5 maneras de bajar tu ansiedad al hablar en público

Exponer un trabajo en público, sobre todo si aún no tienes mucha confianza con el auditorio o si tienes que hacerlo en un idioma que no es el tuyo, puede llegar a ser una fuente de ansiedad muy importante. 

Esta es una reacción absolutamente normal que no siempre vas a poder “dominar” al cien por cien… ni falta que hace. Recuerda que es de personas sabias el no gastar energías luchando contra imposibles y en la vida hay dos cosas imposibles: hacer que el viento se pare y que tu cuerpo esté absolutamente tranquilo y calmado -sin ser tú nada de eso- cuando vas a exponer en público una serie de contenidos

Por tanto, lo importante no es bajar tu ansiedad a cero y hacer desde ahí una exposición de 10, porque la exposición de 10 puedes hacerla igualmente. Lo que sí puedes es lograr, con el debido entrenamiento, un punto en el cual puedas manejar adecuadamente y sin dramas ese nivel de activación elevado y que probablemente se traduce en una desagradable sensación de miedo acompañado de pensamientos catastrofistas sobre lo mal que lo harás. 

Hay gente que tiene un don para exponer trabajos y a otras se les da mal o fatal, qué le vamos a hacer, ¡no todos compartimos los mismo dones! Sin embargo, tanto unos como otros pueden servirse de algunos trucos sencillos que, al ponerlos en marcha, pueden ayudarte a doblegar tu ansiedad ante una exposición y, quién sabe, quizá también hagan que acabes luciéndote más de lo esperado. Ponlos en práctica de cara a tus próximas exposiciones y, si ves que no es suficiente o sientes que hay algo que sigue bloqueándote demasiado a la hora de hablar en público consulta con un especialista, porque podemos ayudarte a brillar mucho más y siempre con tu propia luz.

1. Prepara bien el contenido de tu presentación oral

Ajusta la cantidad de información a la cantidad de tiempo. Recuerda que, ante la duda, menos es más. La gente puede consultar la información en Internet y en las bibliotecas, así que no te obsesiones con contárselo todo. Lo que las personas que te escuchen recordarán serán dos o tres conceptos explicados adecuadamente y con tranquilidad. Todas agradecerán no ser bombardeadas con toneladas de información que no podrán procesar y que, con toda seguridad, su cerebro desechará en el instante posterior a recibirlas. 

Selecciona, sacrifica, ordena y no pretendas contarlo todo en diez minutos, o en treinta, ni siquiera en una hora. Es imposible. Ve al grano. Créetelo: mejor dos cosas de interés que veinticinco en plan “jungla de contenidos”. 

No aprietes la información para que una enciclopedia quepa en un saquito diminuto. Reserva unos minutos para el final, es probable que la gente quiera hacerte preguntas, así que permíteselo: así compartes un poquito la responsabilidad de la exposición y podrás descansar durante unos momentos. 

Selecciona bien el contenido, no pretendas contarlo todo y practica en casa

¿Te da un miedo terrible que te pregunten algo que no sabes? ¿Y qué si lo hacen? Recuerda que no eres ningún premio Nobel, no puedes preverlo todo. Di la verdad: si no sabes algo, simplemente admítelo. Eso es de una gran honestidad intelectual y vale más que parlotear sin tener mucha idea de lo que se dice para salir del paso (hacerlo queda fatal y se nota mucho). 

Una buena respuesta puede ser: “Qué buena pregunta, la verdad es que no me lo había planteado nunca y no puedo contestarte ahora pero, ya que lo has mencionado, pensaré sobre ello y veré si puedo encontrar una respuesta. Muchas gracias por preguntarlo y, por cierto, ¿tú qué opinas al respecto?”. Muchos cantantes se quedan en blanco en medio de una canción y ponen el micro en dirección al público enfervorecido del concierto que, por supuesto, salva siempre la situación. Adáptalo a tu manera.

2. Ensaya lo que vas a decir durante tu presentación

Realiza la exposición en tu casa, a solas y en voz alta tantas veces como sea necesario. Exponer un trabajo en público es un show, un evento que, aunque tenga lugar en un contexto y con una finalidad académicos, no deja de tener un inevitable carácter escénico (por definición). 

Los actores ensayan. Los presentadores de televisión y reporteros de calle ensayan. Los políticos ensayan (sí, lo sé, no todos, pero otros sí). Pues tú también debes ensayar. Debes repetir la exposición del trabajo en condiciones de seguridad y sin estrés durante varias veces. 

Hacerlo te permitirá darte cuenta de si el contenido que has preparado es el adecuado, si está correctamente ordenado, si se queda corto o le sobran cosas. Además, a medida que lo repitas irás interiorizándolo hasta aprenderte muchas partes de memoria, lo que -aunque suene paradójico- hará que, llegado el momento, las expongas con mayor fluidez. 

Y atención, esto es muy importante: si ensayas podrás calcular mucho mejor cómo se ajusta el contenido que has preparado al tiempo que tienes disponible. Recuerda que no eres Fidel Castro, así que no te van a dejar siete horas para que expongas tu trabajo a tu ritmo: tu tiempo es limitado y tienes que tenerlo en cuenta. Mal está que el contenido de tu exposición sea pobre e insuficiente, pero también está mal quedarte a la mitad porque no has calculado bien y te dejas sin aportar mucha información importante. Lo dicho: ensaya y vencerás. 

3. Ten un plan B por si algo no sale bien durante tu exposición

Ya sabemos que ahora toda exposición se basa en soportes informáticos que incluyen ordenadores, lápices de memoria, pantallas, proyectores y demás dispositivos misteriosos y maravillosos. 

Estos aparatos nos facilitan mucho la vida a la hora de hacer una exposición hasta que, oh sorpresa, ¡se estropean justo el día que te toca exponer! O se olvidan en casa, o se apagan, o vete a saber qué ocurre dentro de ellos. 

Como no queremos que un fracaso tecnológico derive en un fracaso de tu desempeño durante la exposición, ten preparada una alternativa que, aunque te pueda parecer muy siglo XX, también puede salvarte la vida en un momento de apuro. En otras palabras, lleva el contenido imprimido y suficientemente trabajado, al menos ten a mano un guion con los temas principales que quieres compartir con tu público, podrás apoyarte en él para salir del paso con dignidad si la pantalla te hace un fundido en negro traicionero en el momento más inoportuno. 

4. Mentalidad mindful a la hora de hablar en público

Lo hemos mencionado al comienzo de este artículo. Eres un ser humano y, al igual que está en la naturaleza del escorpión el picarte si lo coges con la mano, está en tu naturaleza humana el sentir ansiedad (mucha o poca) cuando tienes que exponer un trabajo o cualquier otro tipo de información en público. 

No te pelees con tus emociones, van a seguir ahí y rechazarlas a patadas solo hará que aumenten. No pasa nada si te tiembla un poco la voz o sientes que durante los primeros minutos tu rodilla va por libre de un modo sospechoso. Solo es tu cuerpo, que habla. Déjale que hable en lugar de mandarle callar. 

¿Sabes una cosa? Normalmente muchas de esas reacciones acaban suavizándose por sí solas al cabo de unos minutos, una vez que has roto el hielo y la exposición está más o menos encarrilada. Quizá ese día has dormido regular o tienes otras preocupaciones, o el contexto no acompaña: ¿ qué le vamos a hacer? Uno expone el trabajo como está ese día y hace lo que puede, así que acéptalo con tu mejor cara. Lo demás es el ejercicio melancólico de pelearse con la vida por no ser justo lo que necesitamos ese día. 

5. Tómate un tiempo para situarte antes de tu presentación

Siguiendo con el apartado anterior, no salgas a escena de manera atolondrada o, como dice el dicho popular “a salto de mata”. Ve paso a paso, aduéñate suavemente de la situación. Estás deseando que pase ya este rato que te pone tan de los nervios y, de hecho, ese momento va a llegar… pero, nunca mejor dicho, a su debido momento. Ahora lo que toca es hacer la exposición y hay que empezarla con buen pie incluso antes de decir las primeras palabras.  

No tengas prisa. Tómate un momento para conectar contigo antes de empezar a hablar

Aunque parezca lo contrario, no hay prisa. No pasa nada si empleas unos segundos en alinear tu mente con tu cuerpo y situarte con la adecuada concentración en la tarea que te toca desempeñar. 

Asienta bien las plantas de los pies en el suelo, conéctate con tu respiración, solo durante unos pocos segundos, no hace falta más. Date cuenta de que estás ahí, toma conciencia de ello en tu cuerpo, coge aire y, tranquilamente, comienza a contarles a esas personas que están enfrente todas esas cosas interesantes que dominas tanto y que te has preparado tan cuidadosamente en casa desde hace días. Lo harás genial, ya lo verás.  

Rafael San Román Rodríguez – Agosto 22, 2019

  • Nueva llamada a la acción
  • Te puede interesar