendo así su manifestación.

Tratar conscientemente de formatear tu disco duro mental no es fácil, pero puedes comenzar ahora mismo. Para ello te propongo el siguiente ejercicio:

Durante los próximos 21 días intenta no quejarte, ni verbal ni mentalmente. Puede parecer muy complicado al principio pero, en realidad, se trata simplemente de deshacer un mal hábito. Si tenemos claro que en realidad no podemos quejarnos de nada, al observar las quejas en nuestro pensamiento tampoco debemos castigarnos por ello, simplemente debemos dejarlas ir sin identificarnos con esos pensamientos de queja. Debemos ser perseverantes con nuestro cometido y tener una intención clara y constante. Porque nadie dijo que ser feliz fuera fácil, no basta con desear serlo.

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Para hacerlo más sencillo puedes utilizar una pulsera, un post-it o cualquier otra cosa que te recuerde que no puedes quejarte. También puedes realizar el ejercicio junto a otra persona con la que pases bastante tiempo, de esta forma podéis apoyaros y recordar vuestro objetivo cada vez que alguno de los dos se sienta empujado por la queja.

Si terminas los 21 días satisfecho con tus resultados te recomiendo no quitarte la pulsera hasta que compruebes que puedes pasar 3 días sin quejarte de nada. Puedes repetir este ejercicio tantas veces como creas necesario durante toda tu vida y recomendarlo a tus seres queridos como un buen regalo, te lo agradecerán.

Dar gracias también es un buen ejercicio para ayudarte a combatir las quejas. Cuanto más agradezcas menos te quejarás, cuanto menos te quejes más agradecerás.

Con el simple hecho de intentar no quejarte te darás cuenta no solo de las quejas que tú mismo manifiestas, sino de la cantidad de quejas que escuchas constantemente a tu alrededor. Estar atento en este sentido también te ayudará a no “contaminarte” con las ideas negativas que te rodean, a la vez que reforzará la idea de seguir sin quejarte. Te darás cuenta de que la mayoría de las conversaciones en las que nos vemos involucrados se basan en quejas constantes. Hacer este ejercicio te servirá para dejar de aburrir al otro con tus quejas y empezar a basar tus conversaciones en cómo cambiar las cosas que te desagradan.

Algo muy importante es que sin darte cuenta, estarás realizando un ejercicio intenso de mindfulness (conciencia plena), ya que para este ejercicio es importante observar tus pensamientos sin juzgarlos, aceptándolos y sin aferrarte a ellos. No te juzgues cuando seas consciente de que te has quejado, simplemente sonríe a tu mal hábito con amabilidad, porque el simple hecho de observarlo, de darse cuenta de él, ya es sanador.

Esta observación de cómo transcurre tu diálogo interior te ayudará en el control mental. Darte cuenta de que tú no eres tus pensamientos, que puedes trascender a tu ego, puede ocupar otro capítulo entero, pero ahora ya estás en camino.

Modificando este hábito descubrirás que no solo dejarás de quejarte, sino que los que te rodean también dejarán de hacerlo y, en un corto período de tiempo, tendrás una vida más positiva y feliz.

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