El retorcido camino de los celos

El mundo de las emociones es diverso y uno de sus miembros más retorcidos e interesantes son los celos. Esta emoción no pertenece al grupo de las emociones básicas, esas que están presentes prácticamente desde que nacemos y que compartimos incluso con algunos animales, como la rabia, la alegría o el miedo. Los celos son una emoción que aparece algo más tarde en nuestro desarrollo como seres humanos y tiene un componente más cultural, es decir, más aprendido. 

Podríamos entender los celos como una protesta, una manera de expresar nuestro miedo a perder el lugar que creemos que nos corresponde. Fíjate, por ejemplo, en la celotipia propia de un niño pequeño cuando nace un hermanito, o en los pequeños (y no tan pequeños) ataques de celos asociados a la llegada de un nuevo miembro al grupo de amigos, o al trabajo, sobre el que ahora recaen más atención y halagos, los mismos que hasta hace no mucho estaban destinados a ti. 

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Los celos pueden convertirse en una emoción altamente tóxica si no aprendemos a manejarlos adecuadamente. Para ello, es imprescindible entender el mensaje que hay detrás de ellos, ser conscientes del mensaje que nos envían sobre nuestra relación con la otra persona. 

Celos en la pareja

Aunque, como acabamos de ver, los celos pueden aparecer en cualquier relación humana, el ámbito al que se asocian con mayor frecuencia es el de las relaciones de pareja. 

Siguiendo con la idea que ya hemos apuntado, los celos pueden considerarse una queja, distorsionada y no asertiva, ante un agravio o amenaza. 

Los celos pueden convertirse en una emoción altamente tóxica si no aprendemos a manejarlos adecuadamente

A veces pueden aparecer ante hechos objetivos, es decir, cambios reales en las condiciones afectivas de una relación. Otras veces, en realidad muchas, son amenazas imaginarias hacia nuestro estatus dentro de una relación lo que pone en marcha la venenosa maquinaria de los celos. Se trata de la amenaza de perder lo que consideramos que es nuestro: la expectativa de un logro, la relación con una persona o, en los casos de celos muy patológicos, la persona en sí misma. A nivel psicológico, los celos muestran, en definitiva, un conflicto importante entre nuestra percepción de seguridad dentro de una relación y las características “objetivas” de dicha relación.

Recuerda que no puedes encerrar a tu pareja en una burbuja, no puedes vigilar sus pasos las 24 horas del día ni supervisar cada uno de sus comportamientos. Una vez que se cierra la puerta y el otro desaparece de nuestro campo visual tenemos que confiar en que hará lo correcto, es decir, aquello que hemos incluido en el pacto de pareja al que hemos llegado conjuntamente. De igual manera, el otro tiene que confiar en que yo también obraré con lealtad a ese pacto de fidelidad. 

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Contra el miedo, realismo

De lo contrario, nos meteremos sin remedio en una espiral de ansiedad. Una dinámica alimentada por el miedo a que nos abandonen, a que encuentren a alguien mejor, a que nos mientan, a que la relación con nosotros no sea suficiente (lo que equivale en nuestra mente a que “nosotros no seamos suficiente”). Para contrarrestar ese miedo lo que hacemos es poner en marcha torpes o sofisticados intentos de esclavizar al otro, de ponerlo bajo nuestras órdenes y supervisión. Estos intentos solo conducen a aumentar nuestro malestar y a que nuestra vinculación afectiva como pareja se pudra poco a poco, a veces de manera irreversible. 

Llegados a un punto patológico, los celos adquieren manifestaciones de extrema crueldad contra la otra persona. Estas situaciones de violencia física y psicológica, que se dan en todo tipo de parejas, encuentran ejemplos especialmente dolorosos en la conocida como “violencia de género” o “violencia machista”. Por fortuna, no es lo más habitual, pero es importante prestar atención a los caminos por los cuales la emoción de los celos se va complicando en el interior de una persona y, desde ahí, va fagocitando el día a día de una relación de pareja.  

En cualquier relación humana en general, pero particularmente en las relaciones de pareja, debemos tener bien presente que ningún ser humano puede colmar de manera perfecta y permanente todas nuestras necesidades y deseos. Buscar una relación o permanecer en ella con la expectativa de que alguien puede compartir a la perfección mis gustos, que puede atraerme sexualmente por el resto de mi vida o que carece de defectos importantes que me incomoden no es realista.

En realidad, es la semilla más fértil para trabajarnos un currículum sentimental lleno de frustraciones, desengaños y, por lo que atañe a la emoción de los celos, reproches y ejercicios de control. Estas conductas celosas no contribuyen a la construcción de un proyecto sano de pareja, con una sólida capacidad para proyectarse en el futuro y cimentada en una afectividad y de intimidad sanas. Lejos de eso, van torpedeando la relación a base de envolverla en alambradas, urnas y candados. 

Recuerda que no le puedes pedir a nadie que sea perfecto. Tampoco podemos ser esa persona capaz de colmar a alguien al cien por cien en las necesidades más importantes, ni que lo sea para nosotros. No nos fusionamos con otro por el hecho de ser una pareja, sino que seguimos teniendo ojos, oídos, cerebros, amistades y deseos y ningún celo del mundo podrá acabar con eso. 

Los celos, enemigos de la libertad

El manejo adecuado de los celos tienen mucho que ver con el planteamiento que tenemos de nuestra relación, por ejemplo de nuestra relación de pareja si es ahí donde han aparecido. En definitiva, están en función de si entendemos nuestra vinculación con la otra persona desde una conexión libre y flexible o bien desde la posesión asfixiante. 

Tener una relación sana implica creer en la libertad de la pareja para que haga lo que le parezca oportuno y confiar en que respetará el pacto al que se ha llegado. Esto no debe confundirse con ser indiferentes hacia la conducta del otro o con “mirar hacia otro lado” repitiéndonos a nosotros mismos lo mucho que respetamos la libertad de nuestra pareja pero sin atrevernos a mirar de frente a las implicaciones más profundas de esa libertad. En cambio, debe llevarse a cabo desde confianza consciente en que todos haremos lo correcto y creer en que la libertad del otro y la propia fortalece la salud de nuestra relación. 

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Cómo controlar los celos

No hay respuestas mágicas para desactivar una emoción tan profundamente arraigada en el funcionamiento psíquico de una persona. Sin embargo, como en tantos otros aspectos del desarrollo personal, lo primero es darse cuenta de que están ahí, localizarlos y llamarlos por su nombre. En definitiva, ir a buscarlos hasta la misma entrada de su guarida. 

Algunas personas se resisten a tomar conciencia de que son una novia celosa o un novio con un serio problema de celos. No obstante, lo van desvelando de manera indirecta. 


Tener una relación sana implica creer en la libertad del otro para hacer lo que le parezca oportuno

Vi unas conversaciones de mi novio… 

Típico ejemplo. Si alguna vez has dicho esta frase párate un momento y date cuenta de la gravedad de tus palabras y de cómo intentas maquillarlas. ¿”Viste” unas conversaciones? ¿Quieres decir que el móvil de tu pareja cayó accidentalmente en tus manos y no pudiste evitar desbloquearlo, meterte en su Whatsapp, husmear entre sus conversaciones privadas y leerlas hasta encontrar las pruebas del delito que andabas buscando? Ante todo, si te preguntas cómo dejar de ser celosa o celoso, grita conmigo: ¡arriba la honestidad y abajo los eufemismos! 

No importa qué sospeches y qué no. Espiar el móvil de tu pareja es una agresión totalmente injustificable. Si no te lo parece, piensa por un momento cómo te sentirías si te lo hiciera a ti. Nota mental: lo injustificable incluye hacer un seguimiento sistemático y analítico de sus redes sociales (sus likes, seguidores, seguidos, comentarios, etc.). No solo es una pérdida de tiempo escandalosa sino que a lo único a lo que contribuirá será a que llenes tu cabecita confundida de pajarracos chillones de la jungla. 

Le regañé por hablar con… 

¿En serio “le regañaste”? ¿Cuántos años tiene tu pareja? ¿No te gusta que hable con sus ex o con otras personas por las que pueda llegar a sentir una (remota) atracción? Quizá llegados a este punto no lo recuerdes, pero se supone que con quien tiene una relación de pareja es contigo, no con los otros, digo yo que por algo será. 

¿No confías en él/ella? En ese caso, quizá no deberías tener una relación con alguien del que desconfías que quiera tener una relación honesta contigo. O quizá deberías aclarar qué te da miedo, cómo podrías sentirte más cómoda/o, sin coartar la libertad de tu pareja. 

Por último, también podrías recordar que prohibirle a alguien adulto cualquier cosa, por ejemplo interactuar -aunque sea superficial y esporádicamente- con otra persona también es algo muy agresivo

Dice que quiere hacer cosas por su cuenta…

¿Y cuál es el problema? ¡Alégrate! No sois siameses, no tenéis por qué hacerlo todo juntos, de hecho no deberíais hacerlo todo juntos. En primer lugar porque es bastante inquietante que compartáis el cien por cien de vuestros gustos, intereses y aficiones. Pero aún más inquietante -por no decir patológico- es que pasado el subidón de los comienzos sigáis queriendo pasar el cien por cien de vuestro tiempo juntos

Recuerda que para estar a gusto dentro de la relación tenéis que alimentar permanentemente vuestras dos (o las que sean) individualidades, vuestros proyectos de vida particulares… ¡aunque sea “solo” por tener algo que contaros, algo de lo que sorprenderos, algo que aportaros”!

Percibir una amenaza en el hecho de que tu pareja quiera tener vida propia es un problema. No es sano tener celos de sus amigos o de sus compañeros, ellos no son una amenaza. Si lo son, quizá tengas que afrontarla de una manera adulta, una manera que no pase por prohibirle a tu pareja mayor de edad que haga tal o cual cosa solo porque crees que, como desea pasar parte de su tiempo sin ti, es porque está dejando de quererte. Venga, dale una vueltecita a este tema, que es importante. 

En resumen, recuerda que los celos son una emoción legítima en algunas ocasiones -somos humanos- pero no por ello son justificables todas aquellas cosas que hacemos para responder a ellos. 

Piensa en tus relaciones, por ejemplo en las de pareja, y hazte esta pregunta: ¿entiendo nuestro vínculo desde la posesión más que desde la conexión? Si la respuesta es sí, seguramente uno de los componentes más importantes de tu relación es la tensión o, incluso, el sufrimiento. 

No es ninguna condena eterna pero sí es crucial que tomes cartas en el asunto: la vida no es eso que sucede entre susto y susto por si tu pareja “te la va a pegar”. Admite el problema y, si no puedes desactivarlo por ti misma, ponte en manos de un profesional. Los psicólogos podemos ayudarte a tener una relación de pareja más sana y disfrutada por ambas partes. 

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