El trauma interpersonal: un paisaje oculto

En alguna ocasión en este blog ya hemos hablado del concepto de trauma y su significado y cuáles son las diferentes situaciones que pueden generarlo. En esta ocasión, vamos a hablar concretamente de aquellos traumas que se generan dentro de las relaciones interpersonales.

¿Qué entendemos por trauma interpersonal?

No estoy dando ninguna exclusiva si afirmo que los seres humanos somos, por naturaleza, animales sociales y dependientes desde el mismo momento de nuestra concepción. Establecer nuestros primeros vínculos de apego tiene una función de supervivencia al protegernos del entorno y permitir que nos desarrollemos a todos los niveles.

No obstante, este desarrollo -tan avanzado en comparación con el de otras especies- nos hace también ser más vulnerables. La base de esta vulnerabilidad está determinada por nuestra necesidad y dependencia de las relaciones. No solo de las relaciones con nuestros cuidadores en nuestros primeros años de vida mientras crecemos, sino también cuando somos adultos, ya que también dedicamos gran parte de nuestra vida a crear una red social de apoyo.

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Por lo tanto, puesto que existe esa dependencia de los seres humanos desde nuestro nacimiento, las relaciones con otra persona tienen mucho poder para traumatizarnos. De hecho, un trauma interpersonal puede acarrear consecuencias graves en nuestro mundo emocional y en las creencias que tenemos sobre nosotros y los demás.

El legado de los traumas interpersonales

A la hora de valorar lo dañino que ha podido ser un trauma interpersonal y hasta qué punto puede estar repercutiendo en nuestro día a día, tendremos que tener en cuenta diferentes variables: el momento evolutivo en el que nos encontrábamos, las personas que lo ejercieron y el escenario en el que tuvo lugar.

Por qué un trauma de este tipo puede ser tan incapacitante para algunas personas se debe a lo vulnerables que somos en las relaciones de intimidad. Necesitamos a los demás para sentirnos protegidos y vamos configurando nuestras redes de apoyo en la vida adulta en función de quién nos proporciona esa seguridad.

Cuando sufrimos una traición o un daño por parte de aquellos que no pertenecen a nuestro círculo de seguridad, podemos entenderlo como algo que forma parte de la complejidad de la experiencia humana y el mundo de las relaciones.

Sin embargo, digerir que el daño o la traición vienen por parte de aquellos de los que dependemos y en los que hemos depositado nuestra confianza es más complejo y doloroso. Por ello, los traumas interpersonales tempranos –generados ante situaciones de maltrato intrafamiliar ante apegos muy disfuncionales- suelen generar lo que en psicología llamamos un trauma complejo caracterizado por síntomas más incapacitantes.

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Cuándo se genera un trauma interpersonal

En muchas ocasiones, nos resulta complicado ser conscientes de qué acontecimientos de nuestra vida han podido afectar a nuestra vida adulta. Un trauma interpersonal podría haberse generado ante situaciones en las que, de manera repetida, nos hemos sentido desprotegidos, humillados o rechazados ante comportamientos de otras personas importantes para nosotros con las que teníamos relaciones de cuidado y dependencia, como -por ejemplo- padres, madres, hermanos o amigos.

Algunos traumas interpersonales tienen mucho que ver con lo que en psicología se denomina también traumas ocultos: situaciones en el mundo de las relaciones afectivas que asumimos como “cosas que suelen pasar” y tendemos a minimizarlas. Podríamos señalar, por ejemplo, el hecho de que en nuestro entorno familiar no hayan podido sostener nuestras emociones o lo hayan hecho de forma insconsistente; la falta de reconocimiento, el habernos sentido que nos manipulaban o no nos comprendían o el haber ejercido responsabilidades que no nos correspondían.

Normalmente, estos escenarios comienzan a salir del paisaje oculto cuando en nuestra edad adulta desarrollamos lazos afectivos de intimidad con nuestros hijos, con nuestras parejas o con nuestros amigos.

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Poder trabajar los problemas que nos acarrean los traumas interpersonales con un profesional de la psicología puede ser, de entrada, sanador. Ten en cuenta que, si tu sufrimiento comenzó a generarse en el plano interpersonal, al igual que tus recuerdos y sensaciones se activan cuando estableces relaciones interpersonales, es posible que esto también se active con tu terapeuta: él/ella es otra persona con la que también comenzarás a relacionarte.

Para que un trauma interpersonal pueda empezar a ser reparado, debe hacerse desde la causa que lo generó: una relación de intimidad. En este caso, el psicólogo nos transmitirá y generará emociones y sensaciones que son parte de la experiencia faltante que tuvimos: alguien ve, sostiene y entiende cómo me pude sentir con una mirada de comprensión, sin juicio y con apertura a entender qué es lo que ocurrió.

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Aunque no podamos modificar los recuerdos, compartirlo con otro ser humano generará en nosotros una experiencia emocional con una importante capacidad de reparación.  Es cierto que el apoyo de nuestros amigos y familiares también servirá de reparación de nuestras experiencias traumáticas interpersonales, pero no sustituye el trabajo con un psicólogo o psicóloga: ambas cosas son necesarias y complementarias.

Para liberarnos de las ataduras que nos han generado los traumas interpersonales ocultos debemos “entender” cómo se generaron. De esta manera podremos rescatar a nuestro yo del pasado y traerlo a un presente lleno de nuevas posibilidades y relaciones sanas, que nos ayudarán a reparar nuestras heridas vinculares.

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