6 actitudes para afrontar la segunda ola

Hubo un tiempo en que las normas nos cortaron el rollo pero supimos perfectamente por dónde nos lo cortaron. Qué tiempos aquellos en los que apenas había margen para dudar y entrar en caos: solo puedes salir para lo imprescindible, no te molestes en buscar la excepción. 

En aquellos días de escasez de harina y gimnasia en el salón todo era molesto y triste, sí, pero todo estaba muy claro y solo nos quedaba quejarnos de lo que teníamos que hacer… no de no saber qué podemos hacer hoy o podremos hacer mañana. 

Sin embargo, pasó el verano y empezamos a ver venir la segunda ola de la pandemia desde el invernadero de los rebrotes localizados. Y con esa ola llegó el baile de medidas restrictivas para hacer frente a la emergencia sanitaria, el morbo de esperar la rueda de prensa del final de la semana, la porra sobre qué calles, ciudades, provincias quedarán aisladas de las demás durante un número relativamente incomprensible de días. 

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Y es que en algún punto del verano el optimismo de la desescalada se nos empezó a ir de las manos al mismo ritmo que se nos iba el doblez de la curva conseguido con tanto esfuerzo. Desde entonces se ha impuesto, semana tras semana, un panorama de restricciones de actividades y movilidad que en ocasiones ha sido difícil de seguir y, por tanto, de cumplir. Con la segunda ola hemos encontrado un motivo más para la queja y, en el peor de los casos, la ineficacia de las medidas: la confusión

No se te pide que hagas nada especial a nivel psicológico, mientras cuides de tu salud y de la de los demás

El clima emocional en estos meses se ha ido enrareciendo según se han ido acumulando las restricciones, el hartazgo generalizado por una situación que genera enorme frustración, la inquietud/curiosidad acerca de cómo vamos a organizar la Navidad… y todo ello rematado con un bonito lazo: la perspectiva de futuras vacunas que, en realidad, no van a empezar a surtir cierto efecto, si es que lo consiguen, hasta dentro de varios meses. 

Manejar esta situación conservando un buen equilibrio psicológico no es gratis. Es decir, no sale solo, ni espontáneamente. En realidad, para conseguirlo tenemos que poner en marcha diferentes mecanismos de defensa frente a la prolongación de la emergencia sanitaria. 

Todos lo hacemos, ya que los mecanismos de defensa son herramientas tremendamente útiles para que nos adaptemos a las situaciones que suponen un reto para nuestra supervivencia. Seguro que conoces a alguien que durante este año ha sublimado sus privaciones consumiendo (“Voy a gastarme en ropa y restaurantes lo que no me he gastado en viajes”) o bien minimiza la importancia de lo que está ocurriendo (“A ver, tampoco es para tanto: se trata de quedarnos en casa, no de llegar hasta la Luna”). 

Ambos son ejemplos de mecanismos de defensa, es decir, de herramientas que utilizamos para proteger nuestro equilibrio y que, siempre que no lleven aparejado un coste demasiado alto, son perfectamente funcionales

Más allá de estos ejemplos típicos, existen otras estrategias de afrontamiento defensivas con las que estamos afrontando estas semanas. Algunas son realmente adaptativas, otras son simples modos de dejar que el tiempo pase y alguna que otra resulta especialmente nociva para la convivencia. Veamos con más detalle esas actitudes:

1. Vivir el momento desde el estoicismo

Hoy asociamos este concepto con ser resistente y paciente ante las adversidades, a la facilidad para estar conforme con las cosas tal y como son y sin lamentarse demasiado. La doctrina filosófica en la que se basa esta actitud preconizaba que la felicidad y el equilibrio vienen de no centrar nuestros deseos en las riquezas materiales sino en una vida razonable y virtuosa. 

Como habrás adivinado, cuantas menos cosas deseamos y más conformes estamos con nuestra situación, menor es nuestro nivel de frustración. De este modo el estoicismo, si es auténtico, no parece una mala manera de pasar la velada.

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A diferencia de la resignación, esta actitud se basa en un estilo particular de alcanzar bienestar y felicidad, no simplemente en sobrevivir penando por la vida. ¿Conoces a alguien que esté viviendo esta segunda ola de una manera estoica? ¿Te identificas con este estilo de afrontamiento de la emergencia sanitaria?

2. Resignación como forma de vida

El diccionario no da una definición muy negativa de esta palabra. Sin embargo, en el lenguaje de la calle la resignación ha ido perdiendo prestigio frente a otras actitudes. De este modo, las personas que se resignan a algo han dejado de parecer “tolerantes ante las adversidades” para convertirse en aquellas que se rinden, dejan de pelear y simplemente asumen su destino

En efecto, quien se resigna es alguien que ha dejado de pelearse con su situación pero sin que esa rendición le aporte felicidad, sino más bien un aire apagado, como de quien se retira de una batalla que se cansa de librar y se limita a observar cabizbajo. 

3. Aceptación de lo que hay

La aceptación es la hermana glamourosa de la resignación. Quien acepta su situación es quien deja de pelearse con ella pero lo hace en positivo, integrando de manera favorable esa situación en su vida, sin resentimientos y sin quejas

Sabemos que hay mucha gente que, en situaciones como la pandemia, repite aquí y allá que las crisis son oportunidades fantásticas para no queda muy claro qué y mucha gente se enfada con esta manera de pensar. En realidad no es necesario que veas una oportunidad en el hecho no poder viajar ni visitar a tus parientes y tener que llevar una mascarilla a todas partes, basta con que eso no afecte negativamente a tu estado de ánimo y te permita seguir disfrutando de la vida. El que acepta brilla mientras que quien se resigna, está amargado. 

4. Resistencia al cambio

En este caso no hablamos del resistente positivo, ese que tiene moral de victoria porque sabe que “resistir es vencer”. Hablamos del que pone resistencias a aceptar su situación, a “adaptarse” a las circunstancias, a fluir con lo que toca en cada momento.

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Al contrario de quienes resisten, los que se resisten no llegan a desobedecer pero acatan lo justo, porque están más en el enfado que en la aceptación de la situación. Es un punto medio entre la negación y la resignación. Seguro que cuando miras a tu alrededor te acuerdas de alguien que está viviendo la segunda ola resistiéndose a surfearla porque sigue, literalmente, en la pataleta.

5. Negacionismo rebelde

Probablemente hay mucha gente que no confía del todo -o nada- en la utilidad de las medidas preventivas que se están estableciendo durante estos meses, pero las asume con mejor o peor voluntad porque considera que no le queda más remedio que obedecer. Y luego están los que sí consideran que les queda otro remedio: rebelarse y desobedecer porque niegan que la situación requiera otra cosa

Algunos negadores rebeldes son especialmente combativos: su manera de afrontar la pandemia consiste en combatir abiertamente todo lo que va contra sus intereses. Otros son más sutiles, pero se comportan del mismo modo: son quienes hacen como que no se enteran, piensan que la cosa no va con ellos y, en definitiva, hacen “vida normal”. 

La aceptación genera brillo, mientras que la resignación va asociada a amargura

La negación rebelde va más allá de minimizar el problema y podría ser una combinación entre esa minimización, llevada al extremo, y la resistencia.

6. Proactividad al poder

Esta actitud consiste en ir un paso más allá de la aceptación y convertir la actitud positiva en una interacción constructiva con las circunstancias como una forma de desarrollo personal. En este grupo incluiríamos aquellas personas que han dirigido sus energías durante los últimos meses o los actuales hacia el lado de la solidaridad, la pedagogía, el informarse de manera saludable y utilizar responsablemente esa información para adaptarse mejor a la situación. 

Vivir una pandemia ola tras ola no es fácil y nadie te pide que hagas nada especial a nivel psicológico salvo que tengas en cuenta tu salud y la de los demás. Eso sí, si no acabas de encontrarle el punto justo a tu actitud no te rindas ni entres en caos: seguro que tienes buenas razones para ello y un psicólogo puede ayudarte paso a paso a atravesar estas semanas que tan largas se están haciendo con el tono adecuado. Da el paso: nosotros estamos aquí para ayudarte. 

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