El miedo a viajar solos

Vivimos en un mundo globalizado. Sin duda esto se refleja en cómo han cambiado nuestras costumbres en la manera de movernos por el mundo. Nunca antes como ahora se ha viajado tanto con el único propósito del placer de viajar.

Viajar por viajar, por conocer nuevos lugares que, hasta hace algunos años, nos parecían extraños y remotos. El nuevo entorno económico. La creciente oferta por parte del mundo del turismo alternativo. Las innumerables posibilidades que ha abierto internet. Las compañías de vuelos low cost. Estos son solo algunos de los factores han hecho que hoy en día parezca raro no conocer el sudeste asiático o no haber recorrido lejanos desiertos con tu mochila.

A pesar de que desean sumarse a esta corriente de viajeros intrépidos, muchas personas sienten ciertos miedos a la hora de llevar a cabo sus deseos de aventura.

De entrada, habría que diferenciar entre un miedo asumible y un miedo paralizante. El primero se relaciona con la inevitable incertidumbre que conlleva cualquier salida de nuestra rutina o zona de seguridad. El segundo acaba convirtiendo algo deseado en un acontecimiento ensombrecido por la ansiedad y los miedos anticipatorios. Entraríamos entonces en un territorio que tendría mucho que ver con cuadros relacionados con la ansiedad, como la agorafobia o la ansiedad de separación.

Es posible que sientas la tentación de realizar un viaje largo. Tal vez no es tan largo pero te llevará a un lugar más lejano de lo normal. Podrías querer realizar ese viaje y no hay nadie para acompañarte esta vez. Es más, en realidad te gustaría hacerlo sin compañía para sentirte más libre y aprovechar esa experiencia de forma intensa. Sin embargo, hay algunos temas que rondan tu cabeza y hacen que, finalmente, aplaces la idea. Muy posiblemente estos no son temas tan reales o pragmáticos sino miedos imaginarios, anticipaciones negativas y dudas paralizantes. ¿Te suenan algunas de estas?

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¿Querré volverme a los dos días? ¿Me sentiré muy solo/a?

Bueno, como sucede en la vida en general, durante el viaje te sentirás de muchas formas diferentes. No hay que idealizar los viajes. No hay que exigirse estar disfrutando a cada segundo porque, si eso no sucede, el viaje no está mereciendo la pena. Esta es una clara falacia. No podemos estar las 24 horas del día en el mismo estado emocional.

Asume desde el principio que, muy posiblemente, tendrás momentos buenos y otros no tanto. A veces te sentirás en plenitud, a veces con mayor serenidad y, por qué no, cabe la posibilidad de que en ciertos momentos sientas añoranza o dudas.

Pero, ¿acaso no es esto parte de la experiencia vital que supone alejarse de la rutina? A la larga, esos momentos más duros constituirán parte de una experiencia positiva de aprendizaje vivencial.

¿Y si me pasa algo estando lejos de casa?

La lógica y la realidad nos dicen que hay destinos que entrañan más riesgos que otros. No obstante, si tomas las precauciones adecuadas estarás seguro o segura en la mayor parte de sitios. Visto de otra forma, en ninguna parte del mundo estás totalmente libre de que te ocurra algo. Tampoco en tu ciudad ni en tu barrio. En realidad vivimos una ilusión falsa de seguridad solo por estar en un terreno conocido.

La ansiedad de separación también juega en nuestra contra. Somos animales de apego y de costumbres. Eso significa que, a un nivel profundo e inconsciente, albergamos la idea de que alejarse del hogar entraña riesgos. Este es un mensaje que llevamos en nuestro cerebro más antiguo. Se trata de un vestigio evolutivo que sirvió a nuestra especie para sobrevivir en momentos cruciales de su existencia.

Las posibilidades de supervivencia eran mayores siendo parte del grupo. Con lo cual, aceptemos un cierto grado de incertidumbre dentro de nosotros, pero no seamos esclavos de él. El mundo globalizado hace que hoy en día, en cualquier parte. puedas estar en comunicación con tus seres queridos. También puedes contar con un seguro médico que, en caso de necesidad, hará que seas tratado de manera muy similar como lo serías en tu país.

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¿Y si no soy capaz de socializar? ¿Y si no conozco a nadie?

Es otro de los miedos que subyace a nuestra condición humana. Al fin y al cabo, que quieras viajar sin compañía no significa en absoluto que quieras sentirte en soledad. Es más, lo más normal es que, precisamente, al viajar sin compañía se activen mecanismos y herramientas de socialización dentro de ti de los que ni siquiera eras consciente. Somos animales sociales y en estas circunstancias desplegamos sin pretenderlo nuestras capacidades naturales. Si no deseas estar solo o sola no lo estarás. En todas las partes del mundo hay gente continuamente dispuesta a acompañarnos.

Por otro lado, cierta dosis de soledad también es interesante. Eso nos permite probar nuestra capacidad para gestionarla. La soledad nos lleva a nuevos aprendizajes y en sí misma no tiene nada de negativo.

¿Y si me arrepiento y quiero volver?

¿Sería esto un drama de verdad? ¿Cuántas veces decides hacer algo en la vida y luego deshacerlo? Permítete salidas psicológicas para todo. Viajas para ti, porque lo deseas, no importa lo que piense el resto. Si en un momento dado deseas volver antes de lo previsto hazlo. Viajar sin compañía no es una prueba de fuerza. Es más bien una posibilidad de autoconocimiento o de placer que te ofrece la vida. Pero habrá muchas más y no necesariamente todas pasan por irse a 10.000 kilómetros de distancia.

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